08.02.2018... Pasando por El Rocío.

He pasado tres días viajando. Recorriendo esas tierras nuestras del sur, entre la melancolía y la poesía, entre el pensamiento y la reflexión, en el siempre trabajo exigente y la exigencia vital que me lleva en vilo, en una ansiedad que no se corresponde con los tiempos.

Pero es así, uno es como es y así como soy creo que dejaré este mundo, cuando toque, siempre buscando ser mejor de lo que soy y tratando de romper con alguno de esos defectos que me acompañan. Del error se aprende, de la vida también, de uno mismo el caminar te hace ser en lo más, pero sobre todo en lo menos.


No sé, creo que tal vez ha sido una de esas casualidades vitales el que en este preciso momento, sin pensarlo ni saberlo, mis caminos me llevasen el martes a visitar esa aldea del municipio de Almonte, en la provincia de Huelva, situada entre Huelva y Sevilla. Un lugar más conocido por la farándula y la fiesta que por lo que representa, si lo visitas en fechas como las de ahora, sus calles más parecen un lugar abandonado o uno de esos poblados que aparecen en las películas del oeste.


En este poblado, que se encuentra frente a El Charco de la Boca, aparece una ermita blanca como las nubes que envuelven el paisaje, que data de la primera mitad del siglo XIV y que se encuentra en el Libro de montería de Alfonso XI, en que se menciona una «ermita de Sancta María de las Rocinas». En 1587 Baltasar Tercero Ruiz funda en la ermita una capellanía, y a mediados del siglo XVII cambia el nombre de Santa María de las Rocinas a Virgen del Rocío, se fundan las primeras hermandades y Almonte proclama a la virgen patrona de esta localidad.

Allí llegamos, y digo de casualidad, volviendo de reuniones en Huelva a Sevilla, por el simple hecho de ver un indicador en la autopista que, como un rayo de luz, nos obligó a no pasar de largo. El paraje prácticamente inhóspito, vacío, como de película. Las calles en tierra polvorienta, la charca con los flamencos en la tranquilidad del entorno de Doñana y allí, como una aparición en el desierto, la ermita blanca y grandiosa que guarda esa Virgen venerada de El Rocío.

La Virgen del Rocío, también conocida como "Blanca Paloma" o "La Reina de las Marismas" es una advocación mariana que se venera en este Santuario de El Rocío.

En los últimos tiempos no soy dado a prestar veneración a ningún símbolo religioso, más que aquellos que me acompañan siempre, mi Cristo y mi Buda. Eso no quiere decir que en un momento como este, en un lugar como este, no viva la magia y el misticismo que sin duda representan ciertos lugares.


Entrar a la Ermita, vacía, ver de lejos a esa Virgen simbólica envuelta en dorados juegos de exaltación, más allá del reproche, se convierte en un instante telúrico en el que te ves obligado, casi por inercia, a solicitar la ayuda que guarde a todas esas personas, pocas, que quieres y que además limpie tus penas.

Y así, como si de un baño de humildad se tratara, sales por la puerta del final con una sensación de limpieza que solo se pierde cuando te das cuenta que tu corazón y tu mente son los únicos dueños de tu caminar diario.

Qué momento de enorme belleza, de riqueza espiritual y de buscar en el caminar solitario, en el entorno, la reflexión y meditación que guarde tus proezas mentales.

Fue curioso el sentirme invadido por no sé qué especie de gratitud y reproche hacia mi mismo. 

Por qué tener un sentimiento de culpa por ser como eres, piensas o sientes sabiendo que eso genera una especie de impopularidad en el entorno. Los errores son errores para cualquiera, pero el hecho de ser de una manera u otra, por qué tienen que marcar diferencias para los que quieren que sean como ellos y obligan a perder tu sentido del ser, tu autenticidad. 

Mis momentos de dolor, mis momentos de desconexión, mis momentos de culpa, son parte de mi tanto o más como los de alegría, éxito o acción. Soy el mismo. 

Ser tú mismo implica muchas cosas pero la más importante es darle cabida a todo tu ser, quererte y abrazarte… compartir desde la libertad, la autenticidad, la espontaneidad sin unas reglas preestablecidas que te conviertan en quien no eres.

Estos días, allí, en ese espacio lleno de luz y brillo, llegaba a buscarme y no saber si era yo o no lo era. Pero lo soy, como soy, con esos mil defectos y media virtud: la poca que tengo.

Feliz noche amigos.

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