Diario de un Estoico. Lo que el viento nos deja. Semana 44
J/26.L
- ¿Por qué?, me preguntó.
El relato sugiere también que fijándonos en el modo de vida de nuestros perros, podríamos aprender a disfrutar la vida como ellos y ser más felices. Si disfrutamos de la vida, seremos también mejores profesionales. Si valoramos cada instante, amaremos nuestro trabajo.
No a todo el mundo le gustan los perros. A mí me acompañó Mozart, un West Highland White Terrier inolvidable, y ahora Kika, una Teckel Mini de lo más cariñosa. Mozart ya no está. Puedo decir que uno antes y Kika ahora, imparten unas lecciones que merece la pena prender:
Cuando abres la puerta de casa corren a saludar a sus seres queridos como si fuera la primera vez que los ven.
No pierden oportunidad de estar a tu lado, abrazándote o besándote a su manera.
Prefieren pasear en cuánto les das la oportunidad.
Disfrutan del aire fresco y el viento en la cara como si fuera el acto más placentero posible.
Duermen bastante y descansan sin pensamientos tóxicos, con la mirada en el infinito.
Evitan la agresividad. No 'muerden' si con un gruñido es suficiente.
Se estiran bien antes de levantarse, corren, saltan todos los días.
Si están felices, que es casi siempre, bailan moviendo todo el cuerpo.
Son fieles y leales.
No son rencorosos.
Siempre están ahí. Si te perciben triste, simplemente quedan a tu lado para que te sientas arropado.
La determinación te hace superar esos obstáculos y fracasos que aparecen en el camino. Caminar despacio, aprendiendo, creciendo.
“No te disgustes, ni desfallezcas, ni te impacientes, si no logras siempre actuar de acuerdo con rectos principios. Por el contrario, cuando fracases, vuelve a intentarlo. Ama aquello a lo que de nuevo encaminas tus pasos.”
Es muy posible que jamás lleguemos a ser estoicos —dícese y entiéndase como sabios perfectos— pero no por ello debemos dejar de esforzarnos en mejorarnos. “¿Es que por no tener talento deberé abandonar todo esfuerzo por hacer lo mejor que pueda? ¡Desde luego que no!” nos decía Epicteto.
Ser paciente con nosotros mismos es ser perseverante en nuestro gran proyecto: NOSOTROS.
Esos que imponen su verdad son esos que más temen.
Me apunto a esos otros del ‘cada vez sé que sé menos’.
Prioriza tu interior y relativiza todo lo exterior.
Para los amigos estoicos, la templanza, la voluntad de dominar ese mundo exterior nuestro, es la entrada a la verdadera plenitud existencia.
Encontrar la verdad es el objetivo.
Fui de los primeros, en mi ámbito, en desterrar la corbata del susodicho uniforme; más tarde la chaqueta hasta que, finalmente comencé a cambiar los pesados zapatos por los cómodos sneakers. Ahora ya, en estos momentos vitales, me permito llevar algún que otro polo de manga corta de vez en cuando. Todo va cambiando.
Recuerdo bien, de las primeras veces que ‘osé’ quitarme la corbata, siendo entonces director general de infraestructuras y servicios educativos, y subió a despachar conmigo uno de los subdirectores, el más mayor. Tras terminar la reunión, enfundado en un traje clásico, con una de esas corbatas poco alegres de época, me miró y me solicitó permiso para hacerme un comentario personal. No recuerdo bien su nombre pero le dije, como siempre, que adelante:
- Hace usted un flaco favor a la institución que representa –me espetó.
Cuando abandoné aquellas responsabilidades, no volví a ponerme una corbata ni con traje.
J/29.J
Tuve ayer una de esas
tardes de fraternidad, como yo llamo cuándo estoy con uno de esos Amigos, en
mayúscula, que desde hace muchos años eleva la condición de amistad. Juntos,
ambos, hemos sufrido y lidiado mil batallas, alguna cornada. Me ha defendido
cuando ha tenido que hacerlo, y cuando no también aunque me haya dicho a la
cara de mis errores. Me ha sujetado en las caídas. Siempre ahí, siempre estamos
ahí.
Cada uno su camino, pero en algún proyecto todavía unidos. Mucho más impulsivo y valiente que yo. Una mente positiva y, diría, privilegiada, que piensa que hoy es hoy y mañana es mañana. Pero sabe bien, siempre, que tiene que hacer mañana.
