Diario de un Estoico. Lo que el viento nos deja. Semana 30
M/20.L
Descubramos nuestra herida.
La filosofía nos puede curar.
Madrid me regala un día festivo.
Ayer tarde disfruté de los campos de siembra mientras un atardecer de colores dorados, que realzaban el verde de los guisantes o las lentejas, abrazaba todo mi Ser.
Las avutardas, que campan a sus anchas por estas tierras levantaban su vuelo, asustadizas, a nuestro paso. Por aquí, en estos llanos de secano, con el cereal como alimento, entre viñas, almendros y olivares, disfrutan de una paz única. Esa paz que yo mismo demando y me apodero cada vez que estoy, como ellas, planeando entre las lindes.
Somos seres inteligentes, aparentemente.
Hemos ido abandonando esas grandes extensiones de tierra, campos, para hacinarnos en pequeños espacios, en las ciudades, buscando algo así como una vida mejor y, sin darnos cuenta, estamos atrapados en el ruido, el asfalto de lo urbano, con estilos de vida de perfectos imbéciles.
Estrés, polución, hostilidad.
Un buen momento es la noche, en calma.
Yo suelo hacerlo también en mis caminatas.
Caminar no solo es saludable para el corazón, lo físico, sino también para la mente.
¿Cómo nos comportamos? Uff!
¿Cómo estamos viviendo nuestra vida?
¿Lo que hacemos está en consonancia con nuestros valores?
Saber. Buscar la sabiduría: ideas y valores que nos guíen en esta vida.
Filosofía, psicología, biografías, budismo. Encontrar ideas que te motiven. Coaching.
Autorreflexión. Conocerse a sí mismo. El gran Sócrates.
¿Crees que sabes quién eres?
Leer. Estudiar.
Cuánto más sabes, más conoces tus valores e ideal de vida. En este momento puedes comprobar si tus acciones se corresponden con tus Valores.
Parada en Oropesa de Toledo.
Todo exceso cansa. Me encanta viajar, conocer gentes, aprender. Estos dos meses recorro media España, privilegio, pero mis tiempos, los míos, se reducen bastante, tanto que no los recuerdo.
Pensar y dejar caer cada pensamiento sobre un papel.
Llevar un diario es una forma de lidiar con la vida.
Creo que las dos cosas que más bien me han hecho en mi vida, y que práctico desde hace algunas décadas, son correr y escribir. Correr lento o rápido, pero correr; escribir más mal que bien, pero escribir.
Un diario puede ser un elemento de transformación, tengámoslo en consideración.
Yo lo uso como desahogo, como cajón dónde acumular ideas, reflexiones, pensamientos. Como recuerdo.
Es un acto mínimo. Puedes dedicarle el tiempo que necesites, a tu manera.
Nada más placentero como releer lo escrito meses después. Es como volver a vivirlo.
Dominar los impulsos, trabajar la razón y centrarnos en el presente por una vida más plena.
Control de las emociones negativa, convertirlas en positivas. No es tarea fácil.
Autocontrol.
Ser estoico no es ser imperturbable ante la desgracia o las dificultades.
Tampoco es que nos sintamos ajenos a las circunstancias.
Es un edificio gótico, con inmensos duros de piedra y techos abovedados. Realmente parece que despiertas en una época que no es la nuestra, en unas habitaciones con camas que recuerdan a las de aquellos personajes que nos precedieron y que habitaron unas épocas de historia efervescente.
Saber distinguir entre lo que está bajo tu control y lo que no:
¿Qué está bajo nuestro control? Nuestras acciones y nuestras percepciones.
¿Qué no está bajo nuestro control? Todo lo demás.
“Tú tienes poder sobre tu mente, no sobre los acontecimientos. Date cuenta de esto y encontrarás tu fuerza.” Marco Aurelio
Nuestro tiempo y energía deben estar enfocados aquí, entre las cosas que importan y las que tenemos control.
Controlamos el esfuerzo que ponemos en algo, no el resultado.
Preocuparnos no va a cambiar el resultado.
Un par de libros y el cuaderno me han acompañado. Algunas nubes, preciosas, han vaciado el azul del cielo.
Las personas buenas, sensibles, que dan más que reciben, con muy poco, con esa muestra del valor que merecen, lo tienen todo.
