Diario de un Estoico. Lo que el viento nos deja. Semana 27

 
F/27.L
 
Si te expones conscientemente a las dificultades, te prepararás por si tuvieras que afrontarlas en un futuro.
Todos tenemos problemas. No conozco a nadie que no los tenga. Si no los tienes en este momento, los tendrás después. Prepararte te interioriza seguridad.
 
Día gélido, frío. Todavía no he conseguido entrar en calor, ni con el café.
 
Todo objetivo requiere un plan. Sin un plan claro, conciso y de fácil cumplimiento, difícilmente conseguiremos alcanzar el objetivo final. Si el objetivo es cambiar un hábito que está incrustado en nosotros, cada paso que demos diariamente, por pequeño que sea, será efectivo.
 
¿Dónde está la esencia de la Verdad? No la busques fuera, búscala aquí. Tu verdad está en ti, nunca te ha abandonado. Es tu esencia. Encontrar tu verdad es ti, en tu profundo ser, supone soltar lastre de todo aquello que has superpuesto y creado de manera artificial alrededor.
Tu espacio es Aquí. Ese momento, ese instante, es tu vida. No hay más. Tu Verdad.
 
“Toda ira termina en la tristeza, sea tras el fracaso, sea tras el arrepentimiento.” Séneca.
 
Una de esas preguntas que de vez en cuando me vienen y que no son de fácil respuesta, pero sí obligada: ¿si murieses hoy mismo, estarías orgulloso de la vida que has vivido?
 
Cambiar un hábito no es nada fácil. Si así lo fuera muchos no estaríamos como estamos. Es fácil decir “voy a cambiar” o “este año voy a mejorar mi alimentación, hacer más deporte, no fumar, dejar de beber alcohol…” y un largo etcétera que nos repetimos una y otra vez. Y no, no es falta de constancia, es que muchas veces ni siquiera lo intentamos.
Pautas. Plan.
Cuando se quiere hacer un cambio de hábitos en nuestras vidas, podemos pasar por diferentes fases que de seguro conocemos ya:
La precontemplación. No nos hemos dado cuenta de que nuestros hábitos nos perjudican y no tratamos de cambiar.
La contemplación. Nos damos cuenta y comenzamos a informarnos con el ánimo de cambiar a largo plazo.
Prepararnos para la acción. Decidimos llevar un cambio a nuestra vida, formar un hábito más saludable y nos comprometemos.
Acción. Iniciamos el nuevo hábito.
El mantenimiento. Lo mantenemos en el tiempo.
La recaída. Se interrumpe, con lo cual retrocedemos al principio del todo.
Hacer un plan. Querer cambiar es crear nuevas pautas para cambiar tus rutinas.
Ten claro tu objetivo. ¿Qué quieres conseguir y por qué?
Objetivo realista. Algo que puedas conseguir. Objetivos alcanzables a corto plazo.
¿Qué te motiva? Intrínseca o extrínseca; factor externo o porque nosotros queremos hacerlo: quiero adelgazar, quiero hacer deporte.
Planificar. Cómo, cuándo.
Medios y recursos para conseguirlo.
Date recompensas, premios.
Cuidado con el entorno. Muy importante. Cambia de entorno o ten siempre un plan B. Dejar de fumar estando rodeado siempre de personas que fuman te lo hará complicado.
Un nuevo hábito, positivo, se forma repitiéndose un mínimo de 60 días.
 
Releo los ‘TratadosMorales’ de Séneca. Diría que Séneca es mi filósofo, el mío, mi estoico. Cada uno de sus párrafos parece que están dirigidos a cualquiera de nosotros, a mí. ¿Cómo es posible si hace más de 2000 años de su escritura? Lo es.
Busco la serenidad y la calma en estas lecturas del final del día, en estas líneas que escribo.
¿Cuánto me queda por hacer?
 
“No hay árbol recio y firme sino aquel que el viento azota con frecuencia, pues sus mismas raíces se hunden y fortifican en la lucha contra los elementos. Por el contrario, el árbol que crece en valle abrigado y acariciado por el sol es frágil.” Séneca
 
Cuatro mil semanas, más o menos, son las que habremos vivido si llegamos a los ochenta años.
 
