09.12.2018... Simplemente ternura!

Termina esa primera semana de diciembre. Semana en la que al menos hemos podido dedicar algún día más a la libre reflexión y el descanso. Se agradece.

Repasaba mentalmente estos días pasados y rápidamente me ha venido a la mente una imagen que realmente me emocionó. Tal vez porque hoy he vuelto a ver. Y no, no me refiero a la imagen un montón de reyes juntos, juntos los cuatro, en el parlamento español celebrando el memorable Día de la Constitución. ¡Qué va! Las imágenes de reyes dejaron de emocionarme desde aquellos caballeros del medievo. 

La imagen a la que me refiero es a la de un 'animal', en este caso un perro, siempre un perro, tumbado inmóvil junto al féretro del que había sido su dueño durante los últimos meses.


El perro se llama Sully, y no deja de ser un nuevo ejemplo de esa extraordinaria fidelidad de los perros hacia sus dueños. Sólo ellos demuestran una  lealtad y amor realmente difícil de superar por aquellos que nos creemos humanos, pero que nuestro comportamiento muchas veces demuestra lo contrario.

Sully era el último perro de George H. W. Busch, George Busch padre, 41 presidente de los Estados Unidos, fallecido a los 94 años la semana pasada.

Hay una imagen que ha dado la vuelta al mundo y es la de este labrador que con tremenda sensibilidad y ternura acompañó a este hombre hasta su último aliento. Pero lo cierto es que tampoco quiso dejar de hacerlo hasta que fue enterrado.

Ese amor incondicional que desprenden estos animales es algo que realmente no deja de sorprenderme. Solo aquellos que tenemos perros lo sabemos. Es verdad que a veces solo les falta hablar y es verdad que deberíamos aprender mucho más de ellos los que nos creemos por encima.

Imágenes así demuestran, una y otra vez, que hay cosas que no pueden ser compradas y son las que más importan. 

Vivimos en el empeño constante de querer ser lo que no somos; buscamos, deseamos, tener lo que no nos satisface porque no nos corresponde; hacemos lo que no debemos.

¿Por qué no nos aceptamos como somos? ¿Por qué no disfrutamos de lo que tenemos? ¿Por qué no vivimos Ahora, como ellos, sin pensar en mañana?

¿Por qué no dejamos de hacer equilibrios o dobles saltos mortales para sentirnos especiales o que lo parezcamos a ojos de los demás cuando lo más importante de nosotros está en el Ser y estar?

Nuestro éxito es nuestra Paz interior. Nuestro fracaso es renunciar a ser quién queremos ser porque es renunciar a nuestros principios y valores, sean los que sean.

No pasa nada por ser diferente.

¿Qué es lo diferente?

Mirando la imagen enternecedora de ese animal, me vienen a la cabeza demasiadas cosas. Ellos no piensan en el mañana, sólo en el ahora. Ellos lo dan todo, aunque a veces no sean correspondidos. Ellos no necesitan ser, para Ser.

No vivimos para siempre, somos impermanentes, nuestros días están contados. 

Uno, que ha pasado ya los 50, comienza a pensar mucho más en ello. Comienza a fijarse más en los detalles que antes pasaban desapercibidos.

Toca recuperar la consciencia, el Yo, el Ser. Sentirte agradecido por despertar cada mañana. 

Diferenciar el deseo de la necesidad como primer paso para caminar más libres y con la mochila más descargada.

Toda nuestra vida, todo nuestro Ser, depende de nuestra mente. Lo que hacemos, lo que vivimos, el cómo nos sentimos. Cómo nos relacionamos con nosotros y con los demás.

Dejar de sabotearnos a nosotros mismos y encontrar la esencia de nuestro Ser que no está ahí fuera, está aquí dentro.

Todos tenemos alma, incluso los animales.

Creo que esos seres son increíbles y provocan, sinceramente, sentimientos realmente extraordinarios en las personas que tienen el privilegio de convivir con ellos.

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