Hablamos prácticamente todos los días y nos vemos, junto un cava o unas copas, de vez en cuando. Rememoramos nuestras andanzas, hazañas o fracasos, y repasamos las situaciones de cada uno como si fuera el análisis de futuro de cualquier proyecto empresarial.
Son momentos felices. Momentos que merece la pena vivir. Privilegiados. De eso se trata. Eso es la vida. Es la amistad como tal. Su autenticidad.
Me siento acompañado y siempre marcho a casa con una motivación y seguridad mayor que antes de vernos.
No se trata de dar por recibir, o recibir pensando en lo que das. Se trata de estar ahí, para bien o para mal, sea lo que sea.
Uno de mis colegas, el griego Aristóteles reflexionó muchísimo sobre conceptos de altura como la "esencia" o la "sustancia", pero también sobre asuntos mucho más mundanos como sería la forma en la que surge y los motivos por los que se arraiga una amistad.
Aristóteles, dedica los libros VIII y XIX de su fabulosa obra 'Ética a Nicómaco' a la amistad.
La amistad recibe, pero sobre todo, otorga, especialmente en aquellos momentos en los que la ayuda no se pide expresamente.
Hace una clasificación de la amistad en tres grandes grupos:
La amistad por interés. Una visión tremendamente instrumental de las relaciones entre dos personas, en la cual los demás solo son útiles en la medida en la que uno se beneficia en algo de otro. En esta clase de amistad son habituales “las reclamaciones y los reproches”, y es propia de hombres malos, puesto que estos “no se complacen en sí mismos si no existe la posibilidad de algún provecho o placer”. Normalmente se trata de aduladores que quieren ganarse el favor del otro.
La
amistad por placer. Se encuentra un peculiar punto
intermedio entre las otras dos, pero ¿en qué se diferencia de ambas? El
filósofo especialista en Descartes lo explicó: “En los que se quieren
por interés, la amistad obedece al propio bien; y en los que se quieren por
el placer, a su propio gusto”. Tiende a desaparecer en cuanto dejan de ser
agradables.
La
amistad perfecta. Sería la más permanente y, por lo
tanto, la más rara. El deseo de amistad puede surgir rápidamente, pero no
necesariamente esta. Se basa en un aprecio de las virtudes que la otra persona
tiene. Esta clase de relación, a la que debemos aspirar, es la más altruista y
menos interesada.
Saber, conocer. Solo
desde el saber podrás ejercitarte en realizar acciones virtuosas.
Focalízate, céntrate, en pequeñas metas y objetivos.
Busca el bienestar personal, la aceptación y la serenidad.
Nos complicamos la
vida enredándonos en nuestros propios pensamientos. No nos llevan a ningún
lado. Nos pervierten nuestra serenidad, nuestra libertad, nuestro ser interior.
“El
hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se ha dicho que es un
animal afectivo o sentimental. Y acaso lo que de los demás animales le
diferencia sea más el sentimiento que no la razón. Más veces he visto razonar a
un gato que no reír o llorar. Acaso llore o ría por dentro, pero por dentro
acaso también el cangrejo resuelva ecuaciones de segundo grado.” Miguel
de Unamuno, ‘Del sentimiento trágico de la vida’.
J/30.V
Debería ser hoy uno
de esos días de escritura y lectura, de bohemia. Esos días en los que recupero
el silencio, el tiempo.
Me dejo llevar, voluntariamente, por este mundo veloz, desmemoriado, programado hasta tal punto que nosotros mismos somos parte del programa.
Los viernes llego cansado. Las tensiones, las incertidumbres que sobrevuelan en lo laboral, los proyectos que no terminan de arrancar, el final de mes que nos acerca sigilosamente a los vientos estivales, con su estrés provocado por no ser capaz de tomar las decisiones adecuadas.
No
olvidemos que las emociones son temporales, nuestro compromiso y disciplina es
permanente. Nunca dejemos que un instante defina nuestra realidad.
Literaturizar tu
vida. Eso es escribir en un diario.
¿Qué es lo peor que
podría pasar? Prepárate para cuando llegue. Actúa siempre con honor. No te
alejes de tus valores, es lo único que nadie podrá arrebatarte.
