24.10.2015... El pequeño Francisco Nicolás, de presunto colaborador del CNI a Cabaretero...!!
No es domingo, lo sé. Pero es esta tarde otoñal la que me trae frente a este cuaderno virtual, mientras Lana del Rey y su sensual voz atrapan mis oídos, y sentidos, con su Honeymoon, para dejar unas líneas de vida en este cajón de recuerdos.
"No tengo interés en registrar aquí mi vida cotidiana, mis actividades... Siempre he pensado que estos cuadernos tenían que ser la historia del espíritu absoluto de un individuo cualquiera. Espíritu porque lo que importa existe fuera de la materialidad inmediata, porque así es mi decisión de convertirme en un escritor.", escribe Ricardo Piglia en sus diarios.
Pasados los años -¿qué años?- uno va desechando sueños. ¿Qué entiende uno por ser escritor? ¿Vivir de la escritura? Si es así, si lo entiendo así, ni lo he sido, ni lo soy, ni llegaré a ser. ¿Todos aquellos que viven de la escritura son escritores? No. Es escritor aquél que escribe, bien o mal. Aquél que es leído, aunque sólo sea por sus cercanos. Aquél que siente la palabra, aunque sus hojas blancas sólo se rellenen por vocabularios primarios. Aquél que se encuentra consigo mismo frente a un papel en blanco (físico o virtual).
He estado leyendo una excelente entrevista que publica Babelia (suplemento literario de El País), al Premio Nobel, Mario Vargas Llosa. En respuesta a una pregunta sobre si los libros, la escritura, le sirven para poner serenidad a ciertos momentos, el escritor contesta que: "Escribir es un refugio extraordinario para encontrar la paz, la calma en momentos de gran desasosiego, de incertidumbre. Sí, escribir, encerrarme en el mundo que estoy tratando de inventar me arranca de la problemática personal y me hace vivir la fantasía. Mientras estoy escribiendo me siento invulnerable..."
Así me siento en días, en momentos como este. Ha sido una semana, rematada hoy, en la que uno vive tanto que a veces le es difícil resumir, recoger, la esencia de cada uno de ellos. Si tuviese que condensar diría que, lo esencial, es que la vida todavía te da y ofrece personas a las que merece la pena conocer: personas buenas, llenas de sensibilidad e inteligencia, de emociones e ilusiones, de vida y sentimientos, de entrega.
Son muchas las personas así que inundan nuestros alrededores, siempre es una bendición que vayan cruzándose en nuestro camino. Tristemente, en ese caminar diario, de vez en cuando, también aparecen los 'h... de p...'. Esos personajes, de género neutro, que rompen la magia y te vuelven a recordar que están ahí para que no te duermas. Pero a estos tipos hoy, sinceramente, no me apetece dedicarles ni una línea, tendrán un 'exclusivo' Moreno.
Anoche regresé de Barcelona de dos jornadas de trabajo. Cansado pero contento. Ir a Barcelona, ciudad que me encanta y fascina, es impregnarme de buena energía, de momentos más que agradables, incluidos los de trabajo. Reconozco tener suerte, ser un privilegiado. Jamás había viajado tanto a esta maravillosa ciudad. El trabajo me lo requiere y yo, tan contento.
Cataluña en general, y Barcelona en particular, está viviendo un momento político especialmente peculiar. La convivencia que tengo con catalanes, de unas u otras ideas, de uno y otro posicionamiento, me están haciendo comprender las diversas sensibilidades, los errores, los por qués o la confusión de unos y otros.
Siempre pensé, desde mis lejanos inicios y dedicaciones políticas, que lo mejor para tomar decisiones que afectan a un grupo de personas, cuanto ni más una ciudad, región o país, es salir a la calle y conversar con ellos en su entorno. Sin miedo a las críticas, sin miedo a las opiniones. Es la única manera de analizar o formarnos una opinión, más o menos clara, de los por qués de las cosas. No es mi papel, ni toca hoy, pero algo no se ha hecho bien (unos y otros) para estar como estamos.
En este viaje he conocido alguna persona de esas que merece la pena conocer. Personas que, independientemente de las ideas, demuestran inteligencia, personalidad, magia y criterios propios sobre las cosas. Personas que, independientemente de las ideas, priorizan a la persona y te hacen sentir bien. Es curioso cómo a veces siento recibir mejor trato de los otros que de los propios.
El caso es que he tenido reuniones que, más allá de la situación de cada uno, de los posicionamientos políticos, me han dejado claro que para unos pocos -ojalá fueran muchos- la profesionalidad, la persona, los valores, priman por encima de otras cuestiones más 'primitivas'.
Y entre reunión y reunión, diálogo y diálogo, algún rato para asomarme a ese poético mar barcelonés, que siempre inspira algún verso, conocer algún nuevo barrio y dejarte guiar por aquellos que te aprecian de verdad para conocer algún nuevo rincón dónde cenar.
Esta vez reconozco me sorprendieron muy gratamente: Gatsby Barcelona. Nombre literario, pero que me recuerda a ese mítico local de mis años jóvenes, Gatsby Minaya, lugar de tantos y tantos descubrimientos.
Con una agradable compañía, fantástica música y una cena que podríamos definir como entre creativa, de calidad, equilibrada y, esencialmente buena.
Un restaurante-club en Barcelona, elegante que quiere recuperar el glamour de Los años 20 en Nueva York, con una decoración Art Decó.
El local te permite que después de cenar no tengas que moverte a ningún lado y poder tomar un cava o una copa, en la barra, mientras disfrutas de algún número cabaretero y muy buena música.
Y fue ahí, mientras disfrutábamos en la barra del gin tonic nocturno de rigor, cuando, en uno de esos números musicales intermedios, apareció él.
Mi compañero fue el que se dio cuenta. Entre las bailarinas, un tipo que parecía conocido, al compás de una coreografía algo cursi y preparada, vestido con una camisa y unos pantalones tipo chinos, el pequeño Nicolás se movía como uno más, pero sin la misma gracia que los profesionales.
'Esto es España' nos dijimos.
No hay duda, esto sólo ocurre en España. El tipo aprendiz de agente secreto del CNI, el tipo que a base de películas hizo vivir momentos de ridículo a todo un país, ese que dice que ahora se presenta a candidato al Senado, se dedica a hacer bolos de cabaretero.
Y ahí lo tienes, sin ningún tipo de pudor ni vergüenza, imagino con su representante y caché, recorriéndose la España nuestra, que le contrata y ríe sus gracias, que, de seguro, paga por verle en plena actuación orgásmica; ese que luego protesta y se queja de 'cómo va el país'. Todo muy respetable, faltaría más. Consiguió hacerme reír todavía más.
En fin, quede la anécdota como nota de humor a este final de semana que, sinceramente, digamos, dejará más momentos positivos que negativos.
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