Filosofías metartasianas.

Llego al final de la semana, a ese instante en el que uno repasa y hace examen de sus días como de su conciencia, poco satisfecho. Tal vez la exigencia a la que me someto, voluntaria y personalmente, consigue que más allá de disfrutar tratando de conseguir cada uno de los objetivos que me propongo, termino por sufrir. No se puede llegar a todo ni todo puede estar controlado. A veces el azar, la casualidad o no, convierten un fracaso en éxito o un éxito en fracaso. No todo puede depender de uno.
Arrastro ya desde hace dos semanas una lesión en el pie izquierdo que no me permite andar bien ni correr. Más allá de importarme el cómo ando e, incluso, el cómo duermo  -el dolor se agudiza al estar tumbado en cama- lo que me importa y me genera ansiedad es el no salir a corretear mis kilómetros diarios o, como hoy, mi domingo running largo con Clemente. 
Es asombroso como el ser humano se acostumbra a aquello que le provoca mantener momentos agradables aunque en ellos esté llevándose al límite su condición física. Es el afán de superación, es el no querer parar y menos ir hacia atrás. Entreno no para competir, para vivir mejor y mantener una condición física saludable que me permita no abandonar otros placeres. No me va la vida en ello. Es normal tener lesiones que te tengan en reposo si haces deporté. Pero yo no concibo que eso me pueda ocurrir a mi. Me castigo mentalmente por haber cometido algún exceso deportivo, alguna sobre carga que me haya provocado estar parado este tiempo.


Parece, intuyo porque no he ido al médico, que lo ocurrido es una lesión en el quinto metatarsiano. Las fracturas (roturas) son comunes en el quinto metatarsiano: el hueso largo en la parte exterior del pie que se conecta con el dedo meñique del pie. Tengo todos los síntomas aunque, he de reconocer, mía responsabilidad, que lo que no he hecho en absoluto es el reposo que se requiere para su curación.
Toda la semana andando de un lugar a otro, con esos zapatos incómodos con suelas de imposible amortiguación que más que corregir el pie lo destrozan.

Y así termino. Entre dolores y lecturas filosóficas pensando en otra semana. Si esta ha sido particularmente enredada, la siguiente no será menos. De un tema a otro, de un compromiso a otro, relaciones que muchas veces no aportan nada más que un problema sobre otro. Pero esta es nuestra vida, la que nos hemos hecho y de la que, al fin y al cabo, debemos sentir el privilegio de estar.

Ayer, al menos,  disfruté de un día de campo en Minaya. Respiré limpio y toquetee mis rincones manchegos junto a mi padre, que me acompañó en el viaje. Cada vez echo más de menos pasar tiempo con ellos. La vida está compuesta de etapas y uno va llegando a esa en la que siente la necesidad de rodearse de los suyos con más frecuencia. Envolvemos nuestras vidas en mil temas complejos que no nos aportan más que zozobra y desconsuelo;  olvidamos, dejamos de lado para breves momentos todo aquello que nos genera estabilidad. Somos así de absurdos y de la absurdez nos amamantamos diariamente pensando que es lo que nos da la vida cuando, muy por el contrario, no la va quitando.

He leído una frase de Juan Ramón Jiménez que he decidido hacerla mía, poseerla. Dice: "Confío más en mi poesía, para ayudar a los hombres a ser mejores y ponerlos en paz, que en mis posibles golpes políticos o mis improbables gritos sociales. Por eso sigo cantando (cuando el dolor que me da la mala lucha humana me deja). Y cantando lo más delicada y bellamente que puedo."

Confiar más en la poesía, en la filosofía que en la política. Pero no olvido que la política, en su esencia, también es filosofía y poesía.
Vivimos esos momentos en los que se ha perdido la confianza, por quienes han visto su vida sumida en un problema continuo de desesperación, en la política. Acostumbramos a culpar, necesitamos culpar. 
Culpar a la política es un error. La política es noble en su esencia; el hombre es quién ha embrutecido y deshumanizado la política. No son las ideas políticas malas. No son las organizaciones políticas las culpables. El culpable es el hombre. Podrán ser compartidas o no, pero las ideas, dentro del respeto, la pluralidad, la libertad y su defensa como proyecto -siempre democrático- son esenciales en la vida y el futuro de los pueblos. Son esos hombres, algunos, que las utilizan para un interés individual y corrupto, los que desprestigian el sentido político. La política ha existido y existirá siempre.

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