Diario de un Estoico. La posibilidad de lo imposible. Semana 1

 
S/4.L
 
Septiembre siempre es un nuevo principio.
No me entusiasma, en absoluto, volver a la rutina laboral pero sí reconozco sentir algo así como que comienzo de nuevo, que puedo tomar decisiones, que puedo cambiar –al menos intentarlo- aquello que no funciona correctamente.
Septiembre es así. Comenzamos un nuevo curso y vete a saber lo que nos deparará.
En el inicio de septiembre, como en todos los inicios de algo, se mezcla el miedo, la nostalgia, la impaciencia, un cosquilleo que no se va, el deseo, la ilusión. Los días se acortan y yo, sin quererlo, me voy volviendo más triste y gruñón.
Suena en mis airpods ‘Mi primer día’, de los Aslandticos, no es casualidad.
 
Llovió toda la noche y parte del día, ayer. Menos de lo esperado, lluvia es. He tenido que ponerme el jersey, ha refrescado, y todo está como oscuro, encapotado, gris. Da la sensación de que la estación de verano ha llegado a su fin, aunque todavía queda mes.
 
No dejes de escucharte, aunque llueva y truene, de prestarte atención. Escuchamos más a los demás que a nosotros mismos. Sé honesto contigo, ese ha de ser tu compromiso.
Todo lo que ocurre fuera de tu mente no lo puedes controlar, sí lo que ocurre dentro de ti.
Conquista tu mente y conquistarás tu vida.
 
La muerte viene de tal manera que lo inesperado se convierte en el final, sin programarlo, sin entenderlo.
Esta mañana, temprano, me hacía saber un amigo que anoche, en el transcurso de la verbena en las fiestas de Minaya, un paisano conocido (el sábado estuve saludándole en el mismo lugar), de no más de 60 años, caía al suelo, a la vista de todos, fulminado por lo que parece haber sido un infarto.
Un tipo que se cuidaba, muy trabajador, alto y fuerte, familiar, nada de bares, y ya está, se acabó en ese instante que disfrutaba, que reís, que bailaba con su familia en las fiestas de su pueblo. A la hora estaba muerto en el tanatorio.
¿Así es la vida? Pues, sinceramente, yo entiendo cada vez menos esta vida.
 
“Nunca llegarás al final de un viaje si te paras a tirar piedras a cada perro que te ladre” Churchill
 
Independientemente de que seamos cristianos o no, el libro de Job puede ser una de las piezas de literatura más bellas y también más enigmáticas que jamás se hayan escrito.
Dios arrebata todo a Job: su familia, su casa, salud, y así comprobar si era bueno de verdad, o simplemente lo era porque le iba bien siéndolo. Peculiar.
Job reza, al menos durante los primeros dos capítulos. Luego discute varios días defendiendo su inocencia contra sus “amigos” que le decían que si Dios le había hecho eso era porque se lo merecía, lo cual no era cierto.
Job, entonces, cansado de su sufrimiento, exige a Dios que baje y le expliqué por qué le ha hecho esto si siempre ha sido bueno y se supone que el supremo es un dios justo.
Dios bajó pero en forma de tormenta y le enseñó a Job la complejidad del mundo y del universo, detalles que Job nunca llegó a comprender. En especial, le habló de dos bestias que habitaban el mundo: Behemoth y Leviatán.
Dios le dijo a Job que estás criaturas, peligrosas y horribles, capaces de matarle en un segundo, siguen siendo parte de su obra, de su providencia y sabiduría.
Sin responder directamente a su pregunta, Job lo entiende. Entiende que hasta lo más feo del mundo tiene una razón de ser. Será capaz de vivir el resto de su vida tranquilo y —como dirían los estoicos— acorde a la Naturaleza.
Todo tiene un porqué. No prejuzgarlo.
 
