21.05.2017... a por el siguiente!

Recién llegado de Minaya, en una especie de estado particularmente cansado y sin razones para ello. No sé si los años pesan tanto que, de la noche a la mañana, te conviertes en una especie de losa difícil de mover.

He respirado campo, he respirado viento, he escuchado cada silencio y aprendido de ese cantar de las golondrinas, que planean sobre esta mirada mía que me deja embelesado de tanta elegancia.

Ha sido una semana rápida, veloz. En algunos momentos me hubiera gustado haberla hecho lenta, pero como sin darme cuenta terminé mis cuarenta y nueve años de vida, dando inicio a ese otro que me llevará al medio siglo, si el GADU así lo quiere. A por otro.

Trataremos de poner los medios para llegar con las máximas fuerzas, ilusiones y vida.

Es una casualidad que esta semana de cumpleaños haya podido estar en dos lugares que me transforman.

Viajé a Barcelona, ese lugar que ya se ha convertido en mío porque envuelvo mis  momentos en una especie de poema con un mágico sabor a mar, reflejado en el verde de una mirada clara y limpia, que nada podrá igualar.

Y cómo no, este Minaya mío que me ha vuelto a hacer disfrutar de un día entrañable, colocándome, como siempre, en ese estado de vital sencillez que te revuelve para hacerte sentir que lo importante está en valorar y disfrutar, no en tener y estar siempre corriendo.

Esta semana, también, he sentido con enorme satisfacción, cómo alguien te puede hacer sentir el mundo con un simple detalle. Porque a veces los detalles, los pequeños detalles, nos sorprenden de tal manera que quedan gravados en el corazón para siempre.

Se regalan libros, se regalan cuadernos, se regalan bolígrafos y plumas. Regalar una libreta pequeña, escrito con muchas de esas palabras que alguien poéticamente utiliza, es regalar una vida, esa parte de uno de la que se desprende en unas páginas como una demostración de la propia grandeza de quién lo ofrece. 

Una pequeña libreta, envuelta en sol y cubierta de mariposas, puede ser, en este día a día en el que habito y vivo, el detalle más bonito que en mucho tiempo nadie haya tenido.

En estos mundos del 'yo' y el 'yo', en estos mundos de individualismos devastadores, encontrar a alguien que da, que entrega, que ofrece, que esculpe con amor su tiempo y hace partícipe a los demás de ello, es encontrar un verdadero tesoro.

Los tesoros que se encuentran sin buscar, son esos que permanecen siempre con nosotros.

Y entre que estoy cansado, que me apetece perderme en mis libros y que esto del blogger parece hoy no funciona muy bien, doy aquí por concluida la semana.

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