Leo estos días, a
ratos, otra de esas novelas a las que llego por recomendaciones o reseñas de
otros autores a los que sigo. Diríamos que están englobadas en esa nueva
literatura española, potente, que, desde luego, impacta y emocional. El libro
es ‘La mala costumbre’ y está
escrito por Alana S. Portero.
Pluma mordaz a la vez que tierna, porque eso son los libros que se escriben desde las vísceras de uno mismo.
La novela es vida, la vida de ese otro Madrid que algunos conocimos, el de los márgenes, el de los poblados repletos de muchas gentes buenas, humildes, revueltos entre algún que otro miserable. El Madrid obrero, el de las luchas vecinales, el del sur, el de San Blas –en este caso-, pero que era bien parecido a otras zonas como la del Pozo del Tío Raimundo, que bien conocí.
Esta novela valiente narra, en primera persona, el crecimiento “de una niña atrapada en un cuerpo que no sabe habitar.”
Sinceramente me ha atrapado, desde el primer momento, su escritura pero también la historia. Es perfecta para estos días de calor en los que no merece perderse más allá de lo cotidiano.
Hacer
las cosas bien es muy complicado, sobre todo tras haberlas hecho mal.
“Olvida el pasado”
escribió Emerson en su diario en junio de 1938. Cuántas veces lo habré escrito
yo en mis cuadernos en los últimos años. “No seas esclavo de tu pasado”,
matizó más adelante. Tan difícil, vivir sin plegarse a lo que nos ha ido
ocurriendo en la vida.
J/1.S
No es fácil conocerse uno mismo. No a todos nos
gusta hacer esa labor interna que tiene que ver con enfrentarte a tus miserias,
reconocerlas y ser capaces de desechar todo aquello que no nos sirve.
Podemos estar engañándonos toda la vida, dejándonos arrastrar de una actividad a otra y excusando el tiempo para con nosotros. Nos falta calma. Tiempo de reflexión. Durante el año parece que todo nos viene encima de tal modo que es difícil encontrar esos tiempos, esos silencios. Yo los busco y los encuentro. Para mí es una necesidad vital y algo que ha tenido mucho que ver con mi crecimiento espiritual y esa búsqueda de un equilibrio emocional que reconozco no me es fácil encontrar.
El verano ofrece mucho más espacio. Hay pocas excusas para no encontrar unos instantes para estar con nuestro Yo, para autoconocernos.
La introspección es un proceso personal que consiste en asomarte a tu interior para examinar cómo respondemos ante distintas experiencias o estímulos.
Una caminata.
Meditar. Correr. Sentarte en la arena mirando el mar o en una linde
contemplando el anochecer en el campo. Estar en silencio.
Conocer tus fortalezas y limitaciones te ayudará a tomar mejores pequeñas y grandes decisiones.
Soy muy de rutinas. De lunes a viernes tengo unas;
los sábados y domingos diferentes.
Me gustan las rutinas, los hábitos (buenos y malos), los rituales. De alguna manera, para mí, significan orden, calma. También me llevan al defecto de la programación.
Cuando se rompen, cuando se me rompen, por algo externo, ajeno, me descoloco.
Una
rectificación, en tiempo y en forma, siempre será una respuesta sabia.
Rectificar tarde puede ser peor que no haberlo hecho nunca.
John Locke, filósofo
además de médico, nos advirtió que los hombre solemos olvidar fácilmente que la
felicidad humana es una disposición de la mente, no una condición de las
circunstancias.
De las series que más
me acuerdo de cuando era pequeño una es Pippi Calzaslargas y otra Sandokán. He
recordado esto al ver hoy, en la prensa, una imagen de los protagonistas de la
primera. Me viene ahora a la cabeza otra: La casa de la pradera. Todo ello sin
olvidar, también, a mi querida Heidi o aquél grandioso Mazinger Z.
Ahora no sabría decir si primero llegué yo y luego la tele a mi casa o si cuando llegué ya estaba. Sí que tengo en la memoria que era un inmenso y pesado trasto, en blanco y negro, con una pantalla bastante pequeña comparada a lo que solemos tener ahora en nuestras casas.
Mis padres tampoco fueron de los primeros en comprar una en color. Cuidaban, y cuidaban, tanto todo que ni siquiera se estropeaba. Siempre decían lo mismo: “no lo vamos a tirar así que mientras que dure no se cambia por otra.”
