04.09.2016 Poetizar la vida...

Lo mejor de los fines de semana es sentirlos literarios. Y tal vez esta primera semana que acaba hoy, domingo, lo haya sido casi por entero. 

Parece que el curso profesional ha comenzado intenso, cargado de trabajo y de proyectos, de retos, pero sin perder ese sentido literario y poético que quiero implantar disciplinadamente en mi vida. Con el tiempo me voy dando cuenta que, toda esa acumulación de momentos, me hacen llegar al domingo con otro tipo de perspectiva vital. Tal vez deberíamos poetizar hasta las miserias.

De un pequeño instante puede surgir un verso, de un largo momento, un poema. Es la sensación que tengo de estos días, es la sensación que viví ayer, en un precioso y emotivo instante, con mis padres; o la que he vivido hoy mientras corría, nuevamente, por los campos de Getafe a primera hora de la mañana o mientras leía algunos de esos textos, de belleza profunda e intelectualidad, de una de esas personas que, gracias a la magia poética, he tenido el privilegio de conocer en los últimos tiempos.

Como decía, tras todo un verano, hoy C y yo hemos vuelto a recorrer esos caminos hasta completar nuestros cansinos, pero felices, 17 km. Una distancia que nos ha sabido a poco, por las conversaciones que teníamos pendientes, pero que ha conseguido hacerme sentir el cansancio de la falta de constancia en las piernas y el sabor del sacrifico.

A veces me pregunto que por qué corro. A veces me respondo que no lo sé, pero otras, como hoy, encuentro la respuesta en la mente, en las sensaciones místicas que me produce el dolor de piernas tras la sesión, en la sensación de que los años se van acumulando en un cuerpo que aunque a veces cansado, responde a cada reto, a cada obstáculo. No hay mejor manera de equilibrar mente y espíritu.

Ayer comencé a leer el inmenso libro, del gran Mauricio Wiesenthal, 'Rainer Maria Rilke. (El vidente y lo oculto).' Un libro que esperaba en mi estantería,  esa fuerza y valentía necesaria para su lectura, no por el biografiado, no por el magnífico autor -del que he leído otras fabulosas obras- sino por su volumen (1.168 páginas. Editorial Acantilado).

Ayer encontré el deseo y el momento de adentrarme en la vida de este inmenso poeta, amado y odiado, que, como otros,  es parte de ese movimiento decadente o maldito. La casualidad ha hecho que esta misma mañana, leyendo uno de los textos que comentaba en el inicio, se reflejase esta misma apreciación.




Es curioso, también, que sean este tipo de escritores los que más me atraigan y entre los que se encuentran nuestro Inclán, Kafka, Proust, Joyce, Wilde y otros muchos.

Comienza Wiesenthal el libro con un pequeño texto de Borís Pasternak del que resalto la siguiente cita:

"La historia de un poeta no se encuentra sólo bajo su nombre y hay que buscarla bajo nombres ajenos..."

Tal vez sí, tal vez no. La historia de un poeta se encuentra en cada verso que es, al fin y al cabo, el que va construyendo ese poema que es su vida. 

"Ven, tú, el último, a quien reconozco,
dolor incurable que se adentra en la carne:
igual que yo ardía en el espíritu, mira:
ardo ahora en ti; la leña ha resistido
largamente la llama que encendías,
pero ahora te alimento, y en ti ardo.
Mi calma se hace furia en tu furia, se hace infierno,
subo a la confusa cima del dolor,
sabiendo que nada del futuro valdrá
para mi corazón. Que guardaré en silencio
todo lo que ha atesorado. ¿Soy yo aún
quien arde, ya irreconocible?
No puedo adentrarme en los recuerdos.
Oh vida, vida: tendría que estar fuera.
Pero estoy dentro, en llamas. Ya nadie me conoce."

Parece que este es el último poema que escribió Rilkie. Me ha dejado con un sabor de boca dulce de poesía. La vida de los poetas está en sus versos y en estos versos reluce la poca vida que le queda al poeta.

La vida de los poetas no es mejor ni peor que la del resto; pero la vida de los poetas es más sensible a las verdades y mentiras del mundo. Las vidas pueden llegar a ser una mentira como la mentira hacerse una verdad. La poesía es eso, verdad; la verdad de quién surca el papel con unos versos y deja al resto sus emociones que nunca son más, ni menos, que de los que no escriben.

Por eso reivindico una vida poética. Una vida capaz de convertir en belleza las miserias o versificar los momentos en simbólicos movimientos de palabras.

Concluir este domingo así, llegar a este final de semana mientras en el ipad suena Melody Gardot y la vida del autor de 'Las Elegías de Duino' me recorre el alma.

Hagamos de la vida poesía.

“Vivimos de modo trepidante.
Mas debéis tomar el paso del tiempo
como cosa sin importancia
entre lo que para siempre permanece.
Lo que transcurre aprisa
pronto ha de pasar,
tan sólo lo que queda
nos inicia."
Rilke

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