No hace mucho  no teníamos tiempo para nada. No teníamos tiempo para sorprendernos, ni para enfadarnos, ni para estar con nosotros mismos. No parábamos ni para preguntarnos si aquella vida era la mejor, todo era una excusa. Si no teníamos problemas, los inventábamos. Todo era correr y no parar. A lo mejor, ahora que hemos parado obligatoriamente, deberíamos reflexionar sobre ello.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 33