J/2.D
Que desagradable es
la queja. Qué negativo es culpar a los demás de todo aquello que desde nuestra
percepción o punto de vista no nos gusta o quisiéramos que fuera de otro modo.
Nuestro
fin en la tierra consiste en desarrollar esos talentos que la naturaleza nos ha
proporcionado y aportar a los demás, dejar nuestra huella.
La vida solo va en
una dirección.
Cada uno tenemos, o deberíamos tener, un mapa: nuestro mapa.
Acepta tu poder. Es mucho cuando lo reconoces.
Nuestro
sufrimiento está en el deseo.
Uno de los grandes peligros de nuestro mundo, hoy en día, materialista, consumista, rápido, viene siendo el hecho de desear siempre más y más, nunca estar contentos y saciados.
El éxito de la felicidad parte de la voluntad personal.
Valora lo que tienes porque siempre podrás perderlo.
Ser virtuoso. Los bienes dependen de la fortuna. La fortuna no te hace feliz. Y cualquiera puede llegar a ser feliz independientemente de las circunstancias que le haya tocado vivir.
“El
hombre de bien no se ufana de hacer favores, sino que se prepara para el
siguiente, al igual que la vid que en cada nueva estación da otra vez racimos.
¿Debemos, pues, ser como quienes actúan sin buscar contraprestaciones?” Marco
Aurelio
Las horas que paso
con mi hijo, son un privilegio y una gratitud difícilmente de entender, dependiendo
de las circunstancias de cada uno o, sobre todo, si no tienes hijos. Al igual
que las horas que paso con mis padres, que son un agradecimiento continuado a
los dioses que me permiten más tiempo junto a ellos.
Con mi hijo, que ya no es un niño, aprendo muchísimo de esa vida que ya no es la mía, porque es otro tiempo. Trato de enseñarle, ejemplarizarle desde la experiencia aun sabiendo, cada vez me es más difícil.
Aun así lo intento, desde mi imperfección. Asumiendo mis errores e intentando convencerle que aprenda de ellos; ya he sufrido yo por cometerlos, que no cometa los mismos.
Yo, aprendí mucho en mis años de formación, colegios, universidad y algún que otro máster de escuela de negocios. A él se le da la mejor educación posible, como me dieron a mí: física, matemáticas, historia, lengua, idiomas, derecho y mil cosas más. Me preocupa mucho que sepa cómo afrontar situaciones difíciles, de esas a las que la vida nos hace enfrentarnos cuando menos lo esperamos.
¿Cómo superar los miedos o problemas? ¿Cómo superar la pérdida de un familiar, amigo? ¿Cómo enfrentarte al duelo de una separación o a un despido laboral? ¿Qué hacer cuando sufres procesos de ansiedad o sentimientos depresivos? ¿Cómo controlar nuestra ira? ¿Cómo confiar más en nosotros mismos? ¿Cómo no desear más? ¿Cómo preocuparte por lo que verdaderamente está bajo tu control y desechar lo que no está? Esto solo se consigue a base del aprendizaje de la filosofía.
A mi hijo, como a muchos otros, le hablas de filosofía y prácticamente te deja en el sitio y sale corriendo.
Es muy complicado hacerle entender que para caminar en la vida, necesitas conocer mucho más de eso que nos enseñaban en las escuelas: como a mí, como a él.
La filosofía de la vida está en los antiguos sabios y, por ende, en la vida. Está ahí.
Antiguamente existía una filosofía de vida, nosotros necesitamos una filosofía de vida.
La filosofía no es la cosa más aburrida del mundo.
La filosofía no vale con leer y estudiar filosofía, es una práctica.
¿Qué le deseo a mi hijo? Que viva una gran vida. Yo he vivido muy buena vida pero he caído tantas veces que he estado a punto de no levantar la cabeza. No me gustaría que mi hijo jugara con la suerte de levantar o no volver a levantar.
Ahora sé que si hubiese estudiado, y practicado más de lo que sé, ahora tal vez las cosas hubieran sido de otro modo o, al menos, hubiera sufrido menos.
