'Israel' por Esperanza Aguirre
El pasado martes el Congreso de los Diputados aprobó, con el apoyo de todos los Grupos Parlamentarios, una proposición no de ley para instar al Gobierno a reconocer a Palestina como un estado. Se trataba de una iniciativa presentada por el Grupo Parlamentario Socialista, que secundaron todos los demás grupos, empezando por el Popular.
El azar –o no– quiso que esa proposición se votara bajo la tremenda impresión del sanguinario atentado que, solo unas pocas horas antes, habían perpetrado dos terroristas palestinos en una sinagoga de Jerusalén, en la que asesinaron a hachazos a cuatro rabinos que allí estaban rezando. Un atentado que fue inmediatamente aplaudido por Hamás y por la Yihad Islámica.
Este dato es muy significativo por la importancia y la presencia que Hamás tiene en los territorios y entre los habitantes de lo que, según los parlamentarios españoles, el Gobierno español debe reconocer como Estado Palestino. También hay que tener presente que la Unión Europea (de la que forma parte España) tiene a Hamás en la lista de organizaciones terroristas a las que los estados miembros de la Unión deben combatir.
Parece que, entre los argumentos que se esgrimieron en el Congreso de los Diputados para defender la aprobación de esta proposición, estaba el de que el reconocimiento por parte de España de ese Estado Palestino servirá para «desatascar» el proceso de paz en aquella región y para impulsar las negociaciones entre Israel y Palestina.
No sé si todos los parlamentarios que votaron esta proposición tuvieron en cuenta que los representantes palestinos, entre los que Hamás ocupa un lugar prominente, no reconocen el Estado de Israel, creado en 1948 por una resolución de las Naciones Unidas. (Estado que, por cierto, ingresó en la ONU en 1949, antes que la propia España, que lo hizo en 1955). Y no solo no reconocen el Estado de Israel, sino que tienen entre sus objetivos irrenunciables el de eliminarlo, el de arrojar a sus ciudadanos al mar.
El Estado Palestino solo podrá ser reconocido cuando los palestinos reconozcan el Estado de Israel, renuncien a su propósito de eliminarlo y acepten sus fronteras.
Porque de otro modo estaríamos reconociendo un Estado dominado en gran parte por una organización terrorista y que preconiza la eliminación de Israel, que es el único estado democrático de la zona, y con el que los europeos compartimos los mismos valores y la misma forma de entender la política y la convivencia.
Probablemente, los diputados de los bancos de la izquierda, fieles de la parroquia «progre», sí sabían todo esto, pero no les importaba votar a favor de ese reconocimiento, porque una de las señas de identidad de los «progres» españoles es ya el antisemitismo, que se manifiesta por tomar siempre partido en contra de los intereses de Israel.
Mucho más inquietante es que los diputados del Partido Popular no se dieran cuenta de que, con su voto, estaban manifestando una hostilidad clara ante ese país, Israel, con el que nos unen unos vínculos políticos evidentes (ser democracias liberales los dos países), además de unos vínculos históricos indiscutibles (el hecho de que buena parte de sus ciudadanos es de origen español, los sefardíes).
Pensar que reconocer el Estado Palestino puede contribuir a la paz en la región es cerrar los ojos a lo que allí pasa. Quienes constantemente amenazan la paz en la región son los terroristas.
¿Habrá que recordar de nuevo que en 1948, cuando la ONU creó el Estado de Israel, también creó un Estado Palestino, y que fueron los países árabes los que no solo impidieron la viabilidad de ese Estado Palestino, sino que, desde el primer momento, atacaron a Israel con el ánimo decidido de eliminarlo?
En el conflicto de Oriente Próximo los ciudadanos occidentales no podemos ser equidistantes. Y, desde luego, los políticos de la derecha española, los políticos que creemos en los valores de nuestra civilización y de nuestra cultura, los políticos que queremos defender esos valores, no podemos unirnos a los que, detrás de aparentes buenas intenciones, cultivan ese antisemitismo «progre», en forma de equidistancia entre el único estado democrático de esa región y los que utilizan el terrorismo para intentar destruirlo.
Y si defender a Israel no fuera, en sí mismo, un deber moral para los occidentales, tendríamos que defenderlo por razones de interés nacional. Sería suicida no comprender el alcance que la amenaza yihadista tiene para todos los países occidentales. Y muy especialmente para España, que es el país más cercano geográficamente al mundo árabe, y el que aparece como reivindicación recurrente de esos mismos yihadistas.
Pues bien, la primera y mejor defensa que Occidente tiene para plantar cara al yihadismo es, sin ningún género de dudas, la firmeza y la fortaleza del Estado de Israel. Si, Dios no lo quiera, los palestinos de Hamás lograran su objetivo de echar a los israelíes al mar, Occidente y, sobre todo, España estarían, desde ese mismo momento, absolutamente indefensos.
Comentarios
Publicar un comentario