02.08.2020... Reflexiones del Verano V

Me ha preocupado siempre, y mucho, eso de estar en manos de aquellos que les gusta el folklore del aplauso, la palmadita en la espalda y el dicho ese de “qué macho eres”

Lo que hacen, lo suelen hacer buscando la foto fácil y no se entregan a la complicación que, en épocas difíciles, es realmente cuando se arriesga y si se falla se vuelve a intentar. Me da igual quien sea, de dónde sea, o a quién represente, simplemente desconfío.

No hay nada peor que en una situación complicada estar en manos de folclóricos.



Me siento totalmente enmascarillado. Este calor que nos acompaña me hace sudar hasta las barbas, bajo este insolente complemento que me recuerda que soy mortal. 

Pasamos los 38 grados, tengo más canas y ojeras. Estoy cansado, aunque voy tratar de descansar y desconectar unos días. 

Creo he trabajado mucho este año. Seguro que depende para quién. Para mi, que ya es importante que lo sea, así ha sido.

Siempre trabajo mucho, tal vez ese haya sido y sea uno de mis mayores defectos. No he priorizado ni priorizo, y no priorizar te convierte en esclavo. 

Leía ayer el mensaje de un chaval, publicado por su madre, que falleció hace poco de cáncer, a una edad a la que debería estar prohibido morir.

Decía así:

“El problema más grande del ser humano -y el mío hasta que me dijeron que tenía cáncer- es la manera de entender la felicidad, de ser feliz. Me he pasado 27 años de mi vida intentando ser el mejor estudiante, graduarme en la mejor universidad, montar empresas y sentirme un cowboy del capitalismo, siempre anclado en el ‘más es mejor’. Todo precioso y bonito hasta que un día te dan la noticia y no sabes cuántos meses te quedan de vida. 
En un abrir y cerrar de ojos, te das cuenta de la importancia del ‘tiempo’. Mejor aún, te das cuenta cómo y con quién quieres invertirlo.
¿Cuántas veces no he estado con mi novia por quedarme enviando correos hasta las 3 de la mañana?
¿Cuántas veces he ido a jugar con mi hermanita pequeña?
¿Cuántas veces habré ido a ver a mi madre?
¿Cuántas la he colgado?
¿Cuántas invitaciones al cine con mi padre?
¿Cuántas? ¿CUANTAS?????
No soy nadie para darte un consejo pero quizás, dios no lo quiera, un día recibas una llamada del hospital después de hacerte un tac, una placa o un análisis de sangre, invitándote a cerrar una cita con urgencia. Quizás ese día se sienten 7 médicos delante de ti y ‘buuum’, todas esas metas por ser un as se evaporan.
Al final solo te llevas el tiempo y el amor que has dedicado a las personas que quieres, a las que...” 

Una gran verdad. De los sabios se aprende y de este chaval, que no he tenido la suerte de conocer más que por la TV y las declaraciones llenas de amor de su madre, todos deberíamos de aprender. Jóvenes y no tan jóvenes. 

Creo no hacen falta mas palabras... ¿no es cierto? 

A qué esperamos para valorar lo importante y cambiar. 

A qué esperamos para dejarnos de buscar problemas donde no los hay. 

A qué esperamos para Vivir cada día como si fuera el último. 

A qué esperamos para mandar a la mierda lo que nos sobra y pesa. 

A qué esperamos para pensar que todo lo que acumulamos de más se quedará aquí. 

A qué cojones esperamos para perdonarnos, pedir perdón o perdonar. 

A qué esperamos para darnos cuenta que sólo tenemos una vida y que somos impermanentes. 

¿A qué esperamos? 

A qué esperamos para caminar sin mirar atrás. 

A qué esperamos para decidir sin pensar en lo que piensen los demás. 

A qué esperamos para dejar de aparentar. 

A qué esperamos para no buscar ahí fuera lo que tenemos dentro de cada uno de nosotros. 

¿A qué esperamos?

¿A que un doctor nos llame y nos diga que tenemos una enfermedad terminal? ¿A que mañana no despertemos? ¿A qué? 

Deja de esperar de una puñetera vez y DESPIERTA.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 33