10.01.2021... Filomena, a mi pesar.
La nieve ha conseguido este fin de semana, por mucho que se la esperase, sorprendernos. Tal vez sea la primera sorpresa del año, de seguro que no será la única.
Hemos dejado de hablar de la pandemia porque los suelos blancos nos han iluminado más allá de nuestro interior.
El COVID no nos ha abandonado, sigue ahí, ataca en forma de 'ola', va y viene, tocando a aquellos que nos confiamos, que somos prácticamente todos.
La estampa de la nieve ha sido fabulosa para la gran mayoría, sobre todo para todos esos chiquillos que ven con esos ojos ingenuos, puros, el mundo real, no contaminado. Pero ha vuelto a poner en evidencia la falta de protocolos coordinados de emergencias de todas las administraciones: local, autonómica y central.
Vivimos en un país y en una sociedad cómoda, poco acostumbrada a los imprevistos.
Ahora comienza la segunda parte. Incomunicados en las casas porque las vías son intransitables, comercios cerrados, hospitales sin personal, centros educativos y públicos cerrados, economía nuevamente paralizada. Otro parón en un momento crítico.
Pero da exactamente igual. Continuaremos tirándonos bolas de nieve los unos a los otros, desde una administración a otra.
Ayer me comentaba un amigo de Minaya (Albacete) cómo salieron los vecinos a retirar la nieve de todas las calles del pueblo, cada uno con la maquinaria que tiene, para que quedaran lo más limpias posible ante las heladas que vienen. No sé si en los pueblos es diferente la vecindad, creo que sí, simplemente Es. Se olvidan de ideas de unos y de otros y arriman el hombro para tratar de disminuir los posibles peligros o riesgos que pueden influir en la comunidad.
Aquí, en las ciudades, esperamos que nos hagan todo.
Aquí, los de al lado, te tienen que ver muy caído para que alguien te de la mano y te ayude a levantar.
Aquí hemos salido todos a la calle a hacer fotos y hacernos selfis, en tropel, a darnos abrazos mientras el COVID acecha; o nos vamos en zapatillas y vaqueros a la sierra en pleno temporal. Por el contrario no hemos pensado que ya que la administración no puede con todo, nosotros sí podríamos abrir caminos transitables entre los portales por si la urgencia surge. O ser responsables y quedarnos en casa, como nos aconsejan, para no subir los índices de contagio. ¿Para qué? Si yo estoy bien, para qué voy a pensar en los otros. Eso sí, si me contagio con gravedad quiero una cama de urgencias para mi; si me pierdo en la sierra quiero a equipos de la Guardia Civil dispuestos a encontrarme y salvarme. ¿Somos egoístas?
La soledad, al menos a mi, te hace pensar más en los demás que en uno mismo. En situaciones así, en las que el gélido frío queda en el exterior, viéndolo a través de la ventana, al resguardo de un techo, con calefacción y comida caliente, no es lo mismo. Ni el frío ni la adversidad es igual para todos.
¿Y todos esos que no tienen techo? ¿Y todos esos que lo tienen, pero no les llega para calentar la casa? ¿Y todos esos que mañana no pueden trabajar y deben traer pan a sus casas? ¿Y todos los que han tenido que dormir en los hospitales estos días, doblando turnos, para que estuviera cubierto el servicio?
Aquí nuestros responsables políticos nos anuncian el comienzo del año con una descomunal y descontrolada subida de la luz. Sí, la luz. Ese bien tan necesario como imprescindible. ¿No estamos ante una contradicción más?
No recuerdo una borrasca así, ni una pandemia como la actual, con lo que está claro vivimos en momentos circunstancialmente extraordinarios en los que la fe, la confianza y la esperanza se hacen más necesarios que nunca.
☝️2021 podría ser un buen año, de momento apunta maneras de lo contrario.
Pero además vivimos una borrasca social permanente, que tardará en pasar si no le ponemos remedio, alentada, interesadamente, por algunos desde las instituciones. Una borrasca que de alguna manera busca provocar la inseguridad, el miedo, la incertidumbre, en los ciudadanos. Es el alimento, la siembra, de aquellos que buscan el control. Es la borrasca que alimenta el odio, el enfrentamiento, el despecho de todo aquel que no piensa como yo.
La borrasca social va sembrando el miedo y el desamparo entre los ciudadanos que ven cómo unos y otros se echan las culpas, se insultan, pero cómo sus problemas siguen sin resolverse.
Parece que no vemos más allá, pero es así.
No son solo las circunstancias, las adversidades; es cómo se están liderando las situaciones.
➡️ Se están incrementando las desigualdades y se están aprovechando adversidades para hacernos más débiles.
O nos hacemos fuertes, mental y emocionalmente, o se harán más fuertes con nosotros.
O aprendemos de lo que ocurre, nos damos cuenta, nos dejamos de individualismos, o estamos abocados a quedar en manos de discursos populistas que nos dirijan como ganado sin decisión.
O nos lideramos nosotros mismos, o nos lideran.
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