Diario de un Estoico. Lo que el viento nos deja. Semana 16

D/12.L

Avería en el tren. Comenzamos la semana.

He podido sentarme. Leo. Pienso. Los minutos pasan y no sé por qué tengo la sensación de que la avería va para largo.

Podría enfadarme. ¿Para qué? El tren no va a moverse más deprisa.

Cuando salí de casa llovía algo. Tuve la tentación de volver a por el coche. Absurdo. Debo caminar más, hacer más pasos. La semana pasada no cumplí con los retos saludables y estamos en una de esas épocas en las que los compromisos exceden de lo normal.

Escucho un tema de piano de Rubin Henkel, Bi. Es un sonido de esos que más que activar desactiva, pero me generan esa paz que necesito para afrontar el día en un estado de calma ideal.

La calma se irá transformando a lo largo del día en tensiones y preocupaciones, una vez esté sentado en el despacho y encienda el ordenador. Entonces saltan a borbotones todos los temas pendientes, los solucionables y los menos solucionables.

¿Quién no se equivoca nunca? Todos los días nos equivocamos. Unos días cumplimos con todo aquello que hemos puesto en nuestra lista de tareas, otros no.
Cada día tenemos una nueva oportunidad, una hoja en blanco para escribir nuestra historia.
Cada día podemos intentar hacerlo mejor que ayer.
Cada día podemos ser un poquito mejor que ayer.

“¿Qué defecto te has curado hoy? ¿A qué vicio te has opuesto? ¿En qué aspecto eres mejor?” Séneca

El único freno que puedes tener para reinventarte son tus creencias limitantes y tus estructuras mentales, sobre todo cuando has pasado los 50. Crees que no es posible. Te da miedo lo que desconoces.

Todos poseemos algo que nos identifica, que nos diferencia y que nos pone en valor frente al resto.

“Acumulo en mi imaginación, como fuego que calienta en invierno, figuras muy vivas que moran dentro de mí: son mis sueños.” Pessoa

Vuelvo a esta mañana. Ese tiempo infinito dentro del tren, sin avanzar, sin llegar al destino. Comenté que iba sentado desde el principio. Creo que era mitad de camino, que no de tiempo, una chica que iba en pie, cercana a dónde yo estaba, comenzó a agacharse como congestionada. Se estaba mareando. El tren, parada a parada, con el tiempo de espera de los viajeros, iba llenándose cada vez más y más. Personas apretujadas. Calor, falta de oxígeno. En principio no me d cuenta de lo que sucedía. Alguien que sí lo notó comenzó a decir que se hiciera espacio para que la chica pudiese respirar. Según estaba el vagón era imposible. Me levanté de inmediato para dejarla sentar, aunque sabemos que lo que verdaderamente necesitaba era aire. Estaba pálida. Vestía de negro. No creo más de 40 años. Estiraba la mascarilla como para tratar de tomar algo más de aire contaminado por el calor humano. Estaba a punto de desmayarse.
Junto a mí, a mi derecha, frente a ella pero de pie, una chica bastante más joven, como de 18/19 años de edad, en chándal, saca de su mochila una botellita de agua mineral. De verdad que pensé que se la iba a ofrecer a la otra joven mareada. Pero no. Fuerza el tapón titubeando. Retira el anillo de seguridad que se le resiste. Abre. Creo mira de reojo a la joven sollozante. Duda. Se la lleva a la boca echando un trago largo. Vuelvo a pensar que ahora, tras beber, podría ofrecerle la botella. No. Mientras agoniza, respirando como un pez en tierra, ella cierra su botella, tan campante y la vuelve a guardar en su mochila como si nada. ¿Nada?
Me quedo mirando. No sé si decirle o no. Decido no hacerlo. No sé si hago bien o mal. Realmente lo que me da gana, perdónenme los puristas, es de soltarle un guantazo para que se espabile, además de decirle que no tiene consideración ni educación. El que quedaría como un mal educado sería yo, irrespetuoso y, de seguro, denunciado si no detenido.
La joven del agua se baja en Atocha como si nada. La joven agonizante queda sentada en el vagón. Yo, con canas ya, bajo pensativo, como alucinado, como sabiendo y reconociendo que esa educación que debo a mis padres y abuelos, lo tengo más que claro, haya sabido transmitir a mi hijo y en un futuro, espero, nietos.