 
S/5.M
 
Nunca había tenido un sueño como el de hoy. No solo carente de significado sino que el contenido, aunque campestre, taurino, está fuera de mis pensamientos o intenciones habituales. A no ser que, y cada vez lo pienso más, tenga otro significado que no le encuentre en este momento.
Resulta que andaba yo por el campo. Un campo cualquiera. Iba en un coche pequeño, con mi padre y mi hijo. En un momento dado decidimos parar, en un llano. Bajo a caminar. A mi espalda, lo que de lejos creía era un  perro corriendo hacia mí, según se acercaba comprendo que era un toro enorme, con unos cuernos impresionantes, marrón oscuro y con cara de pocos amigos. Venía derecho. En un primer instante quedé paralizado, luego comencé a correr como no lo había hecho nunca. Corría hacia ningún lado, simplemente corría. El toro detrás a pocos metros. Conseguí esquivarle con un giro rápido. Aquel toro frenó y se dio la vuelta. Cerca de mí había una especie de arbusto. Tomé la decisión de enfrentarme a él, tratar de engañarle. Me quedé quieto, le llamé y se levantó hacia mí a toda velocidad. Cuando estaba prácticamente encima de mí, me tiré hacia el otro lado consiguiendo así que se golpease con las ramas y el tronco del árbol. Corrí hacia el coche. Mi hijo estaba grabándolo todo. Le grite que me abriese la puerta antes de que el toro se espabilara. No me abría. Mi padre tampoco. Estaban embobados. Justo cuando llegaba, corriendo, jadeante, a aquel coche, ha sonado el despertador… me he perdido la segunda parte del sueño.
Me he quedado intrigado, casi molesto. ¿Cómo terminaría la historia?
 
Me ha vuelto a acompañar, esta mañana, en el baile del tren, Trapiello y su último volumen de diarios ‘Éramos otros’. Empaparme de buena literatura antes de comenzar la jornada, que tendrá sus más y sus menos, es como esa cerveza fría, prácticamente congelada, que tomo los días de verano antes de comer. Te deja el cuerpo hecho y el cerebro, en este caso menos alcohólico, limpio de toda impureza.
 
Primer día contradictorio. Estamos ante un momento incierto en el que desconocemos lo que será y cómo será.
La responsabilidad es trabajar y seguir adelante; la responsabilidad personal es, además, no perder de vista ese futuro. Quedar en el limbo y verlas venir es absurdo.
 
“Solo estamos seguros de escribir mal cuando escribimos; la única obra grande y perfecta es aquella que nunca soñamos realizar.” Fernando Pessoa
 
La gratitud siempre llega desde la apreciación. Y con la amistad, esa verdadera, la que surge del cariño y la comprensión, y nunca de las circunstancias.
 
Cuestionarse es el inicio del viaje. Cuestionar es el inicio de tu libertad.
 
 
S/6.X
 
Me vuelve a sorprender la lluvia al salir de casa. Manga corta y sin paraguas. No vuelvo. Me arriesgo.
Me he sentado en el tren como cuando mojas un trozo de pan en aceite, no llega a empaparse del todo. Mojado superficialmente.
La chica que se sentaba frente a mí no me quitaba ojo. No sé si por los gotarrones que adornaban toda mi ropa o si por estas barbas mías, algo descuidadas en el inicio de mes. Me he puesto a leer. Seguía mirando. Me estaba poniendo nervioso. No quería mirarla, para que no pensara. Al poco ha dado una especie de respingo. Debía estar inmersa en sus pensamientos, o simplemente dormida con los ojos abiertos. Muy extraño. No creo que ni siquiera se haya dado cuenta de mi presencia.
 
Asumir un contratiempo como desafío. En momentos de la vida, de nuestro camino, nos aparecen obstáculos, contratiempos, difíciles  en apariencia, de superar. Puedo estar frente a uno de ellos. Dependo solo de mí, de mi ingenio y de mi capacidad de recuperación. Si no me dejo llevar por la negatividad, podré aumentar mis posibilidades de encontrar una solución.
 
