11.12.2016... Minaya Existe.

Terminamos la semana llegado de Minaya

Ya en el sillón, repasando los más y los menos de los próximos días, con la sensación de haber dejado el otoño sobre aquellos campos neblinosos, con ese olor a humo de leña, que penetra y se impregna en la ropa cuál perfume poético que te acompaña durante varios días, hasta que vuelves a despertar con esas prisas que ni siquiera te permite pensar en el presente.

En mi cuaderno, nuevamente, dos o tres hojas recogidas en el patio; esas que demuestran que el color de los años, más allá de las canas, va suavizando el carácter y llenando de poesía los días. 




Vuelves suspirando versos y sabiendo, también, que nadie entiende muy bien tu estado de felicidad, tu amor por este lugar al que muchos de los de allí renuncian porque, posiblemente, ya no les queda nada más que algún nicho que visitar de vez en cuando. Es difícil entender que la dicha de la vida está en los campos, en los pueblos. Es difícil sacudirse la caspa de las ciudades, las comodidades, los vértigos, esos trajes y corbatas apretados para despertar, salir a la calle envuelto en una niebla densa, con un frío de esos que penetran en cada uno de los huesos del cuerpo y respirar sin ver un alma por las calles, avistar algún tractor a lo lejos o, simplemente, el ladrido de algún perro que ha quedado perplejo al verte. Pero miras al cielo o echas la vista a dónde te llegue, respiras y llenas los pulmones de un aire tan limpio que hasta te duele. Ese es uno de los muchos momentos que lo merecen.

Has apostado por seguir, porque perdure la raíz, por ir construyendo ese tu rincón, tus escaleras al cielo o al infierno; ese lugar al que volver siempre, en el que perderte por sus calles casi desiertas o esconderte de todo lo mundano, material, que te va persiguiendo y perforando la mente en el día a día.

Minaya, es verdad, va siendo uno más de esos pueblos de España que van conformando la España vacía. ¿A quién culpar? A todos, a los unos y a los otros.  La despoblación rural comenzó a mediados del siglo pasado por una falta contundente de políticas basadas en el localismo, como sí ocurrió en el resto de Europa. Había que poblar ciudades, había que consumir en las ciudades y, para ello, ir despoblando esos miles de pueblos maravillosos de España. 

Pero somos nosostros, los de allí, también, los culpables. Culpables por no haber sabido o querido poner en valor lo nuestro. Minaya no es el pueblo más bello del mundo, lo sé, pero es el pueblo. Minaya está ubicado en un lugar realmente estratégico. Minaya pilla a un paso de la capital, Madrid, y a otro de tres ciudades marítimas, Valencia, Alicante y Murcia, por no decir a un paseo de la capital de provincia, Albacete. ¿Qué ha ocurrido para que no haya habido oportunidades, ideas, proyectos, que hayan tratado de frenar la marcha de muchos jóvenes? Sé que no es un mal específico, es un mal generalizado en la España rural pero sé, también, que no todos los lugares son lo mismo.

Creo que estamos a tiempo de poner más en valor Minaya, de sentir y trasladar que no hay un lugar más maravilloso para estar que este rincón manchego en el que todavía, a duras penas, muchos aguantan y sobreviven como valientes ajenos a todos aquellos que marchan y no vuelven.

No hace tantos años, lo recuerdo perfectamente, el día a día de Minaya era un ir y venir de personas de un lado a otro: se trabajaba, se vivía, se consumía, se divertía.

Quedan pocos comercios, quedan pocos bares, quedan pocas gentes con el ánimo de emprender, de concienciar, de apostar por lo suyo. Pero todavía quedan unos cuantos. Mientras quede uno solo habrá vida y posibilidades.

Minaya Existe.

Leía hoy, en el suplemento del periódico El Mundo un artículo que me ha emocionado. El artículo se titula 'Las Manos y Rostros del Azafrán Premium' y lo firma Ángela Castillo. Comienza así: "En un pueblo de Albacete de sólo 2.000 habitantes (yo diría que menos) se cultiva la flor lila más preciada de España. Tiene sello gourmet gracias a la experiencia y entrega de una familia de productores."


El pueblo del que hablan en el artículo es Minaya, nuestro Minaya. El azafrán con sello gourmet, uno de los mejores de España y del mundo, es 'Molineta de Minaya'. Exportan a Inglaterra, Alemania, Francia, Bélgica, Nueva Zelanda, Estados Unidos o Dubai entre otros lugares del mundo.

Y ahí, en el artículo, aparecen  algunos de los mondadores  del azafrán de La Molineta. Todos entrados en edad, pero que guardan con añoranza sus recuerdos y momentos, de su vida, de su pueblo, y prefieren echar una mano repleta de mimo al tiempo que engalanan su presente.


Estoy seguro que muchos de mis paisanos no conocían de algo así.

Sé que me pongo muy empalagoso con mi pueblo, sobre todo cuando paso por allí unos días. Pido disculpas pero, ¿por qué no poner más en valor lo nuestro?. Todos somos ciudadanos del mundo pero, no debemos olvidar nunca nuestra raíz. 

Y sí, claro que sí, Minaya Existe.

Comentarios

  1. Precioso, cuanta razón !!
    Muy emotivo

    Maite Tébar

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  2. A ver, madrileño que viaja por España. He leído este divertidísimo artículo (el autor es muy divertido) y me he acordado de ti. Ya me dirás:

    http://www.lavanguardia.com/opinion/20161212/412552368905/unos-clientes-de-madrid.html

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