D/13.M

La lluvia inunda las calles de Madrid como si no hubiera llovido nunca. Es lo más incómodo que hay para moverse.

Con el paso de los años solemos ser más pesimistas. ¿Inseguridad? Nos da miedo el riesgo, ese futuro nuestro se nos muestra incierto. Todo lo conseguido con los años se puede perder en poco tiempo. No es forma de vivir con esa preocupación constante.

Nuestro querido compañero de viaje, Epicteto, nos decía que ante todas y cada una de las situaciones que tengamos durante el día, nos preguntemos si está bajo nuestro control o no. Esto es esencial para evitar preocupaciones innecesarias. No digo que no haya que preocuparse, pero con lo que realmente lo merece.

Dicotomía del control. Aprender a diferenciar aquello que está bajo nuestro control de aquello que no es posible controlar.

Libertad. ¿Realmente somos libres? ¿Qué es la libertad para ti?
Libertad es igual a hacer lo que deseo. Para hacer lo que uno desea necesita tiempo, con lo que la libertad es tiempo. Ser dueño de tu tiempo es ser dueño de tu vida. La libertad se consigue con el menor número de mochilas a cuestas. Las mochilas son preocupaciones y cuantas menos preocupaciones tengamos más libre te sientes.
Tiempo no es no hacer nada. Tiempo es hacer lo que te gusta, aprovecharlo, disfrutarlo, vivirlo.
Trabajar. Sí. Trabajar para disponer de tempo para vivir, no para acumular y llegar a convertirte en un esclavo de tus propias preocupaciones.
¡Qué poco libre he sido! ¡Qué poco libres somos! ¡Qué difícil es ser libre!
Libertad es capacidad de decisión. Libertad es hacer, crear, desarrollar, crecer en aquello que te enriquece internamente y te hace feliz.

No he sido feliz acumulando, aunque es fácil, desde el privilegio de tener lo necesario, decir eso ahora. Todo lo que acumulas puedes perderlo con lo que terminas siendo doblemente infeliz.
Si no vives para tener y sí para Ser, nunca perderás nada.
Reconozco que en un pasado me obsesionaba el tener y el ser, en minúsculas. La clave está en darte cuenta antes del fin y buscar el Ser, en mayúsculas.

Muchas veces nos juzgamos intentando corregir nuestros errores.
El juicio nos hace sentir culpa.
Nos han enseñado, desde que nacemos, a juzgar. Nuestra mente está diseñada en el juicio. Sacamos conclusiones de todo lo que vivimos, de todo lo que vemos. Está bien o mal. Es bueno o malo.
Juzgamos. Juzgar nos separa.

Tenemos derecho a opinar, pero no quiere decir que lo que opinemos sea válido.
Debemos opinar cuando podemos defender nuestra opinión.


D/14.X

Crea tu ritual de motivación.

No es lo mismo ponerte en marcha que actuar.


D/15.J

Viajo a Segovia. Desde mucho antes de la pandemia no había estado en esta señorial ciudad en la que también he pasado muy buenos momentos.

Segovia es, más allá de su belleza histórica y sus calles provincianas repletas de encanto, lugar de buen comer y beber. Dejémonos llevar. De aquí a pasado reyes no es tiempo de dietas. Disfrutemos de lo presente.

¿Qué es ser auténtico? Ser auténtico no es tratar de diferenciarte con el resto en llevar ropas de una manera u otra, el pelo de colores o el cuerpo lleno de tatuajes y piercings.
Ser auténtico es ser tú. Sentirte “tú”.
Saber, tener claro, qué quieres hacer con tu vida.
Tener muy claro con quien quieres estar y con quién no.
Ser auténtico es no dejarte contaminar por modas o por los demás.
Ser honesto contigo.

“Si estás deprimido, estás viviendo en el pasado. Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro. Si estás en paz, estás viviendo en el presente.” Lao Tzu

Ser capaces de controlar la ansiedad que nos provoca el futuro transmite mucha paz. El único modo de disfrutar del aquí y el ahora.


