Diario de un Estoico. Lo que el viento nos deja. Semana 29
M/13.L
La noche de la semana que peor duermo es la del domingo al lunes, sea pues la primera de la semana. Me despierto a media noche, me introduzco en pensamientos y luego me cuesta volver a coger el sueño. ¿Por qué? Porque mentalmente hago planes, planifico lo que haré desde el lunes durante la semana. Deseo que llegue la hora de levantar y salir a la calle para encontrarme a mi mismo caminando hacia el destino cotidiano.
Dejar los planes, dejar de programar. Llegará ese día en el que despierte simplemente para dedicarme a existir conscientemente y hacer simplemente lo que surja o apetezca sin necesidad, sin desesperar, sin pensar más que en el placer o enriquecimiento interior que te aporta. Tener un único plan: vivir.
Tu pensamiento da forma a tu realidad.
Fue el portavoz de Izquierda Unida. Buen orador, de chascarrillo fácil y con un tic de mala leche. De esa izquierda peleona y reivindicativa de aquel entonces, de puño en alto. Entonces tres partidos ocupábamos los escaños del salón de plenos, como en casi todos los municipios. La política, sobre todo la municipal, era mucho más elegante, educada y, en algunos casos, consensuada por el interés general. Discutías hasta el límite, nunca sin perder los papeles o pasar el límite a lo personal. Cada uno en su lugar, el lugar que los vecinos te imponían cada cuatro años.
Terminados los plenos municipales, se formaban esos segundos debates, más distendidos, en El Plaza o La Esquinita, con unas cañas o unos vinos, intentando pulir asperezas de manera más personal que es como realmente se generan las relaciones humanas y la política más constructiva para los pueblos.
Un poco así era el sueño, lo que recuerdo en esta mañana, de aquella época de disputas e intriga, que se convirtió en una de las mejores etapas de mi vida.
Esa actitud estoica de aceptar lo que nos ocurra.
Aceptación. No controlamos lo que nos pasa. Seguir adelante con lo que tenemos.
Prosperar afrontando los contratiempos.
El ruido me distrae en estos primeros instantes en los que me gusta hacerlos míos: pensar, escribir, conversar conmigo.
El libro lo conforman seis meses del año, a modo de capítulos, de enero a junio. El solo leerlo me provoca paz, tranquilidad y cierta envidia. También un aplauso por tal impulso de valentía.
En estas primeras páginas que me acompañan en el viaje de hoy, me resulta de gran belleza, de esos libros que inspiran y motivan, poéticos, a hacer realidad aquello en lo que creemos.
Estamos en una de las provincias más bellas de España, pero que más población pierde de toda España, en el epicentro de la despoblación. Y, particularmente, en un municipio, Astorga, que aun siendo grande, es de los que más habitantes se han dejado por el camino en los últimos años.
El fenómeno de la despoblación, el vaciado de los municipios, es un hecho no de ahora, vayámonos a los años ’60 del siglo pasado como inicio de lo que hoy es una triste realidad.
La reparación es complicada con lo que debemos trabajar, poner todo es esfuerzo, en cómo se frena esto.
De la intención hay que pasar a la acción porque sin acción no hay freno y mucho menos reparación.
La despoblación del medio rural se ha convertido en uno de los aspectos centrales de la agenda pública en la última década en España. Sin embargo, a pesar de esa visibilidad y de las medidas que se están desarrollando, el proceso sigue presente.
Ejes de actuación conocidos por todos como el
impulso de la transición ecológica, la plena conectividad tan necesaria para
frenar la despoblación; el fomento del emprendimiento, el turismo sostenible;
la igualdad de derechos y oportunidades de las mujeres en el medio rural o el
refuerzo de los servicios públicos.
Queda tanto por hacer.
Hay una España que gana
habitantes y otra que los pierde.
El mantenimiento de las dotaciones
básicas, la digitalización, es imprescindible para la vida de un pueblo, para
que goce de todas sus garantías.
Hemos descompuesto la sostenibilidad de las ciudades tanto que ahora el
objetivo de todos es hacer ciudades sostenibles, que sí, que también. Pero es
que el medio rural, los pueblos, ya son
sostenibles, no hay que hacerlos.
Planes de reindustrialización sostenible que busquen el equilibrio de los recursos generando asentamiento de empresas: empleo.
Un mínimo de 100 megabytes en Internet.
Ofrecer suelo gratuito para la implantación de empresas e industrias.
Que ningún pueblo esté, al menos, a 30 minutos a los servicios públicos como hospitales, centros educativos, etc.
Que la distancia a una vía de alta capacidad (autovía o tren), no supere los 30 kilómetros.
Todos los habitantes de este país, los de los pueblos y los de las ciudades, debemos tener las mismas oportunidades.
En los pueblos hay talento. Mucho.
Debemos quitarnos esa idea arcaica de que solo prospera el que se va del pueblo; o eso de que no queriendo marchar, la necesidad y falta de oportunidades obliga.
Está claro que, si no hay servicios, infraestructuras o empleo, no hay población.
Si el campo no produce, la ciudad no come.
