Diario de un Estoico. Lo que el viento nos deja. Semana 27
F/27.L
Todos tenemos problemas. No conozco a nadie que no los tenga. Si no los tienes en este momento, los tendrás después. Prepararte te interioriza seguridad.
Tu espacio es Aquí. Ese momento, ese instante, es tu vida. No hay más. Tu Verdad.
Pautas. Plan.
Cuando se quiere hacer un cambio de hábitos en nuestras vidas, podemos pasar por diferentes fases que de seguro conocemos ya:
La precontemplación. No nos hemos dado cuenta de que nuestros hábitos nos perjudican y no tratamos de cambiar.
La contemplación. Nos damos cuenta y comenzamos a informarnos con el ánimo de cambiar a largo plazo.
Prepararnos para la acción. Decidimos llevar un cambio a nuestra vida, formar un hábito más saludable y nos comprometemos.
Acción. Iniciamos el nuevo hábito.
El mantenimiento. Lo mantenemos en el tiempo.
La recaída. Se interrumpe, con lo cual retrocedemos al principio del todo.
Hacer un plan. Querer cambiar es crear nuevas pautas para cambiar tus rutinas.
Ten claro tu objetivo. ¿Qué quieres conseguir y por qué?
Objetivo realista. Algo que puedas conseguir. Objetivos alcanzables a corto plazo.
¿Qué te motiva? Intrínseca o extrínseca; factor externo o porque nosotros queremos hacerlo: quiero adelgazar, quiero hacer deporte.
Planificar. Cómo, cuándo.
Medios y recursos para conseguirlo.
Date recompensas, premios.
Cuidado con el entorno. Muy importante. Cambia de entorno o ten siempre un plan B. Dejar de fumar estando rodeado siempre de personas que fuman te lo hará complicado.
Un nuevo hábito, positivo, se forma repitiéndose un mínimo de 60 días.
Busco la serenidad y la calma en estas lecturas del final del día, en estas líneas que escribo.
¿Cuánto me queda por hacer?
Ahora tenemos aires acondicionados en las casas o en los trabajos para cuando hace demasiado calor, o magníficas calefacciones y edredones de plumas para combatir el frío; pedimos la comida o la compra a domicilio; los colchones se ajustan a la espalda y las lavadoras nos dejan la ropa limpia, suave, casi seca y con olores florales gracias a los detergentes y suavizantes.
Todo nos hace la vida más cómo da y agradable.
El menor contratiempo nos hace saltar, quejar o provocar un gran enfado.
Esta vida llamada “moderna”, de “progreso”, nos invita a vivir lo más cómodo posible. A ser cada vez más blandos y quejicas.
Mis abuelos, yo mismo lo experimenté de pequeño, vivían sin calefacción en las casas. En las habitaciones, en invierno, al respirar echabas vaho por la boca del frío que hacía. Te acostabas con un mínimo de tres ásperas mantas en camas con colchones de lana de oveja hechos por ellos mismos.
En verano, en esos parajes manchegos, el calor era tan sofocante que ni a la sombra dejabas de sudar, haciéndose las noches interminables.
Para ir al baño tenías que salir fuera de las casas, al patio, y el agua caliente para lavarte llegó cuando yo ya había cumplido algunos años.
Jamás les escuché quejarse de nada, tampoco a mis padres que ahora, gracias a su esfuerzo y trabajo, viven con cierta comodidad austera.
A veces, como los estoicos, deberíamos incomodarnos voluntariamente, para aprender a valorar y no quejarnos o, simplemente, para saber enfrentarnos con fortaleza a la adversidad, si llegara el caso.
En mi caso, sé que dejo por aquí mucho escrito no tanto para mí sino para aquél que lo lea en un futuro, en los años, que puedo ser yo –por qué no- o aquellos que hereden estas líneas de tinta desgastada.
Por eso también, en parte, he querido abrir lo más significativo, o absurdo, en esa publicación semanal, Diario de un Estoico, que permito, voluntariamente, compartir con quien desee de su lectura.
Ahí, aquí, está la esencia de mi pensar y mi sentir, pero también todo aquello que estudio y leo, que se convierte en parte de mí y que, en resumen, ofrezco a todo aquel que le pueda servir.
Hace ya algunos años que no hago sesiones como coach. El tiempo es limitado y creo en la seriedad de aquellos que se dedican a ayudar/acompañar a los demás con la responsabilidad que eso conlleva. No quiere eso decir que no vuelva a hacerlo y, por ello, lo que sí puedo hacer es lo que hago, seguir leyendo, formándome y dejando por aquí parte de esas pautas, consejos y preguntas que como coach haría a esas personas que en determinados momentos lo requieren.
No es lo mismo coaching que psicología, sí creo que van de la mano y, defiendo, que en situaciones de bloqueo, crisis o adversidades, es mejor acudir a un buen coach que a un psicólogo.
Y dicho esto, o escrito, seguimos.
Y comienzas a analizarte. Y comienzas a ver, a sentir, cómo tu vida cobra sentido.
En este viaje a Segovia, después de muchos, caminando por una calle por la que no había pasado nunca, Grabador Espinosa, empinada, me encontré con la puerta de lo que parecía una librería de viejo, Librería Torreón de Rueda. Dudé si entrar o no. No es momento de dejarse tentar por el auxilio de algún libro huérfano. Entré. Lo que allí me encontré fue no solo sorpresivo sino un regalo en el frío invierno segoviano. El calor de cientos, miles, de libros colocados en inmensas estanterías que componían los pasillos de un espacio amplio, exquisito, elegante.
