02.06.2019... Reflexiones sobre el miedo!

Tras un fin de semana en Minaya, escondido del ruido, de los peligros que acechan en las ciudades y las convierten en una selva donde cada vez impera más la ley del maleante, termino el domingo algo desgastado mentalmente, pero con ansia de renovar los pensamientos.

Últimamente parece me ha mirado un tuerto, como se dice en mi pueblo. Últimamente parece que nada sale como uno pretende que salga. Últimamente no ocurre nada que pueda valorar como positivo. Pero eso sí, vivimos. Tenemos vida y ganas de seguir. Tenemos vida y siempre podemos cambiar las cosas y no desesperar. Hay un hoy y eso es lo importante. Peor sería que no lo hubiera.

Este fin de semana, envuelto en esa sinfonía maravillosa que me dedican los cientos de pájaros que revolotean y cantan en el patio, bajo esos cielos azules, ya cálidos, manchegos, he reflexionado mucho sobre el miedo. No dejamos de tener miedos. A veces nos vence el miedo.


¿Se puede vivir sin miedo? Creo que no, me parece imposible. No creo a aquellos que dicen no tener miedo a nada. Siempre se teme por algo y el miedo es algo positivo si lo utilizamos como tal. Hay un miedo que nos bloquea, que nos parece imposible superar, pero que de alguna manera nos hace más fuertes.

Sófocles dijo que “para quien tiene miedo, todo son ruidos“

El miedo es una emoción, nos pone alerta ante una posible amenaza o aquello que creemos una amenaza.

¡Miedo!

¿Quién no tiene miedo?

¿Miedo al fracaso?

¿Miedo a no terminar otro cuaderno?

¿Miedo a un examen?

¿Miedo a la verdad?

¿Miedo a las pérdidas?

¿Miedo a la realidad?

¿Miedo a un nuevo reto?

¿Miedo a no ser lo que los demás quieren que seas?

¿Miedo al qué dirán?

¿Miedo a no llegar a la meta?

¿Miedo a esa soledad obligada?

¿Miedo a no ser feliz?

¿Miedo a no levantar mañana?

Miedo... miedo.

¿Has dejado de tener miedo alguna vez en tu vida?

El miedo nos acompaña y no es bueno que nos abandone.

El miedo nos hace mas fuertes. 

El miedo nos mantiene alerta.

Hay un miedo natural, animal, el miedo que se siente frente a una situación de riesgo, una pelea, un atraco, un accidente; hay un miedo que generamos internamente ante la perspectiva de un hecho, a lo que pueda ser en un futuro pero que nadie, ni nosotros, sabe si sucederá porque son imaginaciones o pensamientos creados en nuestra mente: es nuestra fantasía, nuestra imaginación la que genera el miedo. 

Lo más importante aquí es que si somos capaces de imaginar el peligro, también podremos poner los remedios, anticiparnos, para generar posibles soluciones a lo que pudiera ocurrir.

Caminamos y, desde muy jóvenes nos enfrentamos a diferentes situaciones repletas de incertidumbre que nos provocan miedo. Desarrollamos el miedo a perder, el miedo a ser rechazados, miedo al fracaso, miedo a morir. Pero también nos generan miedo los cambios: cambio de trabajo, de vida, de estudios... de todo. Todo cambio es un riesgo y todo riesgo implica miedo.

El miedo puede bloquearnos, el miedo puede retrasarnos en en camino, paralizarnos.

Estos días, mientras leía algunos textos filosóficos, tratando de no pensar en el disgusto que me llevé el viernes al robarme el maletín con mi ordenador, mis cuadernos, mis papeles, mis libros, mis proyectos, mis notas... ese poquito de mi, de mi vida, me he dado cuenta que en los últimos tiempos, tal vez pasados los 50, es como si el miedo se haya apoderado de mi.

Curiosamente el miedo te hace sentir inseguro y, en ocasiones, esa inseguridad se la trasladas a los demás de manera inconsciente. Un miedo insano.

Tal vez sea un miedo idealista, futurible, provocado por el mañana.

Creo que somos nosotros los que hacemos las cosas muy difíciles y eso termina por generarnos miedo porque las cosas no suelen tener la importancia que le damos.

Creo que en ocasiones imaginamos un futuro que no es real y supeditamos toda nuestra vida a él normalmente en negativo. Quiero con esto decir que sufrimos por adelantado.
Deberíamos vivir más hoy y no idealizar tanto el mañana.
Los retos siempre generan miedo. Los nuevos proyectos también. Pero es un miedo sano, un miedo que merece la pena porque nos genera prudencia, templanza. La valentía, en exceso, es una temeridad.

Cómo me gustaría ser capaz de trasladar, a esa persona que es la más importante en mi vida y que se enfrenta estos días a uno de esos retos vitales, en este caso en forma de examen, que no tenga más miedo que el que te aporta prudencia; el miedo negativo te bloquea porque te hace ver aquello que no es.

Pero es fácil decir, aconsejar. También hay que vivir.

Bueno, sin ordenador, sin agendas ni cuadernos terminamos la semana. Estamos vivos. Lo material siempre puede sustituirse y mañana comienza otra semana que será diferente. 
Enfrentémonos a los días acompañados de ese miedo sano del que merece la pena ser acompañado.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 33

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 34