15.01.2016... ¿Escritor...? Desde Almería.

No es un domingo normal el que termino. El hecho de que no lo sea es que en estos momentos estoy escuchando el sonido de las campanas de la Catedral de Almería, ciudad en la que, por motivos laborales, me encuentro.

Se me hace extraño estos domingos así. Salí esta mañana y ahora termino de correr unos kilómetros mientras he contemplado una bellísima puesta de sol en este Mediterráneo nuestro.

Cogía el avión esta mañana en la T4 de Madrid. Las terminales de los aeropuertos, grandes cajas dónde cientos de viajeros se concentran a la espera de su embarque en ese avión que les trasladará a su destino, son lugares realmente impersonales, vacíos. De un vistazo puedes apreciar la diversidad de seres humanos que habitamos este mundo, cada uno a lo nuestro, cada cuál a lo suyo, ignorando al resto.


La espera en los aeropuertos desespera. La paciencia es la virtud de aquellos que viven el instante.

Yo espero siempre sentado, aunque de vez en cuando me levante, de una especie de vuelta alrededor del mismo lugar, sin separarme mucho del punto de referencia para el embarque, sin sentido alguno más que el del deseo de que la salida no sufra mucho retraso.

No me gustan los aeropuertos. Sabes cuándo llegas pero no cuando vas. El espacio es inmenso, tanto que te sugiere el infinito del cielo que verás desde arriba.

Esta mañana, mientras esperaba, una chica joven, aparentemente universitaria, vestimenta progresista, tal vez 'podemita', me miraba de vez en cuando. En una de las veces, de tanto mirarme y remirarme, me permití algo que no suelo hacer, detuve mi mirada en la suya. Entonces se levantó sonriente y se acercó a mí con un andar del que ha conseguido su objetivo.

- ¿Es usted el escritor? - me pregunta, seria, sin esa primeriza sonrisa.
- ¿Yo, el escritor? - la miro con asombro tonto, pero no dice nada-. Creo te has equivocado, escribo pero no he llegado a tener la categoría de escritor.
- Pues es usted idéntico. Se lo habrán dicho infinidad de veces. Lo siento entonces. Hasta Luego.
- Hasta Luego.
Se marcha con una especie de postura desencantada, de haber perdido el tiempo o la oportunidad.

¿Escritor? ¿Qué escritor?
Me quedaré con la duda de no haberle preguntado a quién pensaba me parezco, según ella. De hecho, luego, en el viaje, no he dejado de repasar mentalmente la imagen de esos escritores que conozco y realmente no me encuentro parecido a ninguno ni de ninguno a mi.

Aparece así, de vez en cuando, esos pensamientos de lo que a uno le hubiera gustado hacer, ser, pero no es. No es, en primer lugar, por no tener cualidades para ello; tampoco es, en segundo lugar, porque eligió otra forma de vida más vulgar, material o superficial. ¿Honrada? Sí. Pero tal vez no la suya.

A lo mejor es que somos todo lo que no queremos ser. Y queremos ser todo aquello que no somos.

Y así, volando sobre el suelo, uno piensa en tanto como en nada.

A diferencia del tren, cuando uno nada con flotadores de hierro entre las nubes, piensa en algo menos terrenal. No sé si celestial, pero sí más místico y espiritual.

Yo mismo escribí ayer, por aquí, que todo está en la mente de cada uno (leer aquí), lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo. Encontrarte con tu mente es un acto de valentía porque debes enfrentarte a tu peor enemigo, ese que eres tú y tus pensamientos.

Y así, en esta bella ciudad, tras comenzar el día flotando sobre el cielo y terminando pisando la tierra mientras el sol nos despedía, termino este domingo y semana.


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