04.03.2018... Reflexiones sobre el Aquí y el Ahora!

Ha llegado uno al domingo con un agotamiento digno; y digo digno como el que entiende que ha tratado de cumplir con lo que debía, intentando, además, no perder ese tiempo para la reflexión y el silencio que 'entre tanto y cuanto' necesito.

Una semana viajada. Una semana de recorrido por esas carreteras de nuestra geografía, acompañado de una lluvia que, en algunos momentos, me produjo algún que otro estado de tensión y ansiedad preocupante. La conversación y compañía de R,  experimentado y pausado siempre, tranquilizaba  y hacía más llevadero cada uno de los más de 1200 kilómetros recorridos.

Salí hacia Badajoz, lloviendo, el martes. 

Badajoz es una ciudad que ya conozco y que, si no fuera por lo desagradable de la lluvia, tal vez hubiera disfrutado algo. Más allá de la actividad profesional, encontré los momentos adecuados para pensar y reflexionar, para encontrarme conmigo en la soledad de unas calles que, acompañaban un día poco agradable.

Departí con J, en un encuentro siempre agradable y casual en esta ciudad, sobre masonería. Me di cuenta que ciertas cosas están ahí siempre, aunque en determinados momentos no estés en activo y te mantengas en sueños -no por mucho tiempo-.

Tras la Jornada en Badajoz, al día siguiente, partimos hacía Córdoba haciendo noche en Zafra

Zafra es uno de esos municipios bellísimos que forman parte de esta España nuestra. La lluvia no nos dejó nada más que pasear en la noche con rapidez, sin mucho detenimiento si no queríamos coger una pulmonía, suficiente para hacernos parte de su blanca belleza. Esas calles blancas. Esa iglesia inmensa. Esas dos plazas conectadas: la Grande y la Chica. Zafra es una especie de Sevilla chica en Extremadura. 

Y seguimos, al día siguiente, con lluvia extrema viajando hasta Córdoba. Uno de esos recorridos que no olvidaré nunca, que jamás hubiera hecho en coche en solitario. Prácticamente sin visibilidad normal durante todo el camino, por carreteras desconocidas y con unos vientos de costado que parecían querer levantar el coche. Música clásica y, como he dicho, la agradable conversación y paciencia de R.

Me he dado cuenta que, en determinadas circunstancias, el coche me provoca una especie de ansiedad y pánico que me funde en un estado que no sé hasta qué punto es peligroso. No lo puedo evitar. Me veo obligado a abrir las ventanillas y frenar. Es como si perdiera la seguridad, la visibilidad. Es una sensación de angustia que no consigo detener hasta minutos después de pasar lo que yo entiendo por ‘peligro’: aparición de nieblas, túneles largos, lluvias torrenciales e incluso conducción nocturna por carreteras poco iluminadas. La edad Moreno.

En Córdoba nos detuvimos lo necesario para la reunión. Poco. ¿Para qué? Todo agua a nuestro al rededor. Seguimos hasta nuestro siguiente  y último destino: Jaén.

Jaén, pequeña ciudad también, vestida con esa inmensa Catedral que la luz de la noche nos regaló. Conozco Jaén desde hace poco, pero ya he estado varias veces. Tiene su encanto. Como toda España, ¿qué rincón no tiene un mínimo de belleza?

La lluvia no impidió que la Jornada fuera un éxito, ni tampoco que pisoteara sus calles, con cariño cultural y simbólico.

Jaén dejó momentos de reflexión, de silencio interior, pero también de poesía.

Y el sábado por la mañana, ayer, amaneció con un tímido sol, suficiente, tal vez, para dejarnos regresar con tranquilidad y disfrutando de un paisaje empapado de esa necesaria lluvia.



No importa de donde venimos. Importa a dónde vamos. No importa lo que hicimos ayer, importa lo que hagamos a partir de hoy.
Es curioso o casual, pero leo, y estudio, en estos últimos meses, unos libros en los que, desde diferentes puntos de vista, una y otra vez nos llaman a vivir el Ahora, el Aquí.

En uno de ellos, más que recomendable, ‘Cómo ser un Estoico’ de Massimo Pigliucci, en el que trata de explicar esta filosofía en los tiempos actuales invitando a seguirla (como se ha podido leer por aquí soy un ferviente seguidor de los filósofos estoicos y su filosofía) nos viene a pedir que debemos hacer lo mejor con las cosas que dependen de nosotros y dejar que el resto sigan su curso y vengan como el camino dicte. Esto lo decía el maestro Epicteto hace muchísimos años:
“Haz el mejor uso posible de lo que está en tu poder, y toma el resto como acontezca. Algunas cosas dependen de ti y algunas cosas no dependen de ti. Nuestras opiniones dependen de nosotros, y nuestros impulsos, deseos, aversiones, en definitiva, todo lo que dependa de nuestras actuaciones. El cuerpo no depende de nosotros, ni nuestras posesiones ni la reputación o los cargos públicos o todo lo que dependa de actos.”
Hay una hermosa cita que se atribuye a un teólogo americano de nombre Reinhold Niebuhr que dice:
“Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar, y sabiduría para entender la diferencia.”
Solo podemos influir en el aquí y en el ahora.

