30.01.2017... De días grises...

Hay gran diferencia en comenzar un día bien a comenzarlo mal. Esa gran diferencia, normalmente, suele ser mental, nada más o nada menos. Si no te importasen las cosas, los gestos, las responsabilidades, si no te importase nada, no pasaría nada, seguro. Simplemente te sería indiferente y caminarías sobre tus pensamientos, como si fueran ascuas. Pero no es así. Te importa lo que te rodea, te importan sus acciones, su educación, su ser y su estar. 


Son esos días de lluvia, de llovizna lenta, que te vistes pero sabes que no te gusta cómo vas vestido porque eres incapaz de combinar bien la camisa con el pantalón y la chaqueta.


Eso días que cojeas porque te duele el pie, no sabes bien por qué, o sí,  y se le ha añadido ese hombro que, vaya usted a saber por qué, en este caso, te duele a rabiar cuando tratas de mover el brazo. 

Y llegas tarde al tren porque el tráfico es terrible y cuando terminas en Atocha, coges el autobús porque llueve y no puedes darte esa caminata meditativa. 

Y entonces, el autobús se estropea en medio del trayecto y debes bajar y caminar o coger otro. 

Son días que comienzan negros y sabes que depende de ti el irlos cambiando porque la vida es solo eso, lo que ves y cómo lo ves. 

Y te das cuenta que estás enfadado con el mundo o crees que el mundo está contra ti. 

Necesitas sonrisas, pero tal vez para recibirlas antes deberías ofrecerlas.

Y vas haciéndote con él hasta que lo terminas. Y lo terminas consiguiendo alguna de esa sonrisas que lo merecen.

Las sonrisas, en esas personas que merecen tenerla siempre, son capaces de abrir los días en luz aunque amanezcan grises.

Es lo que tiene, es lo que son.

La vida siempre fluye líquida, como nos decía el maestro  Bauman. Podemos caminar sobre hielo, tratando que no se rompa en cada paso. Podemos intentar parar un rayo con una espada sabiendo que moriremos en el intento.

Podemos despertar con pensamientos grises y mirar el cielo encontrando un sol donde no lo hay... será nuestro.

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