12.03.2016... Reflexiones Personales IV.

De vez en cuando, y no sé por qué, a uno le vienen pensamientos sobre ese instante final que es la muerte. Tal vez demasiados nombres, conocidos, van recordando lo que queremos esconder de la naturaleza: nacemos para morir. Nos vamos oxidando con el paso del tiempo. Uno piensa que ese instante puede ser tan lejano como cercano. Que lo mejor sería la sorpresa y nunca la espera. La espera de la muerte tiene que ser, en consciencia, lo más terrible de la vida.

Por eso, qué mejor homenaje a la muerte que vivir la inmensidad de la vida. Cada momento, cada instante como ese que pudiera ser el último, pero buscando el siguiente para no perderlo.



Posiblemente el único día que vivo sin prisa sea el sábado. Por eso es posible que sea el día de la semana que más reflexiono, siento y medito.
Escribir en estas páginas, sin prisa, es una forma de meditar.
Meditar es no pensar, esconderse en el silencio sin propósito.
Meditar te envuelve en el ahora, en la nada. Meditar te desapega, te olvida.

Estamos siempre a tiempo de empezar. Tengamos las edad que tengamos, sean cuarenta u ochenta. Podemos empezar un libro, conocer a alguien, ir a la universidad, aprender a pintar, comenzar a correr. Nadie ni nada tiene por qué impedirlo.

No deberíamos tener miedo a empezar. Saltar y dejar que el viento nos lleve. Volar. Vivir la vida. Dejarnos llevar por ella, que nada nos interrumpa ni nos detenga. Tropezar, caer, levantarnos mil veces. Sólo hay una caída, amigo, de la que no podemos levantarnos. Es la caída, el último suspiro.

Somos una maravilla, somos increíbles, maravillosos, pero debemos darnos cuenta, ser conscientes de ello, de lo que somos. De la vida hay que enamorarse a cada instante: gritar, bailar, correr, saltar, buscar la plenitud en cada paso que damos.

Somos seres imperfectos. ¿Y qué? ¿Para qué la perfección? Disfrutemos de nuestras bellas imperfecciones. Disfrutemos de nuestras maravillas imperfectas. Disfrutemos de la vida: los versos, el viento, la música, el amor, el sol, la noche. Disfrutemonos nosotros mismos.

Es lo que tiene la quietud y paz del sábado. Pensamientos que vienen y van. Picos altos y bajos. Subir y bajar. ¿No es eso vivir? Claro que sí.

Feliz noche.

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