Otro de estos libros que tengo entre manos, un libro maravilloso, que también recomiendo, en este caso budista, que se titula ‘Cómo transformar tu vida’ del venerable Gueshe Kelsang Gyatso que nos habla exactamente de lo mismo. En él encuentro una cita del maestro, erudito budista del siglo VIII, Shantideva que nos requiere:
“Si existe un remedio cuando nos golpean los problemas, ¿qué razón hay para el abatimiento?. Y si no tiene remedio, ¿qué utilidad tiene abatirse?”
Salomón iban Gabirol, filósofo judío del siglo XI, conocido como Avicebrón, lo expresa así:
“Y ellos dicen: a la cabeza de todo entendimiento está conocer lo que puede y no puede ser, y el consuelo de lo que no está en nuestro poder cambiar.”
Todo ello nos lleva al hic et nunc: el Aquí y el Ahora.

Cada texto se tiene que interpretar en su contexto y por ello, la esencia de cada uno, simple y sencilla, es la que debemos recoger para estas épocas que vivimos, llenos de preocupaciones y prisas.

Hay un libro, inmenso, del que había leído muchas reseñas, pero al que no me había atrevido a acercar por diferentes motivos o excusas. La primera de ellas era porque su título me provocaba algo de repelús: ‘Un Curso de Milagros’.

Desde hace ya medio año me acompaña como libro de meditación y reflexión ya que, cada una de sus páginas, tan finas como el papel de liar cigarrillos, esconde una inmensidad de sabiduría espiritual que tiene que ver, también casualmente, con todo lo que hoy estaba escribiendo. La importancia de vivir en el Ahora.
“Consideras ‘natural’ utilizar tus experiencias pasadas como punto de referencia desde el cual juzgar el presente. Sin embargo, eso es antinatural porque es ilusorio. Cuando hayas aprendido a ver a todo el mundo sin hacer referencia alguna al pasado, ya sea el suyo o el tuyo según tú lo hayas percibido, podrás aprender de lo que ves ahora. (T-13.VI.2:1-3)
Haciendo referencia a este libro, al que recomiendo acercarse por voluntad, en el momento que realmente nos llame, y estudiarlo con tranquilidad y paciencia, diré que "Un Curso de Milagros” es un texto que va mucho más allá de lo que puede abarcar una sola religión, incluida la cristiana. 

El Curso pertenece a todas las religiones y a ninguna en particular. En el libro se hacen muchas referencias a Cristo y a la Biblia, pero también se nos indica, en su introducción, que podemos cambiar estos nombres simbólicos por otros que nos sean más cómodos o, si lo preferimos, por ninguno. De hecho es un libro que se estudia en todo el mundo y que realmente induce al crecimiento espiritual y al encuentro con uno mismo. El milagro es cada día, es la vida, eres tú, aquí y ahora.

De hecho por eso quería hacer este paralelismo en los diferentes pensamientos filosóficos o religiosos. Todos nos dicen lo mismo pero no nos agarramos ni hacemos caso de ninguno de ellos. Por eso nos va como nos va.

La filosofía de Un Curso de Milagros podría ser, en cierta manera, más afín al vedanta advaita y al budismo, que al cristianismo tal como lo conocemos.

Advaita significa «no dualismo», que afirma la unidad de la vida en vez de fragmentar a Dios en pedacitos, como hacemos cuando miramos a nuestro alrededor y observamos muchas formas aparentemente separadas entre ellas y de Dios. El gran exponente del vedanta advaita de la era moderna fue el sabio iluminado Ramana Maharshi, que vivió entre 1879 y 1950. Sus enseñanzas son sorprendentemente idénticas a la de Un Curso de Milagros:
"Lo real siempre es como es. Lo único que debemos hacer es dejar de ver lo real como si fuera irreal. El mundo no existe en el sueño y forma una proyección de tu mente en el estado de vigilia. Por consiguiente, es una idea y nada más que eso. Tu verdadera naturaleza es el espíritu infinito. De The Essential Teachings of Ramana Maharshi: A Visual Journey, de Matthew Greenblatt
La verdad es la verdad la diga quien la diga. 
Un Curso de Milagros incluye los mejores elementos del cristianismo, junto con temas que han tratado profetas, sanadores y sabios de todas las religiones, así como personas que enseñan el camino hacia el despertar fuera del contexto religioso.

Y termino, sí, con la Biblia:
“Total, que no andéis preocupados por el mañana, porque el mañana se preocupará de sí mismo. A cada día le basta su dificultad (Mateo 6:34)”
Lejos de mi intención convencer a nadie con estos textos míos. Lejos de mi intención aburrir, hacer daño o significar a nadie. Jamás lo haría. Me pongo a escribir y surgen ideas, reflexiones que yo mismo trato de descubrir en mi. La imperfección me ha acompañado siempre, como dicen los Hermanos Masones, el hombre es una piedra bruta en constante construcción, jamás estará completamente pulida.

Comparto lo que estudio. Si a nadie le sirve para reflexionar o para generarle la inquietud de leer esos libros que a mi me aportan, con no pasar por aquí es suficiente. Leer es voluntario, leerme una pérdida de tiempo.

Cada vez siento más que el Ahora es lo que tenemos realmente; mañana, ¿saben los dioses de cada uno lo que será?

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 33

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30