Cada uno de nosotros somos los responsables de arruinar nuestra vida pero, también, y esta es la parte importante, cada uno de nosotros somos capaces de impedir que cualquier problema, situación o circunstancia externa arruine nuestra vida porque nuestro ser interior es inconquistable por lo externo si así lo decidimos.
Cada uno su camino, pero en algún proyecto todavía unidos. Mucho más impulsivo y valiente que yo. Una mente positiva y, diría, privilegiada, que piensa que hoy es hoy y mañana es mañana. Pero sabe bien, siempre, que tiene que hacer mañana.
Hablamos prácticamente todos los días y nos vemos, junto un cava o unas copas, de vez en cuando. Rememoramos nuestras andanzas, hazañas o fracasos, y repasamos las situaciones de cada uno como si fuera el análisis de futuro de cualquier proyecto empresarial.
Son momentos felices. Momentos que merece la pena vivir. Privilegiados. De eso se trata. Eso es la vida. Es la amistad como tal. Su autenticidad.
Me siento acompañado y siempre marcho a casa con una motivación y seguridad mayor que antes de vernos.
No se trata de dar por recibir, o recibir pensando en lo que das. Se trata de estar ahí, para bien o para mal, sea lo que sea.
Uno de mis colegas, el griego Aristóteles reflexionó muchísimo sobre conceptos de altura como la "esencia" o la "sustancia", pero también sobre asuntos mucho más mundanos como sería la forma en la que surge y los motivos por los que se arraiga una amistad.
Aristóteles, dedica los libros VIII y XIX de su fabulosa obra 'Ética a Nicómaco' a la amistad.
La amistad recibe, pero sobre todo, otorga, especialmente en aquellos momentos en los que la ayuda no se pide expresamente.
Hace una clasificación de la amistad en tres grandes grupos:
La amistad por interés. Una visión tremendamente instrumental de las relaciones entre dos personas, en la cual los demás solo son útiles en la medida en la que uno se beneficia en algo de otro. En esta clase de amistad son habituales “las reclamaciones y los reproches”, y es propia de hombres malos, puesto que estos “no se complacen en sí mismos si no existe la posibilidad de algún provecho o placer”. Normalmente se trata de aduladores que quieren ganarse el favor del otro.
Focalízate, céntrate, en pequeñas metas y objetivos.
Busca el bienestar personal, la aceptación y la serenidad.
Me dejo llevar, voluntariamente, por este mundo veloz, desmemoriado, programado hasta tal punto que nosotros mismos somos parte del programa.
Los viernes llego cansado. Las tensiones, las incertidumbres que sobrevuelan en lo laboral, los proyectos que no terminan de arrancar, el final de mes que nos acerca sigilosamente a los vientos estivales, con su estrés provocado por no ser capaz de tomar las decisiones adecuadas.
Pluma mordaz a la vez que tierna, porque eso son los libros que se escriben desde las vísceras de uno mismo.
La novela es vida, la vida de ese otro Madrid que algunos conocimos, el de los márgenes, el de los poblados repletos de muchas gentes buenas, humildes, revueltos entre algún que otro miserable. El Madrid obrero, el de las luchas vecinales, el del sur, el de San Blas –en este caso-, pero que era bien parecido a otras zonas como la del Pozo del Tío Raimundo, que bien conocí.
Esta novela valiente narra, en primera persona, el crecimiento “de una niña atrapada en un cuerpo que no sabe habitar.”
Sinceramente me ha atrapado, desde el primer momento, su escritura pero también la historia. Es perfecta para estos días de calor en los que no merece perderse más allá de lo cotidiano.
Podemos estar engañándonos toda la vida, dejándonos arrastrar de una actividad a otra y excusando el tiempo para con nosotros. Nos falta calma. Tiempo de reflexión. Durante el año parece que todo nos viene encima de tal modo que es difícil encontrar esos tiempos, esos silencios. Yo los busco y los encuentro. Para mí es una necesidad vital y algo que ha tenido mucho que ver con mi crecimiento espiritual y esa búsqueda de un equilibrio emocional que reconozco no me es fácil encontrar.
El verano ofrece mucho más espacio. Hay pocas excusas para no encontrar unos instantes para estar con nuestro Yo, para autoconocernos.
La introspección es un proceso personal que consiste en asomarte a tu interior para examinar cómo respondemos ante distintas experiencias o estímulos.