“1. El perdón nos ofrece un cuadro de un mundo en el que ya no hay sufrimiento, es imposible perder y la ira no tiene sentido. 2. El ataque ha desaparecido y a la locura le ha llegado su fin. 3. ¿Qué sufrimiento podría concebirse ahora? 4. ¿En qué pérdida se podría incurrir? 5. El mundo se convierte en un remanso de dicha, abun­dancia, caridad y generosidad sin fin.” UCDM L249- 1.5
 
Escribimos muchas cosas y siempre tengo el mismo objetivo, la misma obsesión, que me ayude a recordar. Pensaba ahora, también, que a veces lo hago para ayudarme a olvidar.
 
Estamos en el asiento de pasajeros de nuestra vida. No llevamos el volante. El volante lo lleva nuestra mente. No somos dueños de nuestra mente. No elegimos lo que queremos hacer. Creemos que podemos. A la mínima perdemos la voluntad y quedamos en manos de nuestros hábitos. No es nada fácil llevar el control.
Meditar es cultivar un estado. Cultivar es regresar una y otra vez. Es atención, es transformar nuestra mente a través de entrenamientos mentales y estudio. Nada bueno va a ser interesante.
Tú debes de tener interés propio.
Si tú tienes tu propia alegría, tu propio entusiasmo, entonces no quedas a merced del capricho momentáneo. Estarás libre para elegir dónde invertir tu tiempo y energía.
 
El miedo está directamente relacionado con el apego.

 
 
S/7.J
 
Uno de los hábitos que he conseguido cambiar, para bien, es el de acostarme temprano, entre semana, para así dormir las horas que más o menos necesito y estar mental, y físicamente, adecuado durante el día. Necesito de siete a ocho horas de sueño para estar en forma. Acostándome pronto consigo dos cosas: dormir bien mis horas, como he dicho, y no andar por ahí de zascandil cenando y bebiendo de más.
No sé muy bien cómo era capaz de aguantar, en esas épocas, tampoco hace tanto, en las que el trasnoche era prácticamente diario, de lunes a viernes.
Mi desorden vital vino dado, realmente, por ese desorden en el día a día: desorden físico, desorden de sueño, desorden de comidas. Todo ello, inevitablemente, te lleva a un desorden mental. Cuando tienes desorden mental no tomas las decisiones adecuadas, no cuestionas, te dejas llevar.
Nunca es tarde si quieres cambiar ciertos hábitos de conducta; si te dejas mucho será muy difícil recuperarte de los daños colaterales.
 
El fundamento principal del ego, su enseñanza, es la adquisición de medios, de recursos que potencien su identidad, su cuerpo físico. Así se las va ingeniando para fabricar un mundo de necesidades que tienen que ser cubiertas pues, de no ser así, vive percibiendo la carencia, la pobreza, la enfermedad o la muerte.
Desde el momento que nacemos, sentimos la necesidad de satisfacer nuestro apetito físico. Alimentamos ese cuerpo, recién nacido al plano material, y así aseguramos su crecimiento. Pero eso sería una necesidad básica. Cuando vamos creciendo, sentimos otras necesidades, como son la protección, trabajo, dinero, familia, amigos, parejas, grupos, valores, etc.
Cada vez que alcanzamos esas necesidades, entendemos que es importante conservarlas y, ante el temor de perderlas, decidimos apegarnos a ellas y a defenderlas a capa y espada.
El ego es un adicto al apego, pues cambiar, lo interpreta como perder, y no está dispuesto a renunciar.
Llegará un  momento que nos cansaremos de buscar la paz, la felicidad, allí donde es imposible hallarla, entonces decidiremos cambiar el rumbo de nuestra nave y estableceremos un nuevo rumbo que nos garantice parar en un puerto seguro.
Solo existe una única Verdad: es la que nos lleva a ver lo que Somos. Debemos invertir la dirección de nuestro pensamiento y sustituir el apego por lo material potenciando la visión de lo Espiritual.
 
