Diario de un Estoico. Lo que el viento nos deja. Semana 37
M/8.L
Levantar con luz, tranquilo, tomar un café, escribir, caminar o correr y después dedicar las horas a alguna producción que no genere más problema y complicación que el del gusto personal por hacerlo. Eso sería vivir.
De alguna u otra manera todos buscamos eso. De una u otra manera, nos sacrificamos toda la vida para llegar a eso y encontrar la felicidad en ese propósito que ponemos en un futuro, el que sea, al que no sabemos si llegaremos jamás.
El otro día mi hijo, hablando de estas cosas, me decía que él no me veía con una vida así, tranquila. Que sería incapaz de no estar trabajando desde el despertar al final del día. Me molestó un poco. Le quise argumentar, sin éxito, que yo tenía mucha más vida además del trabajo, como era estudiar, escribir, dar conferencias, crear. Que para eso trabajaba, para poder hacerlo algún día, cuanto antes mejor.
Te conozco, papá, es imposible.
La verdad es que mi hijo, desde que nació, me veía cada mañana, amodorrado él, dejándole en la escuela infantil, luego el colegio, y hasta la noche no volvía a verme, cuando me veía. Hasta no hace tanto, los fines de semana se llenaban de actividades que tenían que ver con mi actividad política de aquel entonces. Me ha vivido así, con lo que le es bastante complicado que su padre, en algún momento, pueda levantarse tranquilo, sin horarios, y tener una actividad más placentera que obligada.
Yo no solo me veo sino que lo he convertido en un propósito vital. Todo lo contrario carecería de sentido para mí.
La vida es cambio.
Recuérdate que morirás.
Mira la perspectiva general de todo.
Busca la belleza en el día a día.
Vive siempre según tus valores.
Recuerda de quién es la opinión que importa.
Nada a lo que el ego de valor podrá aportarnos paz y quietud.
¿A qué damos valor?
Trabajar con desconfianzas supone no enfocar objetivos.
Incluso cuando confíes en alguien, guarda algo siempre para ti.
No puedes salir a la calle cada día pensando en todo lo injusto que crees que te ocurre y no hacer nada para cambiarlo.
Soy tan contradictorio, que reconocerlo me divierte tanto como haber hecho todas esas cosas que siempre dije no haría, junto a otras muchas que, avergonzándome por hacerlas, ahora me divierte haberlas hecho. De ahí la contradicción.
Pero de algo de lo que no me siento orgulloso, de ninguna manera, es de estar constantemente preocupado por cuestiones que el que vaya bien o mal al que menos importa es a mí. No he sido capaz, ni un día de mi vida, de no estar preocupado por algo. Muchas preocupaciones son lógicas e incluso diría van unidas a esta edad mía y la vida que tengo, un privilegio desorden dentro de un razonable orden impuesto por mí mismo, y ese exceso de responsabilidad y auto exigencia impuesto. Pero otras, y son esas otras, son preocupaciones que tienen que ver con personas o situaciones de las que se desprende su poca o nula preocupación por lo suyo. Y esa nula preocupación tiene que ver mucho con ser sabedores de que ya otros se preocupan por ellos.
Opino con una mentalidad del que conoce los pueblos y habita la ciudad, el urbanita que pasa temporadas en el pueblo.
Hay quienes tienen pueblo, al que acuden a refugiarse en cuanto pueden, pero se ganan la vida en la ciudad durante la semana. Los hay que tras la pandemia descubrieron el teletrabajo y han elegido volver a los pueblos a vivir temporal o permanentemente. Sin contar con esos que se jubilan y deciden buscar la tranquilidad y calidad de vida rural. Muchos, para los oriundos del lugar, son considerados forasteros o nuevos rurales.
Recordemos que la despoblación demográfica y el despoblamiento no es cosa de ayer. Los éxodos del campo a la ciudad se remontan, diría, de los años sesenta y setenta del siglo pasado y llega a nuestros días.
