III Madrid - Segovia 2012 RETO conseguido: 17h 49 min. 15 seg.
Comienzo a escribir esta crónica prácticamente 48 horas después de haber tocado y pasado bajo el acueducto de Segovia tras recorrer 104 km en menos de 24 h.
Muchos de los compañeros corredores blogueros que también han participado ya han comenzado a publicar sus experiencias en unos post que, desde todo punto de vista, habría que ir agrupando para componer un verdadero libro de motivación running popular, lleno de emociones y sensaciones que sólo los que lo vivimos conocemos.
Esto hay que vivirlo amigos, esto hay que sufrirlo, esto hay que sentirlo y esto hay que dejarlo posar y reposar y, tras unas horas, reflexionar sobre todas esas sensaciones que uno siente en cada paso, en cada kilómetro de los más de cien que suponen este tipo de pruebas.
Por eso he preferido reposar y repasar un poco, asimilar y encontrar cada sabor y sinsabor de boca y, ahora, en esta noche, tratar de escribir este post que sin duda se irá llenando y rellenando con el tiempo. Es un post abierto porque lo que siento hoy, lo que veo y recuerdo hoy, seguro se podrá aumentar mañana o enriquecer con otras muchas sensaciones.
Se toma conciencia de lo que haces con el paso del tiempo. Para bien o para mal. En este caso voy tomando conciencia de lo que he hecho según van pasando las horas y, en este evento, es una conciencia doble porque soy consciente de que nunca lo hubiera podido hacer, nunca hubiera sido posible, sin la compañía de Clemente Moreno, esa compañía que ya se convierte en vital en todos estos kilómetros que comenzamos juntos hace años.
Hacer 104 kms en menos de 24 horas, a simple vista, así, de pasada, puede resultar algo que puede hacer cualquiera. Creo que así es, todo es proponérselo. Pero lo cierto es que es algo que no hace cualquiera y menos, como es el caso, repite hazaña, simplemente porque no se lo propone cualquiera. Lo hacen una panda de locos, de esos que pasean y andan por aquí, por estos blogs; de esos que corren y entrenan todas las semanas, sumando kilómetros a sus piernas; de esos que preparan no sólo su cuerpo sino su mente y que entienden que la vida es una inquietud, un reto continuo. Y de verdad, eso es exactamente lo que entiendo y pienso de mi mismo.
El viernes pasado me dormí serían cerca de la una de la madrugada, tras dejar preparadas las mochilas con todo lo obligado (luz frontal, luz trasera, manta térmica, pito, mapa) y no obligado (muda, una equipación de repuesto, calcetines, medicamentos varios, móvil repuesto) que debía llevar a la carrera. También dejé preparada la ropa que llevaría: elegí cuidadosamente los calcetines, zapatillas trail-running y rogué que acertásemos en las previsiones climáticas que nos indicaban que el día sería 'bueno'.
A las seis menos cuarto del sábado sonó el despertador. No había pegado ojo, salté de la cama sin hacer ruido