'Volver a nacer' por Juan Manuel de Prada


Renacer (foto de A. Ruiz Pérez, Puerto Rico)

En un pasaje del Evangelio de San Juan, se nos narra la hermosa conversación nocturna que Nicodemo mantiene con Jesús: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? pregunta Nicodemo. ¿Acaso se puede entrar otra vez en el seno de la madre y volver a nacer?». Y Jesús le responde que, en efecto, cualquier hombre, no importa cuán viejo sea, puede volver a nacer del Espíritu. Se trata de uno de los pasajes más inspiradores del Evangelio, porque nos habla de la posibilidad de renovarnos de forma profunda y radical, resucitando sobre las cenizas del hombre viejo. También es uno de los pasajes más definidores de la esperanza predicada por Jesús: convertirse es 'volver a nacer'; y, una vez abrazados a esa vida nueva, nadie va a pedirnos cuentas de la vida antigua que hemos decidido dejar atrás. No importa lo que hayamos sido, no importa lo que en el pasado hayamos hecho o dejado de hacer, sino lo que hacemos aquí y ahora, lo que somos a partir de este instante; porque la vida humana está constantemente abierta a un renacimiento. Esta es una idea de una gran belleza que al hombre moderno le cuesta mucho aceptar, tal vez porque previamente se ha endiosado: y quien es incapaz de reconocer sus yerros no puede concebir que tales yerros puedan llegar a borrarse, sin dejar hipotecas, una vez que hemos renegado de ellos.Resulta muy aleccionador comprobar cómo, en nuestra época, mucha gente que ha errado trata de ocultar desesperadamente su yerro; y, cuando ya no puede hacer nada por seguir ocultándolo, su vida se desbarata por completo: entre las personalidades públicas, tales yerros no reconocidos suelen acabar con carreras prometedoras o con la condena al ostracismo de quienes antaño habían disfrutado del aplauso del mundo; en la vida cotidiana, las consultas de psiquiatras están invadidas de personas incapaces de reconocer plenamente el mal que hicieron y de aceptar los efectos benéficos del perdón.

Pero ¿en qué consiste ese volver a nacer del que se nos habla en este pasaje evangélico? A la conversión los griegos la llamaban (y así aparece designada con frecuencia en los textos neotestamentarios) metanoia, que significa 'cambio de mente', un cambio radical en nuestro modo de pensar y de actuar, un encuentro con la verdad no solo como conocimiento teórico, sino como transformación radical de la vida entera.Naturalmente, tal metanoia no puede lograrse sin arrepentimiento; y, en general, no hay posibilidad de nacer a una vida nueva sin renegar de nuestros antiguos errores. Pero renegar del error exige coraje, humildad y fortaleza: coraje para juzgar en conciencia nuestra propia vida; humildad para reconocer el mal que hemos causado; y fortaleza para no sucumbir a la tentación de volver a causarlo. Tanto humildad, coraje y fortaleza solo los puede brindar la contrición, que es como se llama ¡o se llamaba! al dolor espiritual que nace de reconocer el error y llegar a detestarlo, con el propósito de no repetirlo jamás. Por supuesto, aun detestando los errores que cometimos, podemos volver a incurrir en ellos (ya se sabe que el hombre es el único animal que tropieza en la misma piedra); pero sin ese dolor no puede haber auténtica metanoia. Para abrirse a una vida nueva, primeramente hay que tener valor para aborrecer la antigua; y renegar de los pasados hábitos, a veces inveterados, es tal vez el desafío máximo al que se puede enfrentar una persona.

La necesidad de una metanoia radical es tal vez la más noble aspiración de toda persona que aún no haya extraviado por completo la noción de su humanidad; pero es también una obligación colectiva. En una época como la presente, en la que las sociedades se hunden por todas partes, es preciso cambiar las costumbres y la inteligencia de las clases rectoras, mejorando el fundamento de las cosas a la luz de principios nuevos. Pero a las sociedades de hogaño les ocurre lo mismo que al hombre contemporáneo: son incapaces de reconocer los yerros cometidos, y en consecuencia no pueden obtener los efectos benéficos del perdón. Esta incapacidad las mantiene prisioneras del mal, incapaces de renegar de él; esto se percibe muy claramente, por ejemplo, en los deseos que todos tenemos de superar la llamada 'crisis económica' que nos golpea... sin renegar de los errores que nos condujeron a ella; y queriendo, además, seguir viviendo como lo hacíamos antes de padecerla. Esta incapacidad para la verdadera metanoia, para un volver a nacer, es consecuencia del endiosamiento del hombre que se niega a reconocer su culpa, que disfraza el mal con la máscara del bien y que, al fin, se ahoga en el mal que ha convertido en su hábitat natural.

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