Por qué el coaching funciona...


La semana pasada vi un gran avance en las dos personas a las que actualmente hago coaching. Eso y una charla con una amiga que está empezando un proyecto empresarial me han inspirado este post. Y es que el coaching, esa práctica que parece un capricho de la moda, pero que en EEUU utilizan desde hace decenas de años los grandes deportistas, ejecutivos y artistas, FUNCIONA de verdad.



Mucha gente tiene una idea muy vaga, o incluso errónea, de lo que es un coach: alguien que te pone deberes, como volver al cole, que te dice lo que tienes que hacer para triunfar en el campo que te gusta. Pues no. En un proceso decoaching, la única persona que te dice lo que tienes que hacer eres tú mismo. 

Intrigante, ¿verdad?

Lo que el coach hace, básicamente, es proponerte ejercicios y preguntas encaminadas a: 

1. Ayudarte a conseguir tus propios objetivos a tu propio ritmo. 

2. Buscar y eliminar las barreras internas que, hasta ahora, te han impedido lograr esos objetivos. 

Es un proceso emocionante, divertido y muy profundo, en el que puedes llegar a hablar hasta de tu infancia y de temas muy personales, pero -a diferencia de una sesión psicológica- siempre orientado a la acción. Y sí, tener a una persona que, además, toma nota de lo que vas llevando a cabo (y lo que no) sin duda es una ayuda extra para llegar a la meta. El rollo profe y deberes no viene mal.

Pero, en realidad, la razón principal por la que el coaching funciona es esta:

En la vida, no aprendemos porque conozcamos más cosas ni porque alguien nos diga lo que tenemos que hacer. No aprendemos hasta que no cambiamos nuestros hábitos, nuestro comportamiento. Y no cambiamos nuestro comportamiento, jamás, hasta que no tomamos una firme determinación de cambiar.

Eso es lo que estás haciendo cuando decides contratar a un coach. Le dices al mundo: estoy TAN decidido/a a conseguir este objetivo en mi vida, que voy a pagar dinero y a comprometerme a llevar a cabo tareas semanales para lograrlo.

Por eso las resoluciones de Año Nuevo suelen ser saludos a la bandera: te ha llevado cinco minutos escribirlas, no te han costado NADA (ni dinero, ni tiempo)… así que eso es exactamente lo que consigues, nada. Como el otro día le dije a uno de mis clientes de coach (al que, en este caso, hago coaching laboral): vas a sacar de este proceso exactamente lo mismo que inviertas en él.

Al crear un compromiso con un coach es mucho más probable que tú mism@ cumplas aquello a lo que te has comprometido. Sencillamente porque te ha costado tiempo, dinero y esfuerzo.

Por supuesto, las técnicas de acción encaminada a objetivos y de eliminación de frenos psicológicos que conoce un coach son un plus magnífico. Vas a conocerte como nunca antes y vas a descubrir tus barreras, tus creencias limitantes, cuáles de tus cualidades te sirven para tus propósitos y cuáles te están estorbando en tu camino. Para mí supuso un cambio radical en mi carrera, y lo veo también en las personas a las que hago coaching: pasito a pasito, van modificando hábitos (de escritura, personales, laborales) y sus vidas van tomando un rumbo diferente, en dirección a sus sueños. Al principio poco a poco y cada vez a mayor velocidad.

Hoy he tenido la última sesión con uno de ellos (coach laboral, en esta ocasión) y me he emocionado, porque me contaba como, gracias a su ejemplo, él está motivando a amigos y personas de su entorno. Y es que yo tengo la teoría de que, en el futuro, todos seremos coaches unos de otros y así devolveremos al mundo el regalo que hemos recibido.

¿Puedes lograr tus objetivos sin un coach? Por supuesto. Puedes leer artículos, o incluso libros muy buenos como Coaching para el éxito, Aunque tenga miedo, hágalo igual… pero eso sí: mentalízate de que tardarás diez veces más. Simplemente porque la inversión que vas a hacer es diez veces menor (y no me refiero solo al dinero).

Comentarios

Por si te interesa...

Padre Nuestro en Hebreo

Cinco maneras de organizar un libro de poemas.

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 30

Diario de un Estoico II. La posibilidad de lo imposible. Semana 29