02.05.2021... Una líder: una madre.

Este primer domingo de mayo, entre sol y nubes, entre festividades en la Comunidad de Madrid que se unen al final de esta campaña electoral enmascarillada, coincide con el Día de la Madre. Qué mejor, pues, que escribir algo sobre las madres.

Mi madre se acerca despacio a los 80 años, para qué correr. Este año se les está haciendo eterno, quieren que pase rápido, pero que los días no cuenten en esa edad, que el maldito COVID, les ha puesto en peligro y les ha quitado tiempo: de abrazar, de estar con sus hijos y nietos, de sentir el campo o sus raíces.

Mi madre es una madre de esas de siempre, de las que conseguían que 100 pesetas se convirtieran en 150 como por arte de magia.

De las que de pequeño te arreaban con la zapatilla cuando hacías algo mal. Pero nunca te hacían daño.

Era de esas que cargaban con los niños y las bolsas con kilos de compra y nunca se quejaban.

De las que te hacían una cartera de loneta para el cole, por no comprar una nueva.

Mi madre era de las que no dormían por cuidarte cuando nos poníamos malos, pero por la mañana temprano ya estaba preparando el desayuno.

De las que cocinan, y cocina, mejor que en cualquier restaurante de esos con estrellas.

Mi madre era de aquellas que se arrodillaban fregando el suelo y canturreaba felicidad con las canciones de entonces.

De aquellas que te regañaba pero no se lo decía a tu padre para que no volviera a regañarte.

De esas que te cosía el dobladillo de los pantalones cada vez que lo rompías. O te ponía rodilleras o coderas para que aguantase más la ropa.

Madres que han sabido valorarlo todo, porque son de esa generación en la que el todo no existía, solo había nada. Una generación de mujeres del campo, educadas en el machismo imperante de la época, pero que han sabido hacerse su lugar en esta tierra de nadie.



No son feministas porque son femeninas, de las que han priorizado la familia, con sus sacrificios, a otras vidas o carreras, pero no por ello han defendido y defienden sus derechos.

Mujeres que trabajaban, cuidaban la casa, los hijos, los problemas venidos del día a día, sin descanso, ni vacaciones ni horarios. Siempre ahí.

Si tenías o tienes necesidad te escuchan, te entienden, te animan o te advierten cuando te ven en esa línea delicada.

Sin reprocharnos nada. Esos días sin llamar, o semanas sin acercarte a verlos.

Seres superiores que nos han entregado hasta su alma.

Madres que la vida les hace separarse de sus hijos, en la distancia y ven pasar los años sin abrazarlos. Pero siempre ahí.

Amor auténtico y verdadero, que lo da todo sin pedir nada a cambio, solo hay el de la madre.

Suerte, privilegio, el de tenerla todavía a mi lado junto a mi padre.

Pendiente sigue, como del niño aquel, de que no me falte, de que me cuide, de que no me venga abajo en los malos momentos, de que no me arrugue en las adversidades.

Yo, que me creo ser coach, creo que el mejor ejemplo de ello es una madre. Y entre los mejores: la mía.

Lo cierto es que hoy es el Día de la Madre pero madres son todos y cada uno de los días de su vida y, como madres, lo son también todas esas mujeres que sin llegar a serlo, tienen un corazón inmenso, cuidan y dan cada día por lo que verdaderamente les importa por encima de sus propias vidas.

Las madres son un ejemplo de verdadero liderazgo. En ellas se dan todas las cualidades y virtudes de un líder.

El liderazgo de las madres.

Credibilidad: lo que te dice tu madre siempre es verdad porque no lleva ni tiene otro interés que el tuyo.

Visión: no se les escapa una, ni del presente ni del futuro.

Amor: son generosas, dan siempre más de lo que reciben. Desean siempre el bien común.

Confianza: siempre confían. Una y otra vez. Cuando las engañamos es porque se dejan engañar. Inspiran confianza.

Unidad: sacrifican lo que sea, su bienestar si es preciso, por la unidad familiar.

Compromiso: su compromiso es único, están implicadas en el bienestar común por encima del personal.

Humildad y Generosidad: no puede haber otro ejemplo que las madres. Nunca buscan el propio interés o beneficio, siempre el bien común. 

Resilencia: tienen gran fortaleza mental y positivismo. Gestionan sus contratiempos vitales. Son capaces de convertir el infortunio en sabiduría personal y compartirlo.

Transparencia: todo lo que hacen lo hacen abiertamente. Honestidad y capacidad de asumir errores y aprender.

Actitud positiva: pocas veces nos dejan verlas mal. Siempre te aportan positividad. Todo se solucionará.

Paciencia: esperan siempre. Si algo tiene una madre, eso es paciencia.

Capacidad de decisión: toman decisiones constantemente, de forma rápida. casi siempre aciertan y, cuando no lo hacen, no se arrepienten, aprenden.

Persistencia: son erre que erre hasta que consiguen convencerte o consiguen lo que quieren.

Responsabilidad: no hace falta más explicación, si hay un ser responsable, ahí está tu madre.

Ceden cuando deben hacerlo: aguantan el máximo, pero cuando tienen que ceder, ceden.

Un ejemplo a seguir: eso es una madre.

Ser madre, ser líder.

Tal vez por ello, y merecido es, existe un liderazgo único de mujer porque la sensibilidad, el compromiso, la fortaleza, la empatía, la honestidad de una mujer está muy por encima que la de muchos hombres.

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