Diario de un Estoico. Lo que el viento nos deja. Semana 39
M/22.L
“Es fácil vivir. Lo difícil es entender. Saberte frágil. No guardarte nada porque no exponerte es negar el milagro. No reniegues nunca de la tristeza que hoy te angustia porque en ella también se cobija la gracia. Recuerda siempre que sufres porque estás vivo…” Jesús Terrés
Sufrimos más por lo que imaginamos que por la realidad.
Asóciate solo con personas que te hacen mejorar.
Mueres cada minuto.
Con el tiempo he descubierto que no arrepentirme nunca de nada es una especie de filosofía transformadora y liberadora. Abrazar cada experiencia, cada error y encontrar el aprendizaje en ellas en lugar de lamentarme.
Diría que el pasado no puede definir quién soy en el presente.
Cada una de mis elecciones, incluso las equivocadas, me ha hecho crecer a nivel personal. Aceptar mis decisiones del pasado y así seguir adelante sin cargar con el peso del arrepentimiento.
Asumo la responsabilidad total tanto de mis acciones como de mis decisiones. No se trata de hacer las cosas y luego si salen mal, echarle la culpa a otros o a estados de embriaguez. En lugar de culpar a otros o a las circunstancias por mis errores, debo reconocer mi papel en cada situación y buscar las maneras de rectificar. Y si tengo que pedir perdón, pedirlo y, por supuesto, aprender de ellas. Controlar mi propia vida y me permite tomar decisiones conscientes y responsables para el futuro.
He aprendido a convivir con mis errores y fracasos como parte integral de mi mochila en el viaje. Descubrir quién soy, el motivo por el cual tomo una u otra decisión y por qué digo NO a lo que antes decía SÍ. Soy humano y cometer errores es algo natural, eso me permite perdonarme a mí mismo. En lugar de lamentarme por las decisiones pasadas, aprendo de ellas y camino con mayor sabiduría.
Parece que la sociedad nos impulsa a lamentarnos y cuestionar nuestras elecciones pasadas. Toda elección del pasado me ha traído aquí, a mi ahora, y no puedo volver atrás, por mucho que quisiera. Soy quien soy a día de hoy, gracias a mis decisiones, mis errores, mis aciertos y defectos.
Muchos darían la mitad, por no decir todo lo que ostentan por tener una vida tranquila. Es fácil ver gente famosa operándose para tener una “buena imagen”, a otros les persiguen cada día paparazzis, a muchos les consume su dinero. “¡A cuántos sus riquezas les resulta una pesada carga! ¡A cuántos ha chupado la sangre la obligación diaria de mostrar su talento!” escribió Séneca. No son dueños de sí mismo, todos deben responder ante alguien. Mientras más se tiene, más se puede perder. El temor a perder aquello que se posee.
Aquellos que persiguen única y exclusivamente fama y dinero viven en una insatisfacción constante, no hay límite cuando vas detrás de lo superfluo.
Queremos conquistar tantas cosas ajenas a nosotros sin habernos conquistado primero a nosotros mismos; ni siquiera ser dueño del mundo entero es suficiente cuando no eres dueño de tu ambición.
Aspirar a una buena vida es querer dinero con moderación, la fama no nos es necesaria. Desear menos nos hace más libres. Marco Aurelio era el hombre más poderoso y rico de su época. Podía tener todo lo que quisiese y era adulado por todo aquel que le viera, se escribió a sí mismo: “Has comprobado en cuántas cosas anduviste sin rumbo, y no hallaste la vida feliz, ni en la riqueza, ni en la gloria, ni en los placeres.”
“«Tendrás menos dinero». Sí, y menos preocupación. «Menos prestigio.» Sí, y menos envidia.” escribió Séneca.
El momento feliz del despertar, con mi caminata habitual bajo un cielo de nubes grises.
La mañana, con los infortunios de tener que compartir en ocasiones, con quien se le escapa la empatía y convierte el entorno en una herramienta de lucimiento e interés personal frente a esos equipos que comienzan a hartarse de tanto aspaviento o malos modales.
