12.11.2017... Lo que tenemos cerca!

Ayer, en un estupendo almuerzo, compartido con mi padre, en El Cubillo de nuestro Minaya, atendidos con el cariño siempre especial de Pilar y Anna, junto a esa estufa tan característica, que competía en luminosidad con esa luz de sol que fuera bañaba el paseo del pueblo, conversábamos sobre la tranquilidad, también el silencio, que se vive en sus calles. 

Viene uno como a recargar las pilas buscando eso, la tranquilidad y el silencio. Comentaba mi padre algo que no solo entiendo sino que comparto, no es lo mismo estar un fin de semana, un día,  que pasar el invierno, de lunes a domingo, cuando a las 17 h ya es de noche, el frío penetra por cualquier rendija del cuerpo y en las calles el viento merodea a sus anchas mientras ni un solo vecino camina por ellas.

Es cierto, es una forma de vida, sin duda, tan poética como cualquier otra, depende desde el punto de vista que miremos o desde el sentido que le demos. A quién guste de bullicios o calles llenas de gente, sin duda no podría estar ni una tarde en estos pueblos nuestros.




No es lo mismo vivir que ir de visita. Es cierto. Como, también es cierto, que cada uno normalmente desea aquello que no tiene habitualmente.

Puedo decir que esta semana mía, que ha pasado, ha estado envuelta y llena de momentos poéticos. 

Viaje a Segovia, el jueves y viernes, fantástico que, más allá de las horas de trabajo, el resto del tiempo lo viví envuelto en una poesía pura, acompañado de un clima frío, pero como sujeto en la calidad de un aire machadiano que consiguió equilibrar plenamente cada instante.
"Cuando recordar no pueda, ¿Dónde mi recuerdo irá? Una cosa es el recuerdo y otra cosa recordar."Antonio Machado
Y ayer Minaya.

Leía hace poco cómo se están poniendo de moda esos monasterios españoles, escondidos en las montañas, custodiados por monjes de diferentes órdenes, donde gentes de todo tipo, pero fundamentalmente famosos del couché, se esconden por unos días, ajenos a todo, buscando el silencio, la meditación y la reflexión, para ordenar sus ideas, escribir, proyectar o, simplemente, limpiar su cerebro de ese día a día que nos agota en la ciudad.

Ayer mañana me senté un rato, atrapado entre los cuatro muros del patio de mi casa, en el suelo, bajo un sol excelso, en silencio. Estaba en Minaya. 
No quería hacer nada más que estar así, sentado, pensando. Di gracias por la vida, por esos días pasados, por esas personas que me acompañan y me aportan, con humildad, mucho más de lo que yo tal vez ofrezca; por ese cielo que me miraba y este lugar que me permite desconectar del ruido.

¿Y para qué ir en busca de un monasterio o abadía no se sabe dónde? Lo tengo en mi pueblo. He pensado en esos inviernos fríos que acompañan sus calles, en el silencio que solo rompe el viento, en el infinito estrellado desde la ventana, mientras uno ordena sus ideas o encuentra en esos textos poéticos o filosóficos sus principios de vida. Y no es necesario buscar nada más porque la esencia de lo que quiero, cuando deseo encontrarme conmigo, con mi yo, está ahí. 

Ahí tengo toda la paz y tranquilidad que necesito. Mis caminos, mis silencios, mis libros.

Claro que cada uno busca lo que necesita, y casi siempre es lo que no tiene. El que tiene tranquilidad y silencio, suele desear el ruido y el bullicio; los que vemos nuestra vida envuelta, en la mayoría de los momentos, en ruidos que nos atrapan, buscamos, necesitamos, de los silencios, de la caricia del viento frío en nuestras pieles… Así es y será.

Siempre he querido asistir a un retiro espiritual budista, pero también me gustaría vivir la experiencia en uno de esos monasterios que pueblan nuestra geografía, al estilo de mi admirado Thomas Merton. Lo haré, seguro. Pero no es algo que desee de una manera especial porque, sinceramente, tengo mi rincón, mi lugar donde encuentro lo que quiero, cuando lo deseo y necesito: no hablo más que de la tranquilidad, el silencio, la quietud. Mis caminos, mis libros, mis cuadernos.

Ayer, ya por la tarde, bajaba por la plaza, en los alrededores de la Iglesia Santiago el Mayor, hacia el paseo, no me he crucé con nadie, tampoco hubiera pasado nada de haberlo hecho, todo lo contrario, pero he respirado una paz que en pocos lugares encuentro.

Allí me doy cuenta de todo lo que quiero escribir y de lo mal que lo escribo. Me doy cuenta de que tampoco se necesita tanto para tener un instante de felicidad y que siempre, lo que más valor tiene no es más una sonrisa sincera. Allí echo de menos, aunque desee la soledad y el silencio. Allí escucho los pájaros y creo que me hablan mientras camino y encuentro bello ese risco, puñetero, que se me clava en el pie en el camino.

Ahí, en Minaya, sinceramente, me gustaría flotar en el aire, en forma de polvo, cuando ya no pueda tumbarme, como ahora, en esas tierras de siembra a mirar el cielo mientras las hormigas, o esos escarabajos, escalan mi cuerpo.

Ahí, cuando me faltan versos, salgo a buscarlos y los encuentro en el infinito de las estrellas.

Es ahí donde he descubierto que sí importa el lugar en el que naces, que tiene un valor y que formas parte de la tierra que pisas.

Pero no valoramos lo que tenemos cerca. Siempre queremos o deseamos aquello que está lejos de nosotros. Los días me enseñan que deberíamos aprovechar más lo que tenemos cerca, son muchos los que la vida les obliga a estar lejos y se rompen por dentro contemplando como el resto nos alejamos voluntariamente.

Disfrutar y sentir lo nuestro. El tiempo pasa y se nos pasa. Queremos más y más y no aceptamos lo que somos o tenemos. Si aceptásemos lo que somos, lo que disponemos, nos daremos cuenta de que tal vez no necesitemos más.
"La verdadera prosperidad es sentirte agradecido por el momento presente y por la plenitud de la vida ahora mismo." Eckhart Tolle
He terminado una semana que diría hermosa, bella. 

Ayer compartí esos momentos, ese vino, con mi padre. Son instantes únicos. Cuántos de estos instantes perdemos y no recuperamos aún sabiendo del privilegio que es tener a tus padres cerca.

Ayer mi padre hacía una reflexión extraordinaria, tal vez algo dura y sentimental: "el tiempo pasa, no nos damos cuenta, y pasa todavía más rápido cuando te haces mayor."

Vivimos en jaulas que nos fabricamos nosotros mismos. Encerrados en mil historias y batallas absurdas. 

Los antiguos lo tenían mucho más claro que nosotros. El progreso, importante para mucho, está siendo devastador para el equilibrio personal y espiritual, para las relaciones humanas. Por eso cada vez necesitamos más del silencio y la soledad y también, por qué no decir, de esas sonrisas que se nos brindan desde la humildad del ser a cambio de nada.

Por eso, lidérate primero y luego, si lo deseas, serás capaz de liderar a los demás.

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Comentarios

  1. Jose Luis, Minaya nos da todo esto y mucho más que tenemos que descubrir. Son las 21:27 horas y acabo de dar mi paseo en bicicleta por estas calles que huelen a humo de las chascas y chimeneas,y cuanta paz me transmite. Mañana en mi vuelta a Madrid, cuanto lo echaré de menos. Feliz noche poeta

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