“Ese tiempo concedido se nos pasa tan rápido y veloz que, exceptuando a muy pocos, al resto le abandona la vida durante los propios preparativos de la vida.” Séneca
 
 
F/28.M
 
El objetivo de la vida no es que estemos al lado de la mayoría, es escapar de formar parte de esa gran masa de insensatos.
 
Los estoicos se imponían a situaciones incómodas, de manera deliberada, por dos motivos fundamentales: aumentar la confianza en sí mismos y aprender a soportar posibles adversidades futuras.
Ahora tenemos aires acondicionados en las casas o en los trabajos para cuando hace demasiado calor, o magníficas calefacciones y edredones de plumas para combatir el frío; pedimos la comida o la compra a domicilio; los colchones se ajustan a la espalda y las lavadoras nos dejan la ropa limpia, suave, casi seca y con olores florales gracias a los detergentes y suavizantes.
Todo nos hace la vida más cómo da y agradable.
El menor contratiempo nos hace saltar, quejar o provocar un gran enfado.
Esta vida llamada “moderna”, de “progreso”, nos invita a vivir lo más cómodo posible. A ser cada vez más blandos y quejicas.
Mis abuelos, yo mismo lo experimenté de pequeño, vivían sin calefacción en las casas. En las habitaciones, en invierno, al respirar echabas vaho por la boca del frío que hacía. Te acostabas con un mínimo de tres ásperas mantas en camas con colchones de lana de oveja hechos por ellos mismos.
En verano, en esos parajes manchegos, el calor era tan sofocante que ni a la sombra dejabas de sudar, haciéndose las noches interminables.
Para ir al baño tenías que salir fuera de las casas, al patio, y el agua caliente para lavarte llegó cuando yo ya había cumplido algunos años.
Jamás les escuché quejarse de nada, tampoco a mis padres que ahora, gracias a su esfuerzo y trabajo, viven con cierta comodidad austera.
A veces, como los estoicos, deberíamos incomodarnos voluntariamente, para aprender a valorar y no quejarnos o, simplemente, para saber enfrentarnos con fortaleza a la adversidad, si llegara el caso.
 
“Reconoce tu interior, dentro de ti está la fuente del bien que puede manar de continuo si la profundizas siempre.” Marco Aurelio
 
 
M/1.X
 
Viaje a Segovia. Jornadas de Comunicación Institucional y Política. Inicio de mes primaveral.
 
Un cuaderno de notas, reflexiones, un diario, es un diálogo con uno mismo pero también un espacio de notas e ideas que perviven en el tiempo como proyectos de futuro o no.
En mi caso, sé que dejo por aquí mucho escrito no tanto para mí sino para aquél que lo lea en un futuro, en los años, que puedo ser yo –por qué no- o aquellos que hereden estas líneas de tinta desgastada.
Por eso también, en parte, he querido abrir lo más significativo, o absurdo, en esa publicación semanal, Diario de un Estoico, que permito, voluntariamente, compartir con quien desee de su lectura.
Ahí, aquí, está la esencia de mi pensar y mi sentir, pero también todo aquello que estudio y leo, que se convierte en parte de mí y que, en resumen, ofrezco a todo aquel que le pueda servir.
Hace ya algunos años que no hago sesiones como coach. El tiempo es limitado y creo en la seriedad de aquellos que se dedican a ayudar/acompañar a los demás con la responsabilidad que eso conlleva. No quiere eso decir que no vuelva a hacerlo y, por ello, lo que sí puedo hacer es lo que hago, seguir leyendo, formándome y dejando por aquí parte de esas pautas, consejos y preguntas que como coach haría a esas personas que en determinados momentos lo requieren.
No es lo mismo coaching que psicología, sí creo que van de la mano y, defiendo, que en situaciones de bloqueo, crisis o adversidades, es mejor acudir a un buen coach que a un psicólogo.
Y dicho esto, o escrito, seguimos.
 
Para muchos, eso de leer o estudiar filosofía no solo es un rollo sino que no sirve de nada. Es la respetable opinión, o reflexión, de los idiotas, o de los ‘ignorantes’, como diría mi padre. La filosofía es vida. Puede que resulte intimidante, en un principio, pero cuando te sumerjas en sus textos, cuando comienzas a preguntarte a cuestionarte el por qué y para qué de tu paso por este mundo. A cuestionar tus emociones, los principios o eso que los demás dan por sentado.
Y comienzas a analizarte. Y comienzas a ver, a sentir, cómo tu vida cobra sentido.