A veces debemos apartarnos de nosotros mismos, pensar más en el otro.
En mi mente traía unos libros que adquirir, que poseer. Nada más concluir y despedirme, me abalancé sobre las estanterías de una de mis librerías de referencia, Espejos, para cargarme del pequeño ‘Perderse’ de Annie Ernaux, el reflexivo ‘En busca del tiempo en que vivimos’ de Gregorio Luri y el excelso ‘La forja del carácter’ de Massimo Pigliucci.
Y volví a respirar.
Somos crueles.
La mente del ser humano provoca irracionalidades dignas de animales aunque, permítanme, en muchos casos, los comportamientos de los animales más salvajes pueden llegar a ser más racionales que los de las personas.
En días así, como este, me refugio en el recuerdo del amanecer y el silencio del atardecer de mis campos manchegos.
Ignoramos lo real.
La realidad es que todo está unido a todo. No podemos ganar a costa de los demás.
Es increíble la paz que transmite en ese respirar, esa sensación de seguridad que la inunda y que te traslada en su forma de amor incondicional.
Primero fue Mozart, aquel west highland white terrier, precioso, juguetón; luego ha sido Kika, esta teckel que es solo cariño y simpatía, sin olvidarme de Pipa que, aunque con algo más de genio, comparado a su poca altura de chihuahua y sus ojos saltones, hace las delicias y traslada también un amor que supera lo humano.
Sé que vendrán más porque los perros son mucho más que muchos: ejemplares.
Porque son lo mejor de lo mejor. Porque dan todo su cariño sin pedir nada a cambio. Porque son leales compañeros. Porque generan paz y serenidad. Porque te escuchan sin hablarte pero te miran diciéndote. Porque su amor es incondicional. Porque aunque animales, son mucho más racionales que aquellos que nos creemos serlo pero en ocasiones nuestras acciones y comportamientos dejan mucho que desear. Son los perros.
Me alegra saber que soy leído. No lo digo desde el ego o la vanidad, ya que soy consciente de que no lo hago ni siquiera medianamente bien, no corrijo ni trato, a estas alturas de mi vida, de convertirme en un escritor de éxito ni en un flamante gurú del coaching o la autoayuda. Sí creo que las experiencias vividas, lo que leo o estudio, de alguna manera pueden servir de estímulo a los demás. También, no está demás decirlo, mis ideas y opiniones son mías y no tienen por qué ser compartidas por otros que no piensen u opinen, respetablemente, como yo.
De lo que sí estoy seguro es que mis palabras son sinceras, abiertas y siempre escritas desde el respeto y el cariño a los demás.
A veces pletórico y exultante, otras triste o melancólico. Así soy yo. Así me he hecho. Así he ido construyendo esta vida mía, con palabras sin sentido, con acciones unas veces equivocadas y otras acertadas, pero siempre envuelto en la máxima sinceridad para reconocer, con juicio crítico, los aciertos y equivocaciones.
El juicio crítico hacia mí mismo es algo que no me faltará nunca y es algo que no le debería faltar a nadie.
No publico todo lo que escribo. Hay cosas, pensamientos, ideas y reflexiones que solo pueden quedar para uno y, aunque escritas, no servirán más que para ese recuerdo de cuando ya no esté.
Escribir te provoca una insatisfacción permanente contigo y con lo que te rodea.
Parece hemos superado otro invierno.
Mi momento para escapar de la realidad es el silencio. Me quedo quieto el tiempo que puedo, depende del día, en silencio, dejo que me asalten esos miles de pensamientos que me empobrecen, me enfrento, sin juzgar, y abrazo esa realidad con todas sus consecuencias.
Contemplación. Ser contemplativo es no dar la espalda a la realidad.
La atención es un compromiso, una lucha diaria contra la distracción.
El ruido mental, la agitación, la dispersión, las preocupaciones nos llevan a la ansiedad o la angustia. Al enfado o la ira. Sin darnos cuenta quedamos atrapados en el miedo, la desesperanza.
Necesitamos el equilibrio, restaurarnos semanal o, incluso, diariamente. Necesitamos silencio y calma mental para cultivar esa vida plena.
Encontrar momentos de silencio nos provoca poder crear un lugar seguro en nuestra mente, en nuestro interior.
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