29.07.2018... Reflexiones desde el Ocaso de Minaya y... IV.

Volver al ruido tras unos días envuelto en ese silencio que sólo sorprende el cantar, orquestado, rítmico, de todos esos pájaros que desde la mañana a la noche me han acompañado, genera algo de vértigo.

En lo que llevo de año creo que he viajado, por toda la geografía española, alrededor de 25 veces. Una media aproximada de 4 viajes al mes. Sé que no todo el mundo lo entiende pero, cuando caigo en uno de esos rincones míos, como es Minaya, lo normal es que no quiera moverme. Allí encuentro esa especie de gratitud por el vivir, esa especie de privilegio que tal vez y por primera vez, solo se vea empañado por esa sensación de vacío que me ha acompañado en algunos momentos.



Dejar correr el viento, dejar que el sol se ponga en un infinito, inmenso y lleno de color, es algo que solo se puede contemplar desde estos caminos que me recorren.

Allí, en Minaya, el tiempo pasa rapidísimo incluso sin hacer nada, simplemente siendo consciente del momento.

La otra tarde descubrimos un gatito entre las piedras de una de esas casas abandonadas del pueblo. Nos miró tranquilo dejándome captar la imagen con la cámara. 

Del patio estos días he recogido varios gorrioncillos que caen de sus nidos en un intento por volar. Alguno escapaba revoloteando hasta que se dejaba capturar; otros se quedan como paralizados, temblorosos, hasta que se sienten seguros en unas manos que jamás podría hacerles daño. Trato de dejarlos de nuevo en los tejados, pensando que la supervivencia natural triunfará.

Es la naturaleza. Es tan simple como observar y disfrutar. 

Olvidarnos, aunque solo sea por momentos, del pasado y dejar a un lado el futuro. Que sea lo que tenga que ser. Que llegue lo que tenga que llegar. Que digan lo que tengan que decir. La vida somos nosotros y nuestro interior; no tenemos que desaprovechar ni un solo minuto.

He tratado de encontrar el equilibrio y dejar a un lado todos esos pensamientos negativos que últimamente me vienen acompañando.

Debemos prestarnos más atención y así también al mundo que nos rodea. Debemos cambiar la forma de ver las cosas. Repasar nuestros valores y cambiar aquellos que posiblemente nos hayan equivocado.

Solo tenemos una vida y cada día es una oportunidad. Una oportunidad de repensar, de ordenar, de cambiar aquello que creamos debemos cambiar, de mirar de nuevo, de vivir.

A veces nos preocupamos demasiado por todo, sin ni siquiera saber si son, serán o se harán aquello por lo que nos preocupa.

No sé la cantidad de tiempo que pierdo preocupándome de todo y en la mayoría de los casos por sucesos que no llegan nunca a suceder. Preocupándonos perdemos la vida, perdemos el presente.

Las preocupaciones te paralizan, te hacen sentir víctima, te generan ansiedad, te pierdes el momento presente.

Quiero ocuparme del presente. Quiero sentir la gratitud y el privilegio que tiene el sentir el presente que es el único tiempo del que verdaderamente somos dueños.

La preocupación te impide decidir y pensar en libertad.

En estos campos simplemente siento, repaso y me convenzo de que para estar bien con los demás lo primero que tenemos que hacer son las paces con nosotros mismos.

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