 
M/2.J
 
Es triste pero, en ocasiones, con determinadas personas, hay que mostrar, o hacer ver, resaltar, que si hubiera que pelear pelearías aunque ‘mueras’. No agacharás la cabeza y te darás la vuelta. Te enfrentarás hasta las últimas consecuencias.
 
 
M/3.V
 
Tengo la costumbre, en esas ciudades que visito, de callejear y buscar esas librerías poco comerciales, atípicas, de nuevo o de viejo, que por el simple hecho del orden o el desorden de sus libros ya me provoca un placer hipnótico en la visita. Contemplar con detenimiento todos esos libros infinitos, en esos pasillos interminables del saber, es algo que siempre me hace soñar con lo que verdaderamente es una pasión que desde bien pequeño llevo conmigo.
En este viaje a Segovia, después de muchos, caminando por una calle por la que no había pasado nunca, Grabador Espinosa, empinada, me encontré con la puerta de lo que parecía una librería de viejo, Librería Torreón de Rueda. Dudé si entrar o no. No es momento de dejarse tentar por el auxilio de algún libro huérfano. Entré. Lo que allí me encontré fue no solo sorpresivo sino un regalo en el frío invierno segoviano. El calor de cientos, miles, de libros colocados en inmensas estanterías que componían los pasillos de un espacio amplio, exquisito, elegante.
La recorrí de un lado a otro, acaricié los lomos de muchos de sus habitantes, impresos años, siglos, atrás. Cuadros, adornos que convertían aquello en un túnel del tiempo del que no hubiera salido nunca.
Tomé en mis brazos alguna edición de esos poetas nuestros de principios del siglo pasado. Sucumbí a la tentación de adoptarlo aunque de sus páginas surgían voces de esa intención de formar parte de mí. No es el momento.
Salí de allí con una de esas sonrisas que solo me provocan los momentos de excelsa felicidad. Había descubierto otro templo que se convierte en lugar de peregrinación obligada cada vez que baje a esta ciudad castellana.
Por supuesto que felicité al joven que se resguardaba tras un amplio mostrador mientras seguía clasificando otros libros que sin duda iban a formar parte de esa gran familia perfumada en tinta.
 
Tu forma de pensar afecta a tu realidad más inmediata.
Ponerte catastrofista es empeorar las cosas.
Ser objetivo, ver las cosas tal y como son, no es fácil.
Tendemos a la negatividad.
Presta atención a las valoraciones y los juicios.
Mantener la calma.
 
 
M/4.S
 
He conseguido reconocer, después de mucho tiempo, que solo con el perdón se puede avanzar. La culpa te paraliza. Culpar a los demás simplemente te hace más débil.
Todo error se corrige a base de aceptación y reconocimiento.
No soy mejor que nadie, tampoco peor que todos.
No soy quien para enseñar nada ni dar ejemplo de nada, simplemente sí puedo decir que todo hay que experimentarlo por uno mismo, incluso los errores.
 
 
M/5.D
 
En la estación de Chamartín. Viajo a Alicante.
He madrugado tanto que no me ha parecido domingo sino lunes. Aquí estoy, sentado en una cafetería frente a una inmensa cristalera que me permite visualizar un paisaje de catenarias y railes de tren que incita a viajar.
 
Producir, ser productivo. Productividad. Es lo que exigimos y nos exigen desde pequeños. Ser más eficiente nos mantiene acelerados constantemente, con la tensión alta y os niveles de colesterol disparados por culpa de los malos hábitos y digestiones.
Creemos que vamos dando pasos para despejar el camino e ir cumpliendo objetivos y lo único que hacemos es llenarlo todavía más de maleza y con otros objetivos nuevos que cumplir.
Cuando ganamos suficiente como para tener satisfechos nuestras necesidades básicas, generamos otras necesidades, cambiamos hábitos y estilos de vida que debemos satisfacer. Nunca logramos tener más porque cuando lo logramos, necesitamos otra vez generar más para mantener esas nuevas necesidades que nos hemos creado.
Y así sigue pasando el tiempo, nuestro tiempo.
 
