12.12.2018... Desde la ventana.

Las semanas que no viajo me permiten comenzar el día temprano, caminar unos kilómetros hasta la oficina y, mientras amanece y despierta el día, tomar el café pegado a la cristalera que da a la calle antes de subir.

Es una forma como otra cualquiera de encontrarme conmigo, de dedicarme unos minutos antes de comenzar el día con más o menos fuerza.

Suelo escribir unas líneas en el cuaderno, como forma de desahogo, meditación o limpieza mental, que me hace tanto bien como el caminar ordenando las ideas.

A veces escribo buscando un futuro que no existe o con ese ayer, pasado, que me aprieta el corazón y me carga la espalda doblándome sobre el papel. Pocas veces miro el presente por la ventana que, sin duda, es lo único que poseemos.


Me doy cuenta que voy escribiendo para vivir porque jamás viviré para escribir. Lo que quede en estos cuadernos se morirá como el tiempo. El tiempo que nos avisa de que no somos dueños de él, que estamos aquí de paso y por ello, cada pensamiento que dejamos escrito lo hacemos buscando el sentido de la permanencia. 
La vida es el material con el que vamos alimentando nuestra escritura, sean chorradas o no.
Mirando por esta ventana veo a unos y otros corriendo, con prisa. Vamos deprisa sin parar ni un segundo. parece que nos falta el tiempo pero lo que hacemos es derrochar el tiempo.

¿Qué pasaría si nos imaginásemos cómo serían nuestras vidas sin llevar ese peso que llevamos cada uno, en esa mochila que nos cuelga con forma de discusiones, juicios, pasados, preocupaciones, proyectos de futuro. A veces pienso que no sé si sabríamos vivir así, sin esas prisas, sin todo eso que nos pesa, sin querer aparentar o ser lo que otros quieren que seamos.

Aquí, desde este café con aire francés, en ese momento del día en el que me dejo pensar y estar, siento que todo es posible porque la única manera de disfrutar de la vida es estando atento.

Estar presentes, alerta, vivir el momento.

La presencia nos llena por completo. Nosotros somos abundantes si somos capaces de Ser.

Abundancia no es tener. Abundancia no es poseer muchos bienes materiales, dinero. abundancia es Ser.
Nosotros somos abundantes si queremos Ser.

Lo simple tal vez sea lo que más valor tiene, sobre valoramos aquello que no vale nada.

Solo nos convertimos en aquello que nosotros mismos nos damos el permiso de ser. Nuestro equilibrio, nuestro bienestar, está dentro de nosotros.

Debemos aprender a querernos. si aprendemos a querernos aprenderemos a ir vaciando la mochila de todo eso que nos carga. Sabremos perdonarnos y comenzar a relativizar lo urgente, las prisas, para quedarnos única y exclusivamente con lo importante.

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30