23.02.2018... Y de nombre 'Capitán'...
Leí hace unos días una de esas historias que nos hacen comprender, entender, algo que solo los que tenemos o hemos tenido perro, comprendemos. Cada vez tengo más claro que en el corazón de estos animales, en ese cerebro a veces diminuto, mal llamado 'irracional', puede haber más emoción, sensibilidad, más ternura y compasión que en el de muchos de los hombres, mal llamados 'racionales'.
Ya el propio Darwin afirmaba que
"las distintas emociones y facultades —como el amor, la memoria, la atención, la curiosidad, la imitación, etc— de las que se jacta el hombre, se encuentran en forma incipiente y a veces bien desarrolladas en los animales inferiores".
El cerebro de los humanos tiene los mismos componentes que tienen otros animales. Existen diferencias entre las capacidades mentales del ser humano y del resto de las especies, claro que sí, pero estas diferencias son fundamentalmente de grado y no de clase.
“El amor entre un hombre y un perro es un idilio. En él no hay conflictos, no hay escenas desgarradoras, no hay evolución”. Milan Kundera
Todo esto me confirma la historia que quería contar hoy. Es la historia de 'Capitán'.
Desde hace 11 años, un perro mestizo, de nombre Capitán, cruzaba cada día a las seis de la tarde el cementerio municipal de la localidad cordobesa de Villa Carlos Paz (Argentina), para acostarse junto a la tumba de su dueño, Miguel Guzmán, muerto en 2006.
El fiel amigo tenía 16 años. La insuficiencia renal crónica que padecía le provocaba vómitos y un estado de somnolencia. Había perdido la vista y apenas podía caminar. Pese a ello, Capitán seguía acudiendo a su cita para permanecer al lado de los restos de su amo.
Este domingo pasado, los cuidadores del cementerio no lo vieron pasear, como de costumbre, entre los panteones, sino tumbado sin vida en los lavabos del cementerio.
Hace una década, trabajadores del camposanto se percataron de las visitas puntuales de este ejemplar perro negro.
"Se ve que quería mucho a su amo, hace muchos años que está acá. Va a su casa, pero vuelve. Muchas veces lo quisieron llevar pero se viene para acá",comentó una de las mujeres que vende flores en el Cementerio al diario local La Voz del interior, primer medio que habló sobre el animal.
A día de hoy, la gente que lo conocía se pregunta cómo pudo encontrar la tumba de su dueño.
El can fue el regalo sorpresa que Miguel Guzmán le hizo a su hijo Damián en 2005. Sin embargo, en marzo del año siguiente Miguel falleció. Según cuenta su familia, días después de la muerte de Guzmán, no volvieron a verlo. Lo dieron por perdido hasta que, un año después, durante una visita al cementerio, lo encontraron vigilando la tumba de su amo. "Cuando fuimos con mi hijo al cementerio, lo encontramos ahí. Damián comenzó a gritar y el perro se nos acercó ladrando, como si llorara", relató la mujer de Guzmán a La Voz del Interior. La familia explicó que intentó que volviera con ellos a su casa, pero tras varios intentos el perro volvía al lado de los restos de su dueño.
"Este perro nos da una lección. Los humanos tendríamos que apreciar más los recuerdos de los que se nos van. Los animales nos enseñan tanta fidelidad", ha dicho el director del cementerio, Héctor Baccega, al diario Clarín.
Me parece impresionante.
La relación de los perros con sus dueños es pura y sin tapujos, incondicional y sincera.
Entre el hombre y el perro no existe ni el tiempo ni el espacio, únicamente señales de admiración mutua.
Los perros, sean grandes o chicos, tienen un corazón que es una caja inmensa de sorpresas. De ahí sale su valentía para proteger al hombre ante cualquier situación, su amor incondicional siempre.
Quiero insistir es en que no podemos negar la evidencia, los seres humanos no somos ninguna creación divina que nos diferencie del resto de los animales. Nosotros somos animales, y somos fruto de la evolución, somos parientes del resto de seres vivos del planeta, y nuestra existencia y nuestros actos se explican, o se explicarán, sin necesidad de recurrir a ningún ser “superior” que nos marque diseños o caminos a seguir.
Cuánto hombre/animal hay suelto por ahí.
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