11.06.2016... Siempre pensando...

Llegue anoche de mi periplo por tierras extremeñas. Un viaje rápido pero como siempre, en los últimos tiempos, intenso. Celebramos unas Jornadas sobre la reforma de las diferentes leyes de la Administración Pública en la Diputación de Badajoz y así me lancé a la carretera en la mañana del jueves, para recorrer un paraje español impresionantemente hermoso.

Comer en la histórica y majestuosa villa de Trujillo, con ese sabor a historia inigualable. Cenar en la Plaza Alta de Badajoz, junto a la Alcazaba y de vuelta parar a comer en Talavera de la Reina, con vistas al Tajo y ya con ese ansia por llegar a casa, pero incapaz de resistir la tentación de parar en esos rincones españoles, nuestros, en los que mis pies no han pisado. 

Repito y me repito: esta España nuestra lo vale todo y lo es todo. Descubrirla debería ser de obligado cumplimiento para todos los españoles. Es verdad que luego buscamos otros lugares lejanos para visitar mientras vamos dejando en el olvido los que tenemos aquí al lado y que son, sin lugar a dudas, parte de esa historia nuestra que nos ha aportado lo que verdaderamente somos.



En estos viajes de trabajo uno tiene momentos para todo. Siempre trato de aprovecharlos. Momentos en los que debes estar prestando la máxima atención a tus responsabilidades, que además te permiten conocer personas que de otra manera jamás hubieras conocido, y momentos para el pensamiento y la reflexión.

De la gente se aprende tanto como de la vida. Cada uno tiene su historia y la cuenta a su manera; cada uno esconde de su vida lo que le apetece. Cuando conectas con alguien es fácil que, en el tiempo, cuente cosas que tal vez a otros más conocidos no contaría. Es como si ocupases el lugar de ese confidente ajeno a su entorno habitual. A mi me gusta mucho escuchar a la gente. Me gusta más escuchar hablar que hablar. Tal vez por eso, también, sea coach y me encante serlo (ojalá pudiera dedicarme por entero a ello). Pregunto lo justo, no interrumpo, y dejo que se desahoguen. Me quedo con las experiencias de cada uno, con esas enseñanzas que pueden entresacarse de cada historia.

Cuando converso con una persona mayor que yo, que debido al entorno en el que me muevo, suele ser en la mayoría de los casos, me gusta escuchar esos consejos sabios que tratan de darte como si no tuvieras experiencia de la vida. La gente con mucha vida, que ha ocupado posiciones y responsabilidades de alto nivel, suele pensar que el resto no ha vivido nada. Esto ocurre con casi todos los mayores.

Cuando volvía de viaje, conduciendo, pensaba en el privilegio que tengo de poder conocer a las personas que conozco y también vivir las experiencias que vivo. Pero en esos pensamientos, últimamente me viene uno, que tiene que ver con todo esto de la experiencia de la vida, lo natural de la vida, el comportamiento humano de cada uno. Hacia dónde va y viene y en que momento te sorprende. Las consecuencias de nuestro comportamiento, de nuestras acciones, son ilimitadas.

Tras un par de vinos, el jueves por la noche, R me comentaba parte de su vida y me decía algo así como que "el hombre tiende a cagarla muy habitualmente". Somos capaces de destruir todo lo que somos y tenemos en un santiamén. Una vez que la cagas no suele tener arreglo. Me decía, también, que, "normalmente cuando se caga, siempre es para ir a peor, jamás se llega a levantar cabeza".

"Yo tuve suerte José Luis, soy una excepción, pero podía haberla cagado como el 99%", concluyó.

Mirando el cauce del Tajo, a la vuelta, ya en solitario, pensaba en todas estas afirmaciones y reflexiones de la noche anterior. En su razonamiento, en sus razones y en cómo tendemos a aconsejar a los demás para que no hagan aquello que hemos hecho nosotros de manera arriesgada.

Es natural aconsejar a aquellas personas que aprecias y que sabes todavía tienen mucha vida por delante por que son más jóvenes y con menos experiencia; lo ilógico es tener que aconsejar a aquellas personas que te llevan mucha vida y experiencia. Es ilógico y antinatural. Si esto ocurre es que, posiblemente, el tren se haya salido del carril y no es fácil volverlo a encarrilar.

Una buena reflexión que dejo por aquí para terminar este sábado.

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