07.03.2021 Un Año...

Ser optimista en estos tiempos que corren, es una conducta de riesgo.

El 80 por ciento de los problemas o miedos que tenemos, ansiedades o frustraciones, se deben a querer cambiar, poseer o controlar aquello que está fuera de nuestro alcance, control o influencia. Es lo que opinan mis amigos estoicos del pasado.

Tras este año tan peculiar, extraño y digno de olvidar, he aprendido que para estar bien, en paz, debemos diferenciar lo que podemos cambiar de lo que No.

Frustración. Nos frustramos cuando deseamos tener algo que no conseguimos, porque tal vez no está bajo nuestra influencia o control el conseguirlo; o porque algo no nos sale como nosotros creíamos nos saldría; o porque queremos que alguien sea como nosotros queremos que sea, y no lo es.


Este año nos ha demostrado, a todos, que nada es como pensamos. Que todo puede cambiar de un momento a otro. Que solo el presente es real

No somos igualmente los mismos que éramos antes.

Creo que los humanos no aprendemos las lecciones fácilmente.

Justo hace un año, el día 11 de marzo, viajé a Vigo. Al día  siguiente teníamos programada una jornada formativa sobre los Objetivos de la Agenda 2030.

Las noticias sobre el COVID ya eran bastante extrañas, no eran buenas. Los contagios en España habían comenzado, pero prácticamente nadie, al menos yo, preveíamos lo que ocurriría después.

La desconfianza y los miedos comenzaban a apoderarse de nosotros. Yo era de los más incrédulos y crítico con aquellos que no lo eran. Esto no podía llegar a más. Se pararía. Sería algo como las Vacas Locas o el Ébola.

En el aeropuerto, en la ida, prácticamente no había nadie. En Vigo disfruté de las terrazas, algunos paseos al sol pero, por la tarde, miércoles, en conversación telefónica con los responsables del acto, se decide suspender la actividad. Responsabilidad. Demasiado riesgo. Las noticias a cada hora eran más confusas.

En ese preciso momento comienza a entrarme una especie de temor. Me siento en un banco, frente al mar, leyendo toda la prensa digital de última hora y compruebo que se cierran aeropuertos y cancelan vuelos. Mi hijo me comenta que han suspendido las clases en la universidad.

No sé qué hacer. Tengo billete de vuelta al día siguiente. Decido no arriesgar con cambios, extraños. 

Amanece sol al día siguiente. Las calles llenas de gente. Hablas con unos y otros. Nadie piensa ni imagina la que se avecina.

Vuelvo en el vuelo de la tarde. Muy pocas personas en el avión.

El viernes, ya en Madrid, tomamos las últimas cañas en nuestro bar antes de que los cierren completamente hasta saber cuándo.

El sábado 14 el Presidente del Gobierno de España declara el primer Estado de Alarma,  duraría 100 días.

Ha pasado un año. Vivimos todavía el segundo Estado de Alarma.

Responsabilidad individual. Liderazgo Personal.

Hemos aprendido a elegir. Controlamos nuestras decisiones aunque sean más limitadas. La libertad es eso, no depender del número de opciones que tenemos sino comprometernos con vivir de forma que tenga el mayor impacto positivo sobre aquello de lo que depende nuestra existencia.

Oxímetro, mascarilla, gel hidroalcohólico, guantes, resiliencia, muerte, coronavirus, vacuna, Simón, YO, zoom, NOSOTROS, Wuhan, vulnerabilidad, imperfección, impermanencia.

Qué de palabras utilizadas durante estos 365 días.

Mi gran descubrimiento ha sido qué somos vulnerables, imperfectos e impermanentes.

Podemos cambiar si queremos cambiar. Podemos transformarnos y enfrentarnos a las adversidades.

Abrazar la vida, vivir hoy, cultivar la salud y la solidaridad.

Vivir cada día, no dejar de vivir ni un solo momento.

No estamos solos, ni somos los únicos; nuestra existencia depende de los demás.

De alguna manera ha sido un tiempo para relativizar las cosas. Para frenar. Para dar a todo la importancia justa. He aprendido a estar más tranquilo, al menos a intentarlo.

Ahora tengo otros miedos.

Escribo más en verde porque es el color de la esperanza, es el color del futuro. Pensar en verde es pensar en el mundo que dejaremos a nuestros hijos.

La pandemia nos ha privado de muchos buenos momentos.

No vemos a las personas que queremos cuando queremos.

Los trabajos se han visto alterados, algunos incluso han perdido el suyo.

Prácticamente no se va a dar clase en la Universidad.
Los jóvenes no salen por la noche.

Nuestra salud mental, ansiedad, depresión, miedo, ha aumentado.

Mantener la salud mental en tiempos difíciles como estos es esencial.

Encontramos la tranquilidad y la paz cuando somos capaces de identificar nuestro camino. No dejes que nada te distraiga.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 33

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30