07.07.2019... Vuelvo al Silencio.

Algunos no saben lo que es el silencio por el mero hecho de no ser capaces de enfrentarse consigo mismo.

Termino una semana que podemos definir como poética, aunque desbordada en trabajo. 

Poética por haber vuelto a una de las ciudades que mas me gustan de España, Barcelona y haber podido caminar por alguno de esos rinconcitos que ya forman parte de uno. 

Poética por haber terminado en esas tierras, ahora cálidas y tiznadas del color oro que va dejando la cosecha del cereal: Minaya. Y sí, poéticas porque aunque todo es importante, el silencio también lo es en mi existir.

Contemplar el cielo. Contemplar esas tierras en el anochecer rojizo. Contemplar los árboles y esos pájaros que vienen y van cantando en libertad y sin mas deseo que aquél que cubre sus necesidades más básicas. 

Contemplar es silencio y contemplar forma parte de la vida.

Contemplar es sentir y penetrar el silencio.

Algunos buscamos el silencio porque estamos intoxicados de ruido, contaminados de gritos, de furia, de tecnología estruendosa.

Quedé el fin de semana sin datos en el móvil, sin wifi, y ha sido como descubrir que se puede estar sin conectar constantemente a ver si ha llegado uno u otro correo de una u otra organización en la que participas. No pasa nada. El lunes llegarán todos a la vez.

No he visto la televisión ni escuchado la radio. No he escuchado más que el canto de los pájaros, ese sonido especial que utilizan para comunicarse entre ellos que lo convierten en melodía. El sonido de las hojas de los árboles cuando el viento las abraza.

En las ciudades todo el mundo grita. La gente grita simplemente porque no escucha y el que no escucha tiene miedo de que no le escuchen a él y grita. Gritamos. Nos destruimos nosotros mismos, por dentro, porque somos ruido.

Últimamente leo muchos textos sobre el silencio. Se escribe sobre el silencio porque se necesita el silencio. Los médicos, los psicólogos, están comenzando a recetar dosis de silencio. El silencio sana.

Desde la antigüedad los sabios, los maestros espirituales, los santos, buscaban con desesperación el silencio, la contemplación, la meditación como vía de paz interior, de crecimiento y sabiduría.

Ahora la mayoría de las personas parece que buscan todo lo contrario. Las televisiones se ponen a todo volumen, los chavales llevan los auriculares tan alto que escuchan los de alrededor los sonidos de sus músicas estrambóticas. El sonido de la taladradora del vecino. Los niños gritando en el parque, les enseñamos a gritar desde pequeños. Las máquinas de la obra de enfrente. Cada vez hablamos más alto. Gritamos.

El silencio cura.

Les recomiendo buscar el silencio. Les invito a estar en silencio un tiempo, cada día.

Cada vez necesito más el silencio y en Minaya, ese pequeño paraíso, ese paraje angosto, seco en esta época del año, pero suficiente, vivo.

El silencio es la mejor manera de pensar en sí mismo, no de una manera egoísta o individualista, sino como reflexión, como terapia, como desconexión.


Quédate en silencio. Para, mira a tu alrededor. Desconecta tu mente del exterior y verás todo de una manera distinta.

Decía Raimon Panikkar, que una de las enfermedades del hombre moderno es la “sigefobia”, justamente, el temor al silencio.

El silencio es un lujo.

Lo mejor que puedes hacer para tener una vida interior calmada, en paz, es buscar y tener momentos de silencio. Después de un día, o una semana, de esas agotadoras, caóticas, estresantes. Busca el silencio.
“Siempre he amado el desierto. Uno se sienta en una duna de arena, no ve nada, no oye nada. Sin embargo, a través del silencio algo palpita, y brilla”. Antoine de Saint-Exupéry.
Ayer tarde, por ejemplo, comprobé cómo anochecía el silencio mientras el cielo se apagaba. Cogí unas ciruelas en el árbol de ese pequeño huerto, hice unas fotos y por unos instantes olvidé que yo también formo parte de un sistema, de una sociedad ruidosa.

Comparto estas pequeñas reflexiones porque me sirve para certificar, cuando leo, mis momentos de paz.

Pon más silencio en tu vida, la llenarás de paz.

El silencio, entre otras muchas cosas, te ayuda a conectar contigo.

Siempre me ha gustado el silencio. He sentido cierta atracción por el silencio, por la contemplación, por esa soledad voluntaria a estar en calma.

Los años me van haciendo viejo, mayor, y necesitado de silencios.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 33

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 34