24.06.2018... Reflexiones del camino VII.

Llegados de campear, llegados de minayear. 

Minayear es un acto que en los últimos tiempos, a uno le sirve mucho más como dosis medicinal, espiritual y psicológica, que lo que otros pueden creer como desahogo capital.

Calor agradecido. Las golondrinas llenando el cielo de piruetas habilidosas y cantos gregorianos desde el despertar.

Es ese lugar en el que la reflexión, la autoindagación, te viene sin querer, sin pedir. Ahí puedo vivir el silencio interior.

Decía el pianista americano Keith Jarret que 
"Si hubiese un día en que, durante cinco minutos, todos permaneciéramos en silencio, tengo la impresión de que muchas vidas cambiarían de una manera positiva. Porque a veces bastan cinco minutos para que alguien se de cuenta de que está equivocado. El silencio es lo que necesita para encontrarse consigo mismo."
Y así es. De mis rarezas solo aprendo yo. Pero... ¿qué es raro para uno y que no lo es para otro?


Habitamos un mundo cada vez más loco. Lo hacemos loco nosotros mismos. Caminamos desde que nos levantamos, de ahí ciertas contradicciones, en la búsqueda de esos objetivos que en la mayoría de los casos son dañinos para nosotros.

Nos resulta raro que alguien se siente en la piedra de una linde, mirando el infinito, una inmensa puesta de sol, y se deje ir, no ser, durante un rato. No somos conscientes que detener nuestra actividad por un rato puede suponer un reto para muchos.

No nos gusta escuchar aquello que nos daña.

¿Qué vale aquello que poseemos o aquello que perseguimos? ¿Quién le pone ese valor? ¿Qué vale una hora de nuestra vida? ¿Acaso lo sabemos?

No siempre estamos dispuestos a poner en duda el mundo que nos hemos fabricado nosotros mismos, ese mundo que no es real.

Debemos estar agradecidos a los que nos dicen la verdad, no su verdad, la Verdad. A los que nos abren los ojos, a una realidad que tal vez no hayamos querido ver porque andamos cada uno inmersos en un mundo que parece ajeno a todo y simplemente es una absoluta mentira. Pero no queremos parar y contemplarlo.

Son las personas, esas a las que verdaderamente importas, de una manera u otra, las que tal vez te digan lo que no te gusta escuchar. A todos nos encanta que nos llenen los oídos con florituras y buenas palabras. A todos nos incomoda que nos digan aquello que no nos gusta escuchar. 

Te dedicas toda la vida a enseñar, porque crees lo sabes todo, y cuando vas restando años, cuando vas hacia atrás, es cuando te das cuenta que lo que debes hacer es aprender y callar. 

A lo mejor es verdad, nos vamos transformando sin pensar en ello, poco a poco, lentamente, hasta llegar a no reconocernos de cómo éramos. 

¿Estamos presentes, en el Aquí y el Ahora de nuestras vidas? ¿O nos dejamos arrastrar por ellas?

Sé que muchos, o algunos, me critican que más allá de los límites de Minaya, como mucho y en épocas, las playas de Guardamar, no me prolijo en grandes viajes o visitas a lugares de belleza reconocida. Lo sé. Los años me quitarán la razón, de seguro. Los años me habrán equivocado en todo, como todo.

Vivo en una especie de contradicción y locura. He vivido más de lo que tal vez debía haber vivido, por ello y tal vez por ello, en estos rincones me encuentro a salvo hasta de mi mismo. 

Aquí se vive, o vivo, la humildad del ser sencillo. El no importar absolutamente nada; si te peinas o despeinas. Es como un retiro espiritual sin serlo. La espiritualidad la encuentra aquél que la busca y no todos están por ello.

Aquí respiro la esencia del ser y sé que aquí, poco a poco, paso a paso, no solo descubriré lo que soy sino que sin duda volveré a al Ser.

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