Conocer tus fortalezas y limitaciones te ayudará a tomar mejores pequeñas y grandes decisiones.
Me gustan las rutinas, los hábitos (buenos y malos), los rituales. De alguna manera, para mí, significan orden, calma. También me llevan al defecto de la programación.
Cuando se rompen, cuando se me rompen, por algo externo, ajeno, me descoloco.
Rectificar tarde puede ser peor que no haberlo hecho nunca.
Ahora no sabría decir si primero llegué yo y luego la tele a mi casa o si cuando llegué ya estaba. Sí que tengo en la memoria que era un inmenso y pesado trasto, en blanco y negro, con una pantalla bastante pequeña comparada a lo que solemos tener ahora en nuestras casas.
Mis padres tampoco fueron de los primeros en comprar una en color. Cuidaban, y cuidaban, tanto todo que ni siquiera se estropeaba. Siempre decían lo mismo: “no lo vamos a tirar así que mientras que dure no se cambia por otra.”
Cada uno tenemos, o deberíamos tener, un mapa: nuestro mapa.
Acepta tu poder. Es mucho cuando lo reconoces.
Uno de los grandes peligros de nuestro mundo, hoy en día, materialista, consumista, rápido, viene siendo el hecho de desear siempre más y más, nunca estar contentos y saciados.
El éxito de la felicidad parte de la voluntad personal.
Valora lo que tienes porque siempre podrás perderlo.
Ser virtuoso. Los bienes dependen de la fortuna. La fortuna no te hace feliz. Y cualquiera puede llegar a ser feliz independientemente de las circunstancias que le haya tocado vivir.
Con mi hijo, que ya no es un niño, aprendo muchísimo de esa vida que ya no es la mía, porque es otro tiempo. Trato de enseñarle, ejemplarizarle desde la experiencia aun sabiendo, cada vez me es más difícil.
Aun así lo intento, desde mi imperfección. Asumiendo mis errores e intentando convencerle que aprenda de ellos; ya he sufrido yo por cometerlos, que no cometa los mismos.
Yo, aprendí mucho en mis años de formación, colegios, universidad y algún que otro máster de escuela de negocios. A él se le da la mejor educación posible, como me dieron a mí: física, matemáticas, historia, lengua, idiomas, derecho y mil cosas más. Me preocupa mucho que sepa cómo afrontar situaciones difíciles, de esas a las que la vida nos hace enfrentarnos cuando menos lo esperamos.
¿Cómo superar los miedos o problemas? ¿Cómo superar la pérdida de un familiar, amigo? ¿Cómo enfrentarte al duelo de una separación o a un despido laboral? ¿Qué hacer cuando sufres procesos de ansiedad o sentimientos depresivos? ¿Cómo controlar nuestra ira? ¿Cómo confiar más en nosotros mismos? ¿Cómo no desear más? ¿Cómo preocuparte por lo que verdaderamente está bajo tu control y desechar lo que no está? Esto solo se consigue a base del aprendizaje de la filosofía.
A mi hijo, como a muchos otros, le hablas de filosofía y prácticamente te deja en el sitio y sale corriendo.
Es muy complicado hacerle entender que para caminar en la vida, necesitas conocer mucho más de eso que nos enseñaban en las escuelas: como a mí, como a él.
La filosofía de la vida está en los antiguos sabios y, por ende, en la vida. Está ahí.
Antiguamente existía una filosofía de vida, nosotros necesitamos una filosofía de vida.
La filosofía no es la cosa más aburrida del mundo.
La filosofía no vale con leer y estudiar filosofía, es una práctica.
¿Qué le deseo a mi hijo? Que viva una gran vida. Yo he vivido muy buena vida pero he caído tantas veces que he estado a punto de no levantar la cabeza. No me gustaría que mi hijo jugara con la suerte de levantar o no volver a levantar.
Ahora sé que si hubiese estudiado, y practicado más de lo que sé, ahora tal vez las cosas hubieran sido de otro modo o, al menos, hubiera sufrido menos.
Cada uno de nosotros somos los responsables de arruinar nuestra vida pero, también, y esta es la parte importante, cada uno de nosotros somos capaces de impedir que cualquier problema, situación o circunstancia externa arruine nuestra vida porque nuestro ser interior es inconquistable por lo externo si así lo decidimos.
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