Cooperación entre pueblos. No todos los pueblos pueden tener lo mismo. Hay que comarcalizar y compartir. Un pueblo no puede exigir lo mismo que el de al lado. Las distancias ahora no son las mismas que las de antes. Hay que actuar conjuntamente.
Las soluciones y transformaciones no pueden ser excluyentes.
Lo importante no son los recursos humanos, lo importante son las personas.
Lo importante no es motivar, lo importante es no desmotivar a los comprometidos.” Xavier Marcet
Las formas de acceder a nuestro Yo son:
Meditar.
Evitar las distracciones y el ruido a nuestro alrededor.
Escribir un diario, para pasar lo inconsciente a consciente.
Descansar lo suficiente.
Siempre me llena de emoción volver a Barcelona. Supone caminar por sus calles, tal vez salir a correr por la Barceloneta y de seguro quemar mis pensamientos en unas copas de vino en esas barras de lugares en los que solo yo me siento a gusto y con gusto.
Y si nosotros la podemos crear, nosotros la podemos destruir.
“Hoy escapé de la ansiedad, o mejor dicho la descarté, porqué está dentro de mí, en mis percepciones, no en algo externo.” Marco Aurelio
Normalmente se produce por intentar controlar aquello que está fuera de nuestro control.
Es decir: ansiedad por el futuro y ansiedad por la opinión de los demás.
El posible dolor del futuro sólo existe en el ahora si lo creas en tu mente, y eso es lo que hacemos con la ansiedad.
Lo mejor que podemos hacer es actuar guiándonos por nuestros propios valores, y compararnos únicamente con nuestro yo de ayer.
Toca poner buena cara en la mañana. Cuando sabes que con quien hablas te está intentando hacer la cama, lo mejor es sonreír como si nada. Como me decían ayer: aprende a templar y pensar más en tus propios intereses.
Aceptar la realidad y utilizarla para tu propio beneficio, es la clave. Entrenamiento físico y mental para reaccionar ente determinadas circunstancias de la vida.
Pocas cosas dependen de nosotros, muy pocas, así que céntrate en lo poco que sí depende.
Difícil es estar ajeno a una época electoral, que finalizará con el año y que comienza ahora.
Tal vez deberíamos tener elecciones cada mes. Los ciudadanos serían mucho más felices.
¿Se dan cuenta que un mes antes de las elecciones todos ofrecen más viviendas, más transportes, más avales para conseguir hipotecas, más ayudas para estudiantes y más y más y más? Y yo, que he estado por esos mundos, me pregunto de dónde sale o saldrá el dinero para todo eso. Si el dinero está ¿por qué no se ha hecho antes? Si no tenemos el dinero ¿por qué se ofrece algo que no podremos pagar?
No me creo nada.
¿No será mejor ofrecer poco y cumplir, que mucho y no cumplir?
La política es credibilidad. Y ya no digo más.
Antes del verano mi padre, cuidadosamente, embolsará cada uno de ellos, ya crecidos pero no maduros, en esa especie de farolillos de papel que convierten los brazos de la vid, al atardecer, en una pérgola de ambiente zen.
No han dejado de cantar los pájaros, no sé si de alegría.
Oler a tierra mojada y a mejorana, que recuerdo plantaba mi abuela en esas grandes macetas que rodeaban el aljibe.
En el aljibe ponían a refrescar, en un cubo que se bajaba mediante una polea, el porrón con el vino, la casera y a veces el melón.
Todo trayecto está lleno de alegrías y tristezas, de errores y aciertos, de éxitos y fracasos. Todo nos ha venido por decisiones, por el destino, por carambolas. Lo que merece la pena es vivirlo aunque a veces se sufra.
Mirar la realidad con nuestros ojos.
Kika va de aquí para allá. Tranquila. Sin ruido. Los pájaros están como si no estuviéramos.