El almuerzo, con ese otro, amigo de batallas políticas juveniles y que ahora, como yo, convive en la retaguardia y simplemente opina o valora sobre lo que hay o no hay, sin más.
La conferencia de Luis Álvarez, en su teatro, el Gran Teatro CaixaBank Príncipe Pío, fantástica como todas las que le he escuchado, inspiradora, pero esta vez acompañado, felizmente acompañado, de mi hijo, ese hijo que me aporta equilibrio y orgullo a partes iguales: ‘La Magia que hay en ti’.
Todos somos magos, al igual que todos somos maestros y directores de nuestras vidas. No somos ni mejores ni peores. Somos nosotros.
El liderazgo jamás puede imponerse. El liderazgo es algo que nos viene dado por los demás, por el equipo que nos sigue y se compromete en un proyecto común. No somos líderes, nos hacen líderes.
Todo lo que se impone por la fuerza carece de compromiso y, simplemente, se convierte en una obligación.
Me adentro, tras unos meses tentado a ello, en ‘Vida contemplativa. Elogio de la inactividad.’ Hay libros que nos miran y miran, hasta que se hacen con nosotros.
Comunicar con claridad los objetivos y los planes de acción. Motivar al equipo y fomentar la colaboración entre ellos. Las personas no se ilusionan si no sabe por qué hace las cosas. Con gente sin ilusión poco se puede alcanzar.
Si viviese en el campo ahora estaría recorriendo cualquier camino, mirando hacia delante, contemplando el infinito mientras dejaría llevarme por los olores y los sonidos de ese universo que es más el mío.
Estas paredes me desactualizan la mente. Me hacen hervir el alma. Me aprietan los pensamientos y las ideas no son más que pasajeros halagos del tiempo que pasa.
¿Cuándo comenzar una batalla? Siempre habrá heridos e, incluso, muertos.
¿Esperar a recibir estando armado para así responder con contundencia?
Estos pensamientos me quitan tiempo, concentración y energía.
Me agarro a mis estoicos. Busco sus consejos para no dejarme llevar ni por la ira, ni la emoción. Tampoco errar.
En este tipo de conflictos, que a casi todos nos surgen, donde impera el ego, la envidia, los rencores, todo se suele jugar a una carta.
No pienso, ni se me pasa por la cabeza, no pelear.
Fomentar la Resilencia.
Escuchar al personal para ver lo que siente en situaciones de crisis.
Validar emociones.
Proponer soluciones para afrontar la situación y volver a tomar el control sobre lo que sucede.
Ante el agravio mantener la calma y la serenidad. Ignorar.
¿Qué es lo peor que puede pasar? Visualización negativa. Valora lo que tienes poniéndote en lo peor.
No te angusties por lo que no depende de ti. Aceptar la realidad tal como es.
Crear un ambiente de trabajo saludable, positivo.
Centrarte en lo que verdaderamente importa: las personas.
Las virtudes cuajan en el camino recto.
Me confunde no saber muy bien cómo actuar frente a un conflicto, o actuar de manera equivocada.
Dícese que hoy es el llamado ‘día de reflexión’ ante los comicios electorales de mañana. Como tal lo tomaré.
Suelo reflexionar todos los días, no solo hoy. Me creo un filósofo de la vida que no deja de aprender, a base de hostias y experiencias que, en algún caso, me van dejando el alma lleno de heridas, en forma de historias que voy contando para otros, y para mi mismo, desde el reflejo, desde la referencia.
Recoger lo vivido.
Voy a Minaya. Es lo más inteligente. Lo necesito como nunca.
Pensemos en algo que nos preocupe actualmente.
Seguidamente pregúntate: ¿Qué es lo peor que podría pasar? ¿Cómo responderías?
Séneca nos decía que la adversidad inesperada golpea con más fuerza, y creo no podría tener más razón.
