29.05.2016... ¿Por qué no haces lo que quieres?

Creo que esta semana que termina sí ha sido completa. De esas en las que no sobra el tiempo, pero tampoco falta. De esas en las que el orden se convierte en prioridad y que, agarrado a él, puedes ir dando pasos y cumpliendo objetivos. Cierto es que son los viajes los que, últimamente, me van marcando tanto el ritmo como la tensión. Lo más importante, siempre, es dedicar el tiempo a lo que queremos y deseamos hacer, sin excusas, porque no las hay. La esencia del ser está en eso: hacer lo que se quiere y hacerlo en el momento, puede no haber otro.

Y creo que así voy a concluir esta semana. Reflexionando sobre eso. Sobre hacer lo que se quiere y se desea en cada momento, sin pensar en los posibles impedimentos. A veces los impedimentos son sólo mentales.




Ayer estaba algo cansado del resto de la semana. Tratar de hacer todo y de todo durante cada jornada es algo que, digámoslo de una forma también correcta, y positiva, suele generar cansancio físico y mental. Pero es un cansancio que tal vez sólo notes cuando paras, cuando frenas, porque es placentero. El caso es que decidí, aprovechando un amanecer medianamente claro -que por cierto, luego cambió- marchar a dar una vuelta por esos campos míos de Minaya. 

Simplemente desconectar, simplemente respirar, cambiar, meditar y pasear durante un rato por esas tierras. Simplemente compartir un almuerzo con mis padres o saludar a alguna de mis tías. Simplemente romper con lo que habían sido unos días intensos y hacer algo que me reconforta también bastante: conducir en solitario, pensando e imaginando, analizando y descartando. El caso es que fue un día especial, que terminé en casa viendo ese partido, de final injusto, con mi hijo. No porque perdiese el Atlético de Madrid, que también, sino porque creo que una final de esta categoría no puede ganar o perderse en unos instantes, con unos cansados penaltis tras una prorroga. Es como jugarse un partido tras 120 minutos de juego a cara o cruz. No me parece justo ni para uno ni para otro.

Y hoy, temprano, me vestí para hacer mi sesión running. Me di cuenta que estaba cayendo una lluvia intensa sobre las calles y que, lo correcto, era ir a buscar la prensa dónde Santi, tomar el café y leer los periódicos mientras escampaba. Y así fue. Luego pude hacer unos kilómetros y seguir con mis meditaciones y reflexiones, ya dirigidas más a la semana, importante, que se presenta.

No sé por qué he reflexionado mucho este fin de semana sobre lo bien, lo realizados, lo felices que nos sentimos cuando hacemos aquello que queremos hacer. Parece que nos falta el tiempo, que el esfuerzo no es tal porque la mente está inmersa y concentrada, viviendo ese instante que queremos vivir haciendo lo que deseamos.

¿Y por qué no lo hacemos siempre?

Sinceramente creo que somos esclavos de nuestra mente en todos los sentidos. Cuando ella desea hacer algo, lo hacemos. Cuando nos pone 'peros', nos paralizamos y escudamos en mil y una excusas. Nos engañamos a nosotros mismos. No nos damos cuenta de que cuando nuestros deseos no se cumplen (y no me estoy refiriendo a nada material) generamos sensaciones desagradables, caemos en la tristeza, nos sentimos infelices y deprimidos; vivimos amargados.

¿Cuántas veces nos hemos preguntado qué ocurriría si realmente hiciésemos lo que deseamos o nos apetece?

¿Qué ocurriría, por ejemplo, si mandásemos a hacer puñetas ese trabajo por el que nos dejamos nuestra vida, pero no nos enriquece personalmente, no nos gusta y no nos aporta más que el mísero sueldo del mes?

O ¿qué pasaría si nos pusiéramos a andar mañana mismo y recorrer España caminando durante un año más que con lo puesto?

¿Si comenzásemos ese curso, de pintura o escritura, que tanto nos apetece y llevamos postergando toda la vida porque creemos no tener tiempo?

¿Y si mandásemos a la mierda, civilizadamente, a esa pareja, marido o mujer, que ni nos valora ni nos entiende?

¿O dedicásemos nuestras tardes a nuestro deporte favorito sin que nadie te esté diciendo continuamente que para qué lo haces o por qué?

¿Por qué no llamas a ese amigo o amiga del que hace tiempo no sabes nada y vas dejando pasar los días, los meses sin hacerlo?

¿Y hacer ese corte de mangas al jefe coñazo, pesado y desagradecido que nos genera estrés diario?

¿Por qué no te pones a bailar en la calle si es lo que te apetece, o a saltar o a gritar?

¿Y si llamas ahora mismo a tu madre y la dices lo que la quieres?

¿Por qué no te das ese capricho que siempre dejas para el final... qué final?

¿O qué ocurriría si besásemos a ese chico o chica que en ese instante nos ha gustado?

¿Y si llamásemos a aquél otro u otra con el que parece no quedamos muy bien, tal vez por una mala interpretación del momento?

¿Qué ocurriría si mañana no despertamos? 
Que no podríamos hacer nada de lo que piensas podrías estar haciendo en estos momentos y no hacer por uno u otro motivos.

Y lo más importante, lo realmente importante es que no es tarde. No lo es. 

Si ahora estamos leyendo esto, si mañana despertamos, tenemos todavía la oportunidad de hacer lo que queremos. No es tarde.

Todos cometemos errores, todos los hemos cometido, todos podemos enmendarlos. El mayor error que cometemos es dejar pasar el tiempo como si nada.

Todos tenemos el mismo tiempo, pero no todos lo disfrutamos igual. Unos lo exprimen, otros lo dejan pasar y otros lo matan.

No estamos obligados a vivir como no queremos. Pero sí tenemos una obligación moral y vital sobre nosotros mismos: vivir el momento como lo deseamos.

Merece la pena intentarlo. Merece la pena enmendar. Merece la pena caminar y vivir.

Y así, con estas reflexiones, mientras escucho a mi admirado y recomendado Damien Rice, termino este domingo y esta semana.

Mira, os voy a dejar esta canción suya, seguro conocida para muchos, pero os invito a escuchar todos sus álbumes (tampoco son muchos)... ahí va: "The Blower's Daugther".



Una belleza para terminar este día con gratitud: por haberlo vivido y pensar que, si mañana despertamos, tendremos otra oportunidad. 

No la desaproveches.

Comentarios

  1. Muy interesante este blog, por eso es que debemos de motivarnos cada día.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 29