M/4.L Pensaba anoche en ese poco tiempo que paso con los padres, sobre todo en el invierno. Vamos a comer, charlamos un rato de poco o nada, en ocasiones incluso nos regañamos cariñosamente, padres a hijo, hijo a padres, algún comportamiento de unos o de otros, y tras unos achuchones nos vamos hasta la próxima semana, que a veces son dos, que volvamos a vernos. Y marchas, te vas, con esa sensación de que las vidas que nos hacemos nos alejan de los nuestros más de lo que nos acercan . Te vas con esa sensación de hacer todo mal, de qué pensaran ellos que saben que el tiempo es ya mucho más limitado para tenerte, para tocarte; que pasa más deprisa y, por lo tanto, para ellos lo vale más. “No está en ningún sitio, quién está en cualquier parte” . Séneca En nuestro día a día hay gestos que son muy sencillos pero realmente profundos y de una belleza infinita. Simplemente el saludar a alguien, el dar las gracias o desear a otro un buen día. La vida es gratis. No hay nada que perder
Jose, tú lo has dicho todo, no hay más que decir, porque el amor es palabra que conlleva la ternura y el mimo con el que trata el cariñoso perrito al peque.
ResponderEliminarHay ciertos animales que me producen tristeza al pensar de su tenencia o no del Alma y ello me conduce a la reflexión sobre ello y mi consecuente afirmación.
Hay infinidad de conocimientos de los que estamos ausentes. Jesucristo no tuvo el tiempo necesario para entrar en dar detalles de todo cuanto es la vida —hubiese necesitado de todas las épocas de la existencia del hombre para aclarar los interrogantes de las personas que los tienen—; No cabe duda de que tienen vida sensitiva más lo que tú nos expones en el vídeo.
En su día y por cierto medio televisivo, se observaba a un perrito que llevaba algunos días en la puerta de un hospital y esperaba esperanzador la salida de su dueño que había ingresado grave.
En casa, a nuestro Misu —nombre de nuestro gatito— tuve que llevarle al veterinario dos veces; Tenía un tumor maligno; La segunda vez lo tenía desarrollado por medio cuerpo según el facultativo; Cuando fui a sacarle de mi coche para ingresarle en la clínica, comenzó a llorar y no quería salir del coche —ya conocía el tema—; Estudiaron su estado y me confirmaron la necesidad de inyectarle para que dejara de sufrir; no había solución. No tuve valor para dar el consentimiento, pedí de alguien que en casa decidiera, etc., lloré al abandonar la clínica... etc., ¡perdimos a quien estaba unido a nuestras vidas y que solo nos dio alegrías!. Ello me abrió los ojos y pienso lo poquito que sabemos de nuestras vidas, ni de las de los animales.
Un abrazo