D/16.V

Estar en Segovia y no comer, dejarte llevar por esa gastronomía excelsa, es anormal. Estar en Segovia y no amanecer con el estómago pesado, destrozado, es lo normal.
Por aquí ha amanecido frío, con algo de nubes pero he podido contemplar el despertar del azul por encima de esta elegante Catedral gótica.
Desperté pronto. Todavía en la noche he salido para poder dar una caminata antes de los quehaceres e intentar compensar algo el exceso de ayer.
Madrugar me ha permitido ver el amanecer sobre Segovia, desde el Alcázar. Una belleza de la que tan solo disfrutan los que viven en esta pequeña capital y aquellos visitantes que, como yo, no quieren perderse nada de lo que se nos ofrece a la mirada. Las calles estaban vacías, es como si aquí todo comenzara un poco después, a otro ritmo.

Falla la memoria. Los días y los años, la vida que llevamos, las tareas del exceso, los problemas sin descanso, provoca que mucho de lo presente se olvide y nos vengan los recuerdos que habrían pasado.
Hay días que no sé cómo lo hago. Los comienzo y no tengo ni idea cómo los termino, de tal manera que cuando los pienso, ni siquiera sé si han existido. Pero los he vivido.
No recordarás los días, pero sí te lo sentirá el tiempo.

Estamos en la dirección correcta cuando hemos perdido el interés de mirar hacia atrás.

El estoicismo es una forma de enfrentar la vida, las adversidades. Es una filosofía práctica.
Todos tenemos las mismas preocupaciones, incluso casi los mismos problemas.
El estoicismo no deja de ser más que una caja de herramientas. Cada uno de nosotros utilizamos la que más útil nos es.
Cuando nos ocurre algo, lo que sea, pongámoslo en perspectiva. Normalmente ese problema nos ocupa toda nuestra visión. Sepárate. Toma perspectiva. Aléjate. El problema no dejará de ser un problema. Tú estarás preparado para enfrentarte a él.
Perspectiva de tiempo.
Céntrate en el presente. Olvídate de una puñetera vez del ‘qué pasará’.
¿Hay algo malo ahora mismo? ¿Estás enfermo? ¿Te duele algo? ¿Te han despedido?
Quien sufre antes de tiempo sufre el doble. Si es algo que está fuera de tu ámbito de control no te preocupes. Y seguro que si ocurre antes, habrás lidiado con ello.
No te preocupes antes de tiempo.


D/17.S

Tener o no tener remedio. Esa es la verdadera cuestión.

Autoliderazgo y Autoconciencia. Crear una vida con propósito. Liderarte, liderándote.

Tal vez sea el momento de parar y tomar perspectiva. ¿Cuántas veces nos decimos esto? ¿Cuántas veces lo hacemos de verdad, en serio?
Analizarte. Diagnosticarte. Liderar tu propia vida.

Cuanta más confianza tienes en ti, cuanto más te conoces, más igual te dan las opiniones de los demás.


D/18.D

Ayer, almorzando con un amigo y nuestros hijos, salió en la conversación el tema del dinero y la felicidad. Que todos queremos ser felices es un hecho, lo que necesitemos cada uno para serlo es otra cuestión,  bastante distinta. De los cuatro ninguno opinamos lo mismo. La más radical fue la hija de mi amigo que vino a decir que la felicidad la da el dinero que tengamos en la cuenta bancaria. Mi hijo, algo que me sorprendió gratamente, dijo que eso no era así, que el dinero ayuda a vivir bien, tranquilo, pero que no lo es todo. Mi opinión ya se sabe: el dinero no es felicidad, el dinero genera deseos, ambiciones insanas, ata, esclaviza. La felicidad la dan los momentos como el de ayer o como la caminata de esta mañana mientras amanece en el campo.
Mi hijo matizó, con razón, que es fácil hacer un discurso así cuando eres un privilegiado en la vida y la tienes medio hecha. Lo difícil sería hacer ese discurso si no tienes nada. Yo conozco a personas así, que tienen nada o poco, pero disfrutan de cada instante tan intensamente que casi no les queda tiempo para las preocupaciones. Son felices con ese poco.
Stuart Mill decía que “si te empeñas en ir en pos de la felicidad tan solo conseguirás ser infeliz…”
La felicidad es un equilibrio entre los momentos buenos y los momentos malos. Es imposible estar siempre feliz como tampoco es posible, por muy mal que nos vayan las cosas, no tener un momento de felicidad. Hasta en lo más profundo de un agujero se encuentra un reflejo de luz.

El futuro no existe en el futuro, el futuro únicamente existe en el presente.
Casi siempre pensamos los tiempos por venir con miedo, entre otras cosas porque no sabemos si formaremos parte de él.

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