 
“La mayor parte de las malas acciones de los hombres vienen a su encuentro enmascaradas bajo la apariencia de la necesidad; luego, cometida la mala acción en un momento de euforia, de temor o de delirio, nos damos cuenta de que podría haberse evitado pasando de largo.” Alexandre Dumas, El conde de Montecristo, 1844
 
A lo largo de mi vida he abandonado muchos proyectos. Unos por desgana, otros porque se han torcido. Nunca sabré que hubiera pasado llegando al final. No abandones, termina lo que empiezas. El resultado es lo de menos.
 
Supone una gran alegría cuando alguien me convence de que estoy equivocado en algo. No todo lo que creemos es lo cierto. No todo lo que pensamos es el único pensamiento. Cuestionar.
 
Lo que hacemos imposible.
Lo posible de lo imposible.
La posibilidad de lo imposible.
Posibles títulos para el segundo volumen, que comienza, de estos diarios estoicos.
 
La frustración o el enfado es nuestra respuesta natural cuando nos contradicen o no conseguimos lo que queremos. De hecho, diría, en el caso de los jóvenes es algo que se multiplica de tal modo que les está llevando a tener verdaderos problemas de salud mental.
Tener un contratiempo debería ser un reto, una prueba de resistencia. En ocasiones estas pruebas pueden ser tan duras que cualquiera de nosotros caería en el llanto, la depresión y desesperación.
Escuchaba esta mañana, según venía, las declaraciones del padre, actor, del joven que ha asesinado, descuartizado, a otro hombre (aparentemente su pareja), en Tailandia. Era la primera vez que podía visitar a su hijo, preso en una cárcel de ese país: “no vais a ver lágrimas, no me vais a ver llorando. Esto es o una desgracia o un reto.”
Una respuesta muy estoica.
Es verdad que es una situación extrema, radical. Tu hijo en la cárcel, culpable de un asesinato dantesco.
A veces, cuando afrontamos un contratiempo, o un  nuevo horizonte, lo vemos como imposible, inaccesible, que solo esa condición mental ya supone un obstáculo. No damos el paso por miedo al fracaso. Nos paralizamos.
Es cuestión de atreverse. Todo es cuestión de atreverse.
Los imposibles son imposibles hasta que nos atrevemos a hacerlos posibles.
Ver las cosas de otra manera: reto o desgracia.
 
 
S/8.V
 
He podido leer, antes de entrar al despacho, mientras tomaba café, las primeras páginas de ‘Una vida entre perros’, las memorias de Abigail Thomas de las que Stephen King ha dicho que son “las mejores memorias que he leído nunca. Tristes, aterradoras, divertidas y tremendamente honestas. Un libro que va directo al corazón.” Leí una reseña del libro en verano, me interesó y lo coloqué en la lista de pendientes, he esperado a su publicación, en estos primeros días de septiembre, y ya estoy inmerso y emocionado con él. Literatura desde lo humano, literatura de lo real, literatura de lo sencillo. No ficción en estado puro, ese estado que provoca el alma.
 
La forma de cómo asumimos mentalmente una determinada situación tiene que ver, directamente, en cómo respondemos a ella emocionalmente.
No es lo mismo hundirte, sentir rabia o frustrarte al sentir un revés de la vida, que experimentar satisfacción por enfrentarte con éxito a ese reto que aparece en el contratiempo.
 
“Somos hombres malos que viven entre hombres malos; y solo una cosa puede calmarnos: debemos acordar ser benévolos los unos con los otros.” Séneca
 
Asume que poco control puedes tener sobre tu futuro. Lo único que podemos controlar es el instante del presente que vivimos.
 
