Dice Henri Nouwen que...

“El gozo que Jesús ofrece a sus discípulos es su propio gozo que brota de su íntima comunión con el que le envió. Es el gozo que no separa los días felices de los tristes, los momentos de éxito de los de fracaso, experiencias en que nos sentimos honrados de aquellas en que nos hundimos ante las críticas injustas, la pasión de la resurrección. Este gozo es un regalo divino que no nos abandona en tiempos de enfermedad, pobreza, opresión o persecución. Está presente incluso cuando el mundo se mofa o tortura, roba o mutila, lucha o mata. Es realmente extático, siempre alejándonos de la casa del miedo hacia la casa del amor y siempre proclamando que la muerte ha dejado de ser el final, aunque su ruido siga oyéndose con fuerza y su devastación sea visible. El gozo de Jesús enarbola la bandera de la vida para que la celebremos.”

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