11.08.2015... Esa cañita helada!

Uno de mis momentos favoritos del día, esos que reservo y trato de no saltar, es en el que el camarero de un bar, justo antes de la comida, comienza a servirme una cañita en una copa helada. Es algo apoteósico el ver chorrear la espuma. Llego como el que busca su instante de soledad espiritual en un templo, sediento de calma y de esa sensación de frescor resguardado del sol y la arena.



Están siendo días de paz, de tranquilidad y sosiego; pero días de inmenso calor. No recuerdo, amante del sol y la buena temperatura, tal exceso. Me pregunto si fruto de esta temperatura andamos todos como algo más enfadados, irritables.

Ocupo el día en paseos y lecturas; en meditaciones frente al mar o practicando running. En fantásticas comidas y cenas con la familia, envueltos en esos tiempos, los justos para que no generen excesos, que difícilmente ganamos el resto del año.

Leer la prensa, estos días, se ha convertido en una especie de necesidad. Asistimos a cierta información política, que más tiene que ver con la malas prácticas políticas, que recrea cualquier culebrón, o serie de esas de moda a la que muchos terminan enganchados.

Por otro lado descubrimos esas miserias increíbles del ser humano; esos terroríficos actos, inimaginables, que te ponen los pelos tan de punta y te hacen comprobar que la mente puede llegar a ser devastadora. Esas noticias como las del padre que ha asesinado, vilmente, con premeditación, a sus hijas pequeñas con una radial. Que aparece con ese gesto de indiferencia en todas las imágenes mostradas. ¿Qué puede pasar por la mente de una persona, para cometer una tropelía tal? Sólo espero que la justicia caiga sobre él con el máximo castigo que pueda ser, a veces, en determinados casos, desgraciadamente, se queda corta.

Es curioso cómo en verano se llenan los periódicos con historias tan escalofriantes que darían para escribir cientos de novelas y relatos ,entre psicológicos, policiacos y/o de terror.

¿Otra cañita?

La vida, dependiendo del punto de vista de cómo la observemos, puede ser fascinante o terrorífica. Por eso, tal vez, en estos calores ya largos, me evita la inspiración poética. 

Llevo meses sin escribir versos que lo merezcan y me preocupa. Mi vida siempre es más feliz cuando la pienso en poesía que cuando se me ocurren absurdos relatos. La sudoración amarga, está reñida con la belleza del poema y tal vez por eso las musas hayan decidido tomarse su merecido descanso.

Desde aquí escucho ahora mismo las voces de un padre, tratando de explicar a su hijo no sé que operaciones matemáticas. Parece que el padre ha perdido la paciencia y el hijo con el padre. 
Siempre supe que el verano y la playa son incompatibles con el estudio. Pretender que tu hijo aprenda matemáticas mientras suda y escucha al resto de niños jugando en la calle, es como pretender que el padre se tome un café con leche, caliente, a las dos de la tarde, a 35º C, en el chiringuito playero en el que todos, a esa hora, nos tomamos esa cañita helada mientras dejamos que nuestros ojos se escapen tras la simpatía de la camarera.

Así que hoy, por no terminar el día pensando en cosas desagradables, lo acabo, poéticamente hablando, tras unos kilómetros running junto al mar, pensando en esa caña de cerveza que volveré a degustar mañana, a la misma hora y en el mismo lugar.

Feliz noche.

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