Vivimos en un mundo dónde intentamos forzar continuamente una positividad irreal.
Estos son los beneficios de la visualización negativa:
Reduce la ansiedad: nos pone en una posición más desapegada.
Nos ayuda a prevenir lo que no queremos: imaginamos el peor caso posible, encontraremos nuevos riesgos para trabajar en ellos si es necesario.
Prepara tu respuesta.
Mitigamos el impacto: eso que te da tanto miedo se vuelve más familiar.
Nos vuelve más agradecidos: nos damos cuenta de las cosas buenas.
Reducimos la preocupación: el objetivo de este ejercicio no es preocuparse por algo futuro que ni siquiera ha pasado (algo totalmente contrario a la filosofía estoica), tratamos de reflexionar sobre los eventos de la vida para estar más preparados.
Alguien que desconfía de su equipo no está capacitado para liderar.
Quién se ha de estar reafirmando continuamente sobre el poder o escalafón que ostenta en el grupo frente a sus miembros, no es líder.
Ser líder es, simplemente, no querer ser, no pretender sobresalir, no ser más que los demás.
“Solo en la inactividad nos percatamos del suelo sobre el que pisamos y del espacio en el que nos hallamos. La vida se pone en modo contemplativo y vuelve a montarse sobre su secreta razón de ser. Se encuentra consigo misma y se contempla a sí misma. Llega hasta su inmanencia profunda. Solo la inactividad nos inicia en el misterio de la vida.” Byung-Chul Han
Caminé por esos campos. No me alejé mucho porque todo anunciaba la tormenta que finalmente llegó.
Los grandes perros, mastines, de la finca pegada al cubillo que construyó el paisano Graciano estaban alborotados. Cuando paso por el camino, junto a ellos, siempre pienso lo mismo: ¿y si la puerta se abriese? ¿y si saltan?
Me he relajado bastante pero hay cosas que no se me van de la cabeza. Pienso no ya en mis estrategias sino en las posibles estrategias de los demás. ¿Qué pasos pueden dar? ¿Puedo ir por delante?
¿Quién más inteligente?
Ahora miro por la ventana, escribiendo en esta mesa lacada de blanco, y no veo nada. Todo está oscuro: el patio, el campo. Una lámpara de mesa me alumbra.
No suelo escribir aquí en la noche, pero vinimos pronto. He querido buscar algo de silencio. Sé que lo encontraré en el sueño.
Siempre pienso lo mismo, siempre escribo lo mismo: me quedaría aquí.
He despertado, otra vez, muy temprano. Al menos hoy la luz, que más bien parece otoñal, entró a su hora, poco más de las seis y media, por esa ventana que dejo, adrede, sin vestir.
Ellos con sus cantos melodiosos, yo con mis pensamientos obtusos, repasando lo que acontece y lo que puede estar por acontecer.
Como era demasiado temprano hasta para salir al patio y molestar a mis habituales visitantes, he cogido los diarios de Trapiello, que tenía más a mano, y he intentado perderme en ese castellano suyo, auténtico, y envidiar la vida que nos ofrece este gran escritor contemporáneo.
Canta aunque nadie se lo agradezca ni reciba aplausos. De hecho, despierta a los que duermen.
Siempre hace lo mismo, siempre a la misma hora, nunca se queja.
Tal vez nosotros deberíamos despertar y hacer lo mismo: escribir lo bueno, cantar, reír, disfrutar de la vida y no quejarnos.
Vivir en un pueblo es tener este privilegiado despertador natural, el gallo, y vivir.
Necesitamos olvidar.
Vi la película ‘El Padrino’ de Coppola. Excelente siempre. Una obra que hacía, diría, más de diez años que no había vuelto a ver. Veré las tres estas semanas. Ahora le encuentro mucho más significado que antes. De todo se aprende. ¿Cómo gestionar el poder? ¿Qué diferencias de comportamientos y liderazgos de esas épocas a las de ahora? Los comportamientos humanos, las emociones, la mente, son realmente extraordinarios.
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