La recorrí de un lado a otro, acaricié los lomos de muchos de sus habitantes, impresos años, siglos, atrás. Cuadros, adornos que convertían aquello en un túnel del tiempo del que no hubiera salido nunca.
Tomé en mis brazos alguna edición de esos poetas nuestros de principios del siglo pasado. Sucumbí a la tentación de adoptarlo aunque de sus páginas surgían voces de esa intención de formar parte de mí. No es el momento.
Salí de allí con una de esas sonrisas que solo me provocan los momentos de excelsa felicidad. Había descubierto otro templo que se convierte en lugar de peregrinación obligada cada vez que baje a esta ciudad castellana.
Por supuesto que felicité al joven que se resguardaba tras un amplio mostrador mientras seguía clasificando otros libros que sin duda iban a formar parte de esa gran familia perfumada en tinta.
Ponerte catastrofista es empeorar las cosas.
Ser objetivo, ver las cosas tal y como son, no es fácil.
Tendemos a la negatividad.
Presta atención a las valoraciones y los juicios.
Mantener la calma.
Todo error se corrige a base de aceptación y reconocimiento.
No soy mejor que nadie, tampoco peor que todos.
No soy quien para enseñar nada ni dar ejemplo de nada, simplemente sí puedo decir que todo hay que experimentarlo por uno mismo, incluso los errores.
He madrugado tanto que no me ha parecido domingo sino lunes. Aquí estoy, sentado en una cafetería frente a una inmensa cristalera que me permite visualizar un paisaje de catenarias y railes de tren que incita a viajar.
Creemos que vamos dando pasos para despejar el camino e ir cumpliendo objetivos y lo único que hacemos es llenarlo todavía más de maleza y con otros objetivos nuevos que cumplir.
Cuando ganamos suficiente como para tener satisfechos nuestras necesidades básicas, generamos otras necesidades, cambiamos hábitos y estilos de vida que debemos satisfacer. Nunca logramos tener más porque cuando lo logramos, necesitamos otra vez generar más para mantener esas nuevas necesidades que nos hemos creado.
Y así sigue pasando el tiempo, nuestro tiempo.
Conocí a Aznar en mis inicios, rebeldes, en política, cuando militaba en las juventudes del PP, antes Alianza Popular, Nuevas Generaciones. Llegué por un acto puro de rebeldía contra el poder establecido, entonces el socialismo de Felipe González.
El caso es que Aznar sustituyó a Fraga y comenzó una meteórica y próspera carrera que le llevó de presidente de Castilla y León a Presidente del Gobierno de España.
En aquél entonces los jóvenes le seguíamos a todos los mítines, como si de una estrella de rock se tratara. Tenía buena oratoria y discurso.
Generaba autoridad, a sus pasos prácticamente todos se ponían en posición de saludo, algo que ahora sería impensable. Claro ejemplo de líder autoritario.
Coincidí varias veces con él, por mis diferentes responsabilidades, primero en las juventudes y luego en el PP. La última fue hace ya 8 años, con motivo de la publicación de un informe sobre el desempleo en España. Cuando me senté a su lado, en la mesa de intervenciones, llamó a su asistente, al que yo también conocía, y le dijo: “¿este estirado que me han sentado al lado quién es?”. A lo que el asistente, obediente, trató de explicarle que había sido director general de Empleo en el gobierno de Madrid y que había escrito un capítulo del libro que se presentaba. “Vale”, le respondió secamente. Nuevamente me di cuenta que al estar sentado a su lado, destacaba unos cuantos centímetros por encima de su cabeza.
Y cuento esto porque ya en otra ocasión, sería yo Vicesecretario de NNGG, desde el PP nacional pidieron que un joven acompañara al Presidente en un corto publicitario, para la campaña electoral. Subí yo.
En una sala contigua al despacho del Presidente, comenzaron a maquillarme para participar en el vídeo. Me sentaron, atentamente se dispusieron a echarme en la cara esas cremas que parece evitan los reflejos. A los 5 minutos apareció el Presidente y lo sentaron a mi lado para maquillarle también.
Ni dio los buenos días, ni me miró, ni entiendo le importaba lo más mínimo los que estábamos allí.
Salí y entré en el que parecía su despacho, lleno de cámaras y focos dirigidos hacia una mesa grande en la que yo, en pie, me debía disponer a hablar con el Presidente de temas que afectaban a la juventud de entonces.
Estaba algo nervioso, lo reconozco. Aquello parecía un plató de televisión. Iba a estar junto al líder del partido, todo un honor.
El presidente entró y llegó hasta la mesa.
Me miró y se marchó a una de las esquinas mientras llamaba a alguien, imagino de su equipo de comunicación.
Le veía, a duras penas por la luz de los focos, con un semblante serio, de mal humor y haciendo aspavientos con las manos.
Al momento, alguien se acercó a mí y me indicó que me marchara.
“¿Cómo? ¿Ya?”. “Sí, ahora mismo”.
Así hice. Entré a la sala de maquillaje para limpiarme la cara de tanto potingue.
Alguien pasó, también, rápidamente.
"Maquíllame rápido” dijo a las señoras que maquillaban.
Yo escuchaba mientras intentaba limpiarme.
“Han mandado a un chaval más alto que el Presidente y no lo admite. Se ha enfurecido. Creo que yo mido más o menos lo mismo y no generaré distorsión ni comparaciones absurdas”.
Ahhh! Por eso fue. Era más alto que el líder.
En ese momento, y en otros que vinieron después, cayó parte de la imagen que tenía sobre él.
PD. Cualquier falta ortográfica o gramatical es fruto de la rapidez.
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