De running dominical...

No sé si somos los hombres en general, o soy yo en particular, esos animales de costumbres que en cuanto nos las cambian nos provoca una especie de desorden, de desazón, que nos hace sentir que nos falta algo. Eso venía pasando los últimos domingos. Por unas cosas u otras, por casualidades varias, esas salidas running de largo recorrido, acompañado de Clemente, no se producían. Hemos acostumbrado el cuerpo y la mente a disfrutar de esa hora y media corriendo, charlando, desahogando penas o compartiendo alegrías, sintiendo el calor o el frío, el viento o las gotas de lluvia; respirando la paz espiritual del Cerro de los Ángeles o simplemente escuchando nuestro entrecortado respirar por alguna ruta mil veces recorrida. Un momento que llega a convertirse en necesario, un momento que llega a formar parte de esos que son los verdaderamente felices. Cuando las circunstancias te obligan a no tenerlo, lo valoras mucho más y echas de menos como si te quitasen algo importante de tu vida, que has hecho tuyo.

Hoy hemos vuelto a salir. Hacía frío, el clima invernal prosigue, pero hemos tratado de buscar ese ritmo cómodo que, zancada a zancada, nos llevase hacia la falda del Cerro y respirar ese misticismo que sólo allí se respira. Hora y media, cerca de 15 kilómetros y la sensación de, más allá del esfuerzo, haber recuperado el instante robado.
¿Madrugar en domingo? Sí ¿Sacrificio? No. Cuando te duchas y te sientas a leer la prensa, mientras el resto de la familia todavía duerme, te das cuenta de haberle ganado al día mucha más vida
Es una percepción de vida que que te hace grande, que te hace sentir mucho más de lo que eres. Te duelen las rodillas del esfuerzo, te pesan las piernas, pero notas los pulmones mucho más limpios y la mente clara y en equilibrio. Qué mejor manera de terminar una semana.
Vamos por otra, si Dios lo quiere.


Comentarios

  1. Echaba de menos este tipo de comentarios. No hay que perder las buenas costumbres.

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