Sobre el tejado cientos de pájaros. Escucho sus pasos sobre las tejas. Van dando pequeños saltitos, suficiente para percibir su movimiento.
Los líderes emocionales llevan siempre una ventaja.
Generar mensajes, discursos, que pellizquen la sensibilidad, lo emocional, es una ventaja frente al que no lo hace.
Las consecuencias de este vaciamiento son la despoblación, la falta de oportunidades para los jóvenes, el envejecimiento.
Ya no hay excusas. Difícil de recuperar lo irrecuperable pero sí fácil de frenar. La administración debe actuar, está obligada a actuar.
Fomentar la inversión en zonas rurales, generar políticas que promuevan el emprendimiento y el desarrollo económico de estas áreas.
Equilibrio territorial y justicia social.
Infinidad de políticos y académicos no se cansan de hablar de despoblación, de esa España vacía o vaciada, sin haber pasado, por no decir pisado, por uno de esos pueblos o aldeas en su vida. Algunos hasta diría que se les pone los pelos de punta con el hecho de pensar en mancharse con barro sus limpios mocasines visitando una siembra en invierno. O pasando una noche sin cobertura en esos rincones españoles donde todavía no llega ni el 3G.
Entonces ¿quién puede hablar de despoblación, de visibilizar esa España rural que se va poco a poco? Los que están, los que siguen y aguantan y luego, sin duda, aquellos que estudian y saben de los comportamientos humanos y el porqué de ellos.
En cuanto nos vamos ellos son los dueños del patio, de la parra, de la higuera, el melocotonero y este cerezo que este año parece cubrir con sus ramas ese pequeño terreno de tierra que dejé a modo de huerto para entretener y sentir.
No nos damos cuenta que según nuestro mundo interior, así es nuestro mundo exterior.
Todo lo que nos ocurre fuera es una proyección de lo que nos está ocurriendo dentro: sentimientos, emociones, desequilibrios, pensamientos.
Da igual en el momento de nuestra vida que nos encontremos, planta la semilla y asume que todo lo que ocurre en tu vida es responsabilidad tuya y solo tú puedes hacer que cambie.
"Miraré la muerte con el mismo rostro con que oigo hablar de ella. Por grandes que sean, me someteré a los trabajos, fortaleciendo mi cuerpo con el espíritu. Con la misma igualdad de ánimo despreciaré las riquezas tanto presentes como ausentes; no me entristeceré de verlas en otros lugares, ni estaré más animoso si me deslumbran a mi alrededor. No haré caso de que venga o se ausente la fortuna. Miraré todas las tierras como si fueran mías y las mías como si fuesen de todos. Viviré como quien sabe que vive para los demás y por eso mimo daré gracias a la naturaleza. ¿Pues de que otra manera puedo arreglar mis otros asuntos? Ella me hizo a mí para todos y a todos para mí. Cuanto posea no lo guardaré sórdidamente ni lo derrocharé con prodigalidad. Nada creeré poseer mejor que lo que doy bien. No ponderaré los beneficios por el número o el peso, ni por otra estimación que la del que los reciba. Y nunca me parecerá mucho lo que reciba una persona digna. Nunca haré nada por la opinión, sino por la conciencia. Cuanto haga, siendo yo solo testigo, creeré hacerlo en presencia de todo el pueblo. El fin de mi comida y bebida será cumplir la necesidad de la naturaleza, no llenar el vientre y saciarlo. Seré amable con mis amigos, suave y condescendiente con mis enemigos; concederme antes de que se me pida y atenderé toda petición honesta. Sabré que mi patria es el mundo y los dioses mis protectores; que ellos están por encima de mí y me rodean, censores de mis hechos y mis dichos. Y cuando la naturaleza reclame mi espíritu y mi razón lo despida, saldré con el testimonio de haber amado la buena conciencia y las buenas inclinaciones y que nadie vio disminuida su libertad por mí, ni menos la mía por nadie".
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