El Conocimiento de Sí mismo siempre es la base de todo conocimiento, como nos enseñaron los antiguos sabios hace miles de años.
Su pregunta fundamental en la vida es “¿Quién soy yo?”, sin este conocimiento todos nuestros demás conocimientos serán puestos en duda en lo que respecta su verdad y valores.
Si no te conoces a ti mismo, ¿puedes ni siquiera pretender conocer algo fuera de ti mismo? Corremos tras lo material, los objetos externos, tratando de conocerlos o poseerlos, pero ignoramos lo más obvio, que es nuestro propio ser y visión interior.
 
 
S/9.S
 
Tengo más necesidad de dormir que antes. ¿Será también cosa de los años?
 
Cuántas veces, sin darnos cuenta, o sí, perdemos nuestra dignidad de callar y no decir lo que pensamos. De eso se aprovechan algunos. Escucha siempre, pero cuando no estés de acuerdo, habla. Solo los ignorantes te quitarán la palabra.
 
He vuelto a sentir que el silencio es la mejor medicina para el alma y que encontrarlo solo requiere abrir la mente para buscarlo.
 
Pensaba ahora en algunos asuntos, no tengo muy claro si los hablé con alguien o viví ayer tarde o, simplemente, si son los recuerdos de los sueños de esta noche.
 
Qué decir de estas tardes de sábado en casa. Cocinar, ver pelis tirado en el sillón, leer, escribir, dejar que la cabeza se vaya de sí, no pensar, ir.
Kika sobre mis piernas, Alex al lado. No necesito mucho más. Sinceramente nada más.
 
He repartido mi vida inútilmente entre el amor y el deseo, la queja de la muerte, el lamento de la soledad. Me aparté de los pensamientos profundos, y he agredido a mi cuerpo con los excesos y he ofendido a mi alma con la negación. 


Me he sentido culpable de derrochar la vida y no he querido quedarme en casa a atesorarla. Tuve miedo del fuego y me incineré. Amaba las páginas de un libro y corría a la calle a aturdirme. Todo ha sido superficial y vacío. No tuve odio sino amargura, nunca rencor sino desencanto. Lo esperé todo de los hombres y todo lo obtuve. Sólo de mí no he sacado nada: en esto me parezco a las tumbas. 


¿Pude haber vivido de otro modo? Si pudiera recomenzar, ¿lo haría?” Jaime Sabines, poeta.
Pero, qué belleza.
 
Cada uno tenemos una cruz. La cruz. Cargamos con ella toda la vida, con nuestros conflictos, nuestras contradicciones. Los hay que no lo reconocen, los hay que prefieren ignorarlo. Otros se hacen cargo, lo asumen. De vez en cuando sienten su peso y en días les cae como una losa, no pueden con ello. A lo largo del camino, ese que espero sea largo, habrá tiempo para todo, hasta para entender.
 
 
S/10.D
 
Hay obsesiones positivas o negativas; obsesiones que nos hacen crecer y obsesiones que nos limitan.
Creo no haber tenido excesivas obsesiones, prácticamente por ninguna. Si tuviera que decir alguna, tal vez sería el orden. Con el tiempo incluso me he ido haciendo ‘más obsesivo’ con esto del orden: cada cosa en su sitio, ni centímetro a un lado ni a otro, en su cajón o cada libro en su lugar, de tal manera que sepa exactamente dónde se encuentra hasta el último que compré. A lo mejor esto podría entenderse como obsesión negativa, dependiendo del punto de vista desde el que se mire.
Necesito un cuaderno donde escribir y un libro siempre conmigo. Vaya donde vaya, en mi mochila o en la mano. Sentir el papel a escasos centímetros de mí me da seguridad, una seguridad que nunca he entendido porque nunca, tampoco, he sido un fanático lector ni mucho menos excelso escritor.
Subrayo los libros. Los toqueteo de tal modo que los hago míos y de nadie más. No los presto.
Me obsesiona la paz y el silencio. Lo busco hasta convertir el murmullo del viento en mis campos en ese instante de serenidad y quietud que me transforma en un ser especialmente privilegiado. Diferente.
Escribir ¿Es una obsesión? No lo es. Escribir es una pregunta constante en mi vida. ¿Por qué lo hago? Simplemente porque sí, porque lo necesito para responderme, recomponerme, de cada uno de esos bocados que me va dando el camino; para preguntarme y aclararme; para algún día recordarme.
 
