28.12.2017.... Pero nosotros seguimos quejándonos!

Si hay un instante del día que me encanta es el instante del despertar. 

Es una fortuna despertar y tener el regalo de todo un día para vivir, hacer, crear, perseguir nuestros objetivos y llenarlo de momentos poéticos.

No sabemos, ni valoramos, la suerte que tenemos de despertar así, llenos de salud y en un entorno en el que las cosas no son tan difíciles como en otro ámbito. Tenemos mucha suerte, aunque tendamos a olvidarnos del privilegio, y ni siquiera damos las gracias al levantarnos de contar con un día más, en unas condiciones totalmente favorables para perseguir nuestros sueños.

Nos quejamos continuamente de todo, nos creemos con derecho a todo y pensamos que esta vida que llevamos y tenemos no termina nunca. Error. Lo que hoy es, mañana puede no ser. Hoy estamos, mañana podemos no estar. Hoy tenemos, mañana puede que no lo tengamos. En lugar de dar las gracias nos dedicamos a quejarnos continuamente

Esta mañana, mientras tomaba ese café orgánico, caliente y oloroso, en la cafetería que hay bajo la oficina, antes de envolverme en papeles e informes, me he topado con una imagen tremenda en la que aparecía un niño pequeño, desnutrido, junto a un titular: 'Los otros nacimientos en navidad.'


Tratamos de sobreponernos a unos días de intenso despilfarro económico y alimentario, en unas casas donde parece sobra de todo, aunque a lo mejor falta mucho. Y seguimos quejándonos

Son fechas en las que parece que la tradición obliga al dispendio, el gasto y el consumo exagerado. Son esas tradiciones que, la gran mayoría, utilizamos como excusa para justificar lo irresponsable de nuestros comportamientos y valores.

Pero nos quejamos. 

Nos quejamos de estas privilegiadas vidas nuestras, en las que tampoco hay que irse muy lejos, ni a los extremos, para constatar que no todos tienen ni las oportunidades ni la vida que nosotros.

Todos los años apunto, escribo, de esa sensación que tengo de saturación y mentira colectiva. De postureo e insensatez; de contradicción entre lo que uno piensa y lo que uno hace. De lo que somos y no somos; de lo que tratamos de representar con nuestro comportamiento.

Me siento culpable de ello. Y me siento culpable, también, por quejarme cuando me quejo sin razones para ello.

Tampoco quiero con esto poner la nota negativa al eterno cuento de 'feliz de navidad'. Pero es que la navidad, esa que creemos, no todos la pueden vivir igual y los que tenemos el privilegio de estar bien, realmente  ni agradecemos ni valoramos.

Tenemos motivos para reprocharnos, también para arrepentirnos e ir cambiando comportamientos que nos hagan poner en valor, verdaderamente, lo que somos y queremos ser.

Cada día puede es un primer día

Cada día que despierta puede ser un primer agradecimiento y esa jornada en la que, más allá de quejarnos, no vamos a malgastar ni un minuto de nuestro tiempo en estupideces y sí utilizarlo en construirnos y hacernos un poquito mejores, para así trasladar nuestra mejoría al resto de la sociedad. Y eso solo es posible lagareándonos a nosotros mismos y no dejarnos llevar por falsas justificaciones que van destruyendo, cada día más, nuestro entorno.

Sé que la fotografía que hoy muestro es realmente fuerte, espeluznante. Es el máximo extremo de la pobreza, de la miseria; también es la imagen vergonzosa del mundo en el que habitamos.

Este año tiraremos, solo en España, algo más de 600 millones de kilos de alimentos. ¿Cuántos millones de personas necesitadas podrían comer, y cenar bien, estas navidades con esos alimentos?

Pero seguimos quejándonos.

Estas líneas me pellizcan. No pretendo más. 

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