29.03.2016... De lunes y martes.

Pasado el lunes, uno comienza a preguntarse qué ha sido de la semana. Es curioso que mientras unos llegan a este día, tras el fin de semana, hastiados y cabreados, con cara de pocos amigos, para mi es el mejor. El lunes es ese día en el que tengo todas las ilusiones renovadas. El lunes es ese día en el que parece que todo me sale mejor. Ni me sobra ni me falta nada. Y así, una vez pasado, me encuentro con el martes buscándole la substancia a la semana.




Y pensaba esta mañana, en mi ya tradicional caminata, inicio de martes, que me gustaría que todos los días fueran lunes y martes. Los lunes y martes son más productivos, al menos para mi. Curiosamente, contrario a algunos estudios que existen por ahí, mi peor día suele ser el viernes. ¿Motivo? Suelo estar cansado, harto, desconcentrado, con ganas de enchufarme para cargar las pilas vitales.

Ahora que escribo estas líneas, terminado el martes, me reconforta saber que todo esfuerzo tiene su fruto, tarde o temprano. Hay mucha gente por ahí que llega al lunes con ganas de hacer, de emprender, de ilusionarse y reulusionarse con proyectos, de caer y levantarse. Esa es la gente que verdaderamente merece la pena. Esos 'cara de lunes', que aparecen desfallecidos, sin ilusión, sin ganas, no van a cambiar porque sea martes o miércoles. Es verdad, son los que el viernes encuentran su día de felicidad. ¿Por qué? Porque ya no tienen que poner su 'cara de lunes', ya no tienen que buscar excusas para no hacer nada.

Fíjate que, si alguna vez he pensado que me gustaría jubilarme, no es para estar quieto, es para terminar de leerme todos los libros de mi biblioteca, para escribir todos los versos que me faltan o esas páginas siempre inacabadas. Para respirar sin prisa, para volver a ilusionarme con lo sencillo, que es lo único que me llevaré al dormitorio de lo eterno. ¿Jubilarme? Nunca me jubilare del todo porque siempre tendré, un lunes o un martes, la ilusión de que llegue la luz del día para hacer algo, proyectar algo o crear algo.

A cuento de esto, me ha perecido muy interesante el artículo que publica hoy ABC sobre la longevidad. En este caso pone dos ejemplos de personas que, en apariencia y según nos cuentan, se encuentran en plena forma a los 80 años de edad: Vargas Llosa y Amancio Ortega. Me parece envidiable, un sueño más. La de años que quedan, la de cosas que se puede hacer hasta esa magnífica edad.

Y después de todas estas tontunas que he escrito hoy, lo mejor es cerrar el ordenador y dedicarse unas horas a la literatura. Mucho más productivo.





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