La incertidumbre, el miedo, puede ser algo que sintamos ajeno. Es nuestro, sentirlo nos hace estar vivos. Reconozcámoslo como parte del camino y aprovechemos como reto de nuestro destino.
 
“La escritura combate el miedo y la angustia por las pérdidas irreparables.” Rafael Chirbes
 
Parece que hoy es el Día Mundial para la Prevención del Suicidio. De cada 100 muertes en el mundo, una es por suicidio. En nuestro país, once personas al día se quitan la vida creyendo que no tienen otra salida a ese dolor existencial, insoportable, que les invade.
Siempre hay una salida, siempre. La vida. Vivir es una salida.
Algo está ocurriendo, además, cuando muchas de estas muertes son de jóvenes, adolescentes.
Intentemos ponernos en la piel de quien no quiere vivir y no dudemos en escuchar y ayudar a recuperar la esperanza y la confianza en la vida a las personas que sufren en silencio y se sienten solas y perdidas. Ayudar no es juzgar.
Es labor de todos intentar que la gente no piense en matarse. Hay formas para fortalecer las dificultades del día a día.
Me da escalofríos cada vez que recuerdo el suicidio del vecino, del amigo, J. Vivíamos puerta con puerta. Nuestros patios estaban separados por una pequeña verja a través de la que manteníamos conversaciones interminables en las noches de verano. Nos fuimos a vivir allí prácticamente a la vez. Él viudo, ella divorciada. Él con un hijo, ella con dos. Les vimos crecer como ellos a A. Decidieron casarse. Los casé. Tenían un estanco. La crisis, los cambios en los hábitos de consumo local, los impuestos. La última vez que le vi deambulaba por la calle, cerca de su casa, con la mirada perdida, como ido. Le saludé. No estaba ahí, aunque me contestó. Me quedé realmente impactado. No conocía que llevaba tiempo en tratamiento por una depresión demasiado larga. Una semana después de aquel día, dejó que su mujer marchara a trabajar, se quedó solo, se metió en la bañera con agua caliente y se clavó un cuchillo en el pecho a la altura del corazón.
Me llamó el concejal de seguridad del ayuntamiento según viajaba a Sevilla. No lo olvidaré. El hombre se asustó al tener conocimiento del incidente y ver la dirección.
Me quedé impactado. No podía creerlo. ¿Cómo pudo llegar J a aquello? ¿Cómo pudo premeditar, preparar, su muerte así?
 
Solo las acciones revelan nuestros valores. Las palabras se van, se pierden, quedan en nada.
 
Estaba sentado en la terraza, la aprovecho poco, tan plácidamente y se ha puesto, de repente, un cielo gris, con truenos y lluvia. He tratado de aguantar hasta que los goterones han alcanzado el cuaderno. Ha sido uno de esos momentos en los que lo natural convierte el espacio urbano en algo con briznas de poesía. La lluvia en verano se entrega a la poesía. Puedes salir y mojarte. Puedes abrir las ventanas y dejar que las gotas salpiquen las cortinas. O simplemente, invitar que ese olor a mojado penetre en tu habitación haciéndote sentir añoranza del campo.
 
Cada una de nuestras acciones nos provocará experimentar, tarde o temprano, algo similar.
Acciones virtuosas provocaran en nosotros dicha y felicidad.
Acciones que perjudican, tarde o temprano nos provocarán sufrimiento.
Acciones neutras, ni fu ni fa, quedaran en eso, en lo neutro.
Lo que siembras recoges.
El apóstol Pablo escribió: “Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará” (2 Corintios 9:6).
Dícese del karma.

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