Inmersiones mentales 3.

En el restaurante donde picaba algo hoy, a la hora de comer, a mi espalda había uno de esos tipos que tienen por costumbre masticar los cubitos de hielo. 
Da lo mismo sea el hielo del agua, del café que del whisky. Se los van introduciendo en la boca y comienzan a estrangularlos con su dentadura, como si de un anuncio se tratara, hasta que los rompen y mastican en un estruendo público, tal que un caramelo. 
Es una de las cosas que más rabia me da. Escucharlo me produce tal repelús que normalmente paro de comer hasta que el hombre -porque normalmente lo aparentan-, satisfecho tras haber engullido una porción de agua, acaba.

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