17.02.2019... La florecilla!

El viernes a estas horas me despedía de las calles de esa maravilla del mundo que es la ciudad de Granada; ayer, a la misma hora, me encontraba en esa otra maravilla universal, privilegio de unos pocos que valoramos su esencia, Minaya; y hoy, ahora, me vuelvo a encontrar en este mundanal ruido que esconden ciudades como Madrid o Getafe.

¿Qué debe definir nuestros días? ¿Ese problemita que nos acecha, esos pensamientos negativos que nos aparecen y trastocan o esas maravillas que solo unos pocos, los que somos conscientes, tenemos el privilegio de apreciar?



Eso pensaba ayer mientras dejaba que el viento, frío, me cambiase la cara y también, por qué no, los pensamientos. Eso pensaba mientras contemplaba, en el silencio orquestado de cantos, cómo la siembra comienza a verdear apareciendo como un símbolo del renacer. Cómo aparecen esas primeras florecillas que nos anuncian que la primavera está cerca, o ese cielo que es todo sol, un sol que parece suspendido mientras el frío natural remueve la tierra como si fuera el mar.

Una inyección de sentido y de vida.
Todos queremos vivir las vidas de los demás y nos olvidamos de vivir las nuestras. Todos queremos vivir aquello que no somos, porque renunciamos a la verdad de lo que realmente somos.
Aquí, en estos caminos, huelo mi tierra, mis rincones, mis libros. Aquí puedo controlar mis emociones o manejar lo que pienso. Huelo lo que verdaderamente soy, nada. Cuando uno asume lo que es, nada, desaparece el ego, el verdadero problema del ser.

Aquí, por estas calles que en la tarde se vacían, nunca me encuentro solo. Aquí no me siento extraño y los días son mucho menos difíciles. 

Me doy cuenta que por aquí, por estos parajes,  pienso en exceso, tal vez demasiado y a veces, el pensar, no nos hace más fácil el camino. Cuando menos pensamos posiblemente más felices estamos.

Despierto y veo el cielo, azul o entre nubes, pero es lo primero que veo. Despertar es saber que existimos.

Tenemos una vida hecha de días. Días que se nos ofrecen para que los llenemos de paz, de sentir, de ser. Cada uno de nosotros nos vamos haciendo a base de momentos. Vivir la vida es llenarla de momentos.

Llenarnos de mensajes positivos. La transformación, el cambio, la superación, debe ir acompañado de positividad.

Si somos capaces de percibir la realidad tal como es, de no ver aquello que no es, de sentir el presente como si no hubiera mañana, seremos capaces de hacer de los momentos una vida.

Contemplando este pequeño universo rural me lleno de positividad, de optimismo, de ilusión, alegría, fe, esperanza y motivación.
Perdemos la vida en nuestros errores sin darnos cuenta de los aciertos que nos quedan por vivir.
Porque somos mejores. Somos mejores de lo que parecemos o creemos. Somos mejores de lo que pensamos y podemos ser todavía mejor si así lo queremos. Pero no nos hace falte ser mejor, simplemente necesitamos Ser, mejorar nuestro interior como única forma de mejorar todo aquello que nos rodea.

No nos pongamos excusas.

Salgamos ahí, disfrutemos y vivamos tal y como queremos vivir. No huyamos de nosotros.

Es curioso como en el campo, esa ansiedad que en los últimos meses me acompaña, desaparece.

Serenidad. Necesidad de Ser y sentir. Necesidad de Paz interior, de orden, de vida.

Esa florecilla que encontré ayer en el camino, entre las piedras y las hierbas que comienzan a aparecer, predice que siempre existe un renacer.

Y vuelvo a dejar uno de esos temas que me encantan y forman parte de mi banda sonora particular... Radio Macandé, 'Déjalo conmigo'.




Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30