 
El otro día, según leo, parece que quien fue Presidente del Gobierno de España, José María Aznar, celebraba su cumpleaños, por todo lo alto, en el Teatro Real de Madrid. Glamur, más de 200 invitados, cronistas, periodistas, fotógrafos. Todo un acto de maximización del egocentrismo para quien tuvo un gran poder en nuestro país y, sin entrar en mayores consideraciones, fue un buen Presidente para la historia de España.
Conocí a Aznar en mis inicios, rebeldes, en política, cuando militaba en las juventudes del PP, antes Alianza Popular, Nuevas Generaciones. Llegué por un acto puro de rebeldía contra el poder establecido, entonces el socialismo de Felipe González.
El caso es que Aznar sustituyó a Fraga y comenzó una meteórica y próspera carrera que le llevó de presidente de Castilla y León a Presidente del Gobierno de España.
En aquél entonces los jóvenes le seguíamos a todos los mítines,  como si de una estrella de rock se tratara. Tenía buena oratoria y discurso.
Generaba autoridad, a sus pasos prácticamente todos se ponían en posición de saludo, algo que ahora sería impensable. Claro ejemplo de líder autoritario.
Coincidí varias veces con él, por mis diferentes responsabilidades,  primero en las juventudes y luego en el PP. La última fue hace ya 8 años, con motivo de la publicación de un informe sobre el desempleo en España. Cuando me senté a su lado, en la mesa de intervenciones, llamó a su asistente, al que yo también conocía, y le dijo: “¿este estirado que me han sentado al lado quién es?”. A lo que el asistente, obediente, trató de explicarle que había sido director general de Empleo en el gobierno de Madrid y que había escrito un capítulo del libro que se presentaba. “Vale”, le respondió secamente. Nuevamente me di cuenta que al estar sentado a su lado, destacaba unos cuantos centímetros por encima de su cabeza.
Y cuento esto porque ya en otra ocasión, sería yo Vicesecretario de NNGG, desde el PP nacional pidieron que un joven acompañara al Presidente en un corto publicitario, para la campaña electoral. Subí yo.
En una sala contigua al despacho del Presidente, comenzaron a maquillarme para participar en el vídeo. Me sentaron, atentamente se dispusieron a echarme en la cara esas cremas que parece evitan los reflejos. A los 5 minutos apareció el Presidente y lo sentaron a mi lado para maquillarle también.
Ni dio los buenos días, ni me miró, ni entiendo le importaba lo más mínimo los que estábamos allí.
Salí y entré en el que parecía su despacho, lleno de cámaras y focos dirigidos hacia una mesa grande en la que yo, en pie, me debía disponer a hablar con el Presidente de temas que afectaban a la juventud de entonces.
Estaba algo nervioso, lo reconozco. Aquello parecía un plató de televisión. Iba a estar junto al líder del partido, todo un honor.
El presidente entró y llegó hasta la mesa.
Me miró y se marchó a una de las esquinas mientras llamaba a alguien, imagino de su equipo de comunicación.
Le veía, a duras penas por la luz de los focos, con un semblante serio, de mal humor y haciendo aspavientos con las manos.
Al momento, alguien se acercó a mí y me indicó que me marchara.
“¿Cómo? ¿Ya?”. “Sí, ahora mismo”.
Así hice. Entré a la sala de maquillaje para limpiarme la cara de tanto potingue.
Alguien pasó, también, rápidamente.
"Maquíllame rápido” dijo a las señoras que maquillaban.
Yo escuchaba mientras intentaba limpiarme.
“Han mandado a un chaval más alto que el Presidente y no lo admite. Se ha enfurecido. Creo que yo mido más o menos lo mismo y no generaré distorsión ni comparaciones absurdas”.
Ahhh! Por eso fue. Era más alto que el líder.
En ese momento, y en otros que vinieron después, cayó parte de la imagen que tenía sobre él.
 
La ética que nosotros aplicamos a los demás es la misma que termina por aplicársenos a nosotros mismos.
 
En momentos complicados no se debe confiar tanto. La desconfianza se convierte en un arma de defensa.

PD. Cualquier falta ortográfica o gramatical es fruto de la rapidez.

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