31.10.2015... "Juro no decir nunca la verdad".

Así sentado, buscando la quietud de este Sabbat, ajeno a todas las circunstancias y con la mirada un poco perdida en este cielo limpio que el Eterno ha decidido regalarnos, pensaba en lo rápido que pasan los días. 

Repasaba los últimos. Tanto o tan poco, pero el mismo tiempo cada día: 24 horas

Retos, ilusiones, tropiezos. Aciertos, fracasos, estupideces, éxitos. Todo puede ocurrir y acumularse alrededor de cinco días. La cultura de la exigencia que uno se impone, la cultura de la inquietud en vena.

Todos tenemos nuestras manías. 

Es como que muchas veces uno se busca y no termina de encontrarse. 
Es como que cada uno se miente mientras reconoce que nunca lo haría. 
Es como que cada uno se reconoce en las páginas de estos libros que habitaría. 

Jamás me he resistido a un reto. Jamás he evitado un charco en el que mancharme hasta las cejas. Envuelvo mi vida en versos. Idealizo cada momento porque así encuentro el sentido de mi existencia.




Aparco penas en palabras y escondo miedos en libros.

Y es que, día a día me asombro descubriendo que mis mejores momentos los paso reposando entre páginas de tinta, entre mis libros y cuadernos.

Desahogo lágrimas en pasos y zancadas, en paseos, mientras descubro la capacidad indomable de un par de versos imparables. Es mi día a día.
La literatura se siente o no se siente, se vive o no se vive. 

Tengo un par de librerías únicas en Madrid. Me motivan mucho por diferentes aspectos. Cada una de ellas complementa a la otra aunque su perfume a papel y tinta sea el mismo: Antonio Machado (a la que ya he dedicado algunas líneas) y Librería Méndez en la calle Mayor. Méndez y Antonio Machado. Con su sabor.

Vive uno sus confusiones vitales como puede y no hay nada mejor que, tras una excelente sobremesa en el Restaurante -Taberna alCompás, en la Plaza de Herradores 7, de camino al tren que lleva de vuelta a casa, dejarte caer en una de ellas. Pilla de paso. 
Dejar pasar tal tentación, a sabiendas del encuentro en mi caminar, sería absurdo, imperdonable. 

Nada más creativo y constructivo, tras una tarde de esas en las que parece priman las mentiras, o los silencios, que ganar un momento a la vida y esconderse entre ese olor a papel.

Por allí aparece Elvira Lindo, de la que no me pierdo sus artículos en El País, con esa cercanía que deja su escritura. Qué oportunidad para enviar un saludo a su pareja, como bien hace X, a Muñoz Molina.

Y se van las manos, lo quiero todo.

Luego me preguntaré si la vida me dará el tiempo suficiente de leer.
Me preguntare también si mi hijo valorará y querrá está biblioteca que no deja de crecer.
Si los miles de libros terminarán donados o mal vendidos. 
Qué se yo.
Es mi ilusión y cada uno vive de las suyas. Las ilusiones son las únicas verdades con las que uno convive.

En estos días he vuelto a sentir la mentira. 

Los tipos de mentira son tan variados como los tipos de personas que mienten. 

Casualmente uno de los libros, de varios, que adopté el otro día, está el último de Javier Marías: 'Juro no decir nunca la verdad'.



De verdad que muchas veces he sentido la enorme necesidad de no decir la verdad. Curiosamente, lo agradezco siempre, me llega antes el arrepentimiento, con el simple pensamiento, y no con el hecho. Entonces pienso ¿y para qué?

Qué necesidad de mentir, de engañar o, simplemente, de malgastar tiempo en producir irrealidades. 

Los hay que viven la mentira como una verdad y los hay que mienten por miedo a la verdad.

Siempre, hasta en las mentiras, ha habido grados de culpabilidad. 

Esos que mienten por no dañar, no tienen que ver nada con los que mienten a sabiendas del daño que ocasionan.

Estos días parece que la mentira me persigue. He llegado a pensar o idealizar que vivimos un mundo de mentira y que lo raro es la verdad. ¿Y entonces? 

Entonces a lo mejor uno es el equivocado.

Tengan ustedes una feliz jornada de descanso.

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