No valen discursos ni florituras. No valen buenas intenciones que no vayan acompañadas de hechos.
No hace falta ser ecologista para ser ruralista y defender la esencia de la raíz, la tierra.
Leí hace bastante un texto de Alejandro López Andrada, que da comienzo a un libro que titula El viento derruido, en el que dice:
“La memoria de un pueblo no reside en su materia: en la cal y en las piedras de sus casas y edificios, sino, más bien, en los hechos y las palabras, en el alma de las personas que lo habitan, incluso en aquellas que en otro tiempo lo habitaron y, a pesar de estar lejos de él, aún lo recuerdan de una manera auténtica y profunda.”
Si dejamos perder el pueblo, perdemos nuestra vida.
Busquemos un diálogo entre lo urbano y lo rural.
Nada es incompatible: cooperación, emprendimiento, sostenibilidad.
Hablemos en positivo, la España rural vive.
Se me nota bastante que soy de pueblo, que me siento de pueblo, en mi caso manchego, de padres y abuelos de pueblo, y me siento muy orgulloso de serlo.
Conviértete en la mejor persona.
Practica las virtudes cardinales: coraje, sentido de la justicia, templanza y sabiduría.
Busca tu referente de conducta a seguir.
Haz lo mejor que puedas con lo que depende de ti. Acepta y mantente sereno con lo que no depende.
Escribe cada día: qué he hecho bien, qué he hecho mal, y si pasa algo así otra vez qué puedo mejorar.
La actitud es el resultado.
Es imposible manejar la situación si de primeras nos ponemos en plan catastrófico.
Allí estaba, en el sueño, con esa sonrisa luminosa, aconsejándome desde esa intensa amistad que nos dio el respeto y los años.
MR falleció joven y tan de sorpresa que a todos nos dejó con una especie de vacío sin respuesta.
Nos conocimos, también, en Getafe. M era bastante desconfiada, con círculos muy limitados pero creo que esa forma de ser mía, de no pretender, de no dar importancia a la procedencia o quien fuera cada cual, a carecer de interés, le hizo confiar e ir fraguando una amistad, un cariño, que perduró en los años.
Puedo decir que es la única Amiga, en mayúsculas, que he tenido. Me ayudó y apoyó en esos momentos que lo necesité y yo traté, desde la humildad, corresponderla de igual manera con una amistad totalmente desinteresada.
M se cuidaba mucho, solo se permitía unos cigarrillos de vez en cuando y algún vino.
Solíamos darnos, de cuando en cuando, las buenas noches por mensaje y a veces contarnos nuestras complicaciones semanales.
El 14 de diciembre le di las buenas noches y pregunté por su día. Nunca contestó aquél mensaje. Ya había fallecido mientras, parece, se encontraba descansando en la cama.
A las 6.30 h del día 15, un amigo que sabía de mi amistad, me llamó diciendo que aparecían teletipos en los que anunciaban que MR, había fallecido en su domicilio de manera repentina.
No podía creerlo. Miré la aplicación de mensajes y, efectivamente, no había ninguna respuesta al mío, ni siquiera lo había leído. Se había marchado.
Hoy la he recordado tal como era, gracias a esos sueños que, de vez en cuando, nos regala el subconsciente trayéndonos a nuestros muertos.
Todos tenemos muertos.
Nuestra mente los recuerda y también nos recuerda que, mientras estemos vivos y nuestras personas queridas lo estén, debemos pasar el máximo tiempo con ellos.
El campo, lo rural y la agricultura ha sido despreciado durante décadas por la sociedad urbana. Tal vez ahora se esté vengando y lo sufrimos. ¿Cómo? Con la escasez y, por ende, la subida de los precios.
La Fe. La fe nos ilumina en la desesperación y los momentos complicados. Nos llena de valor.
La Perseverancia que nos hace vencer todas las dificultades y llegar a la meta.
El Desinterés, ese desinterés que no detienen ni los insultos ni la falsedad en la práctica del bien, sin esperar nada a cambio.
El cielo se fue llenando, por momentos, de nubes como pequeños algodoncitos flotantes. Ha sido impresionante.
Tengo claro que terminaré aquí mis días.
Me veo recorriendo estos caminos cada día, escribiendo y leyendo hasta ponerse el sol; despertar con una sonrisa que me acompañe mientras el cantar de todos esos pájaros, que solo aquí puedo escuchar, sirven de despertador.
El día está iluminado por un sol que llama al silencio.
He despertado con ese repiqueteo del caminar de los pájaros en el tejado. La luz entraba en la habitación que, a diferencia de la ciudad, aquí dejo la ventana abierta para que me abofetee en cuanto amanece el día.
Tengo momentos en los que me agoto pensando lo que podía haber sido y no fue y lo que sin tener que haber sido es.
Tengo momentos en los que me asomo al precipicio y pierdo el equilibrio y otros en los que soy capaz de vencer el vértigo y salto sin miedo de estamparme contra el suelo.
Tengo momentos en los que me miro en el espejo y no reconozco quien he sido porque ese que veo no me responde.
Que bonito y triste a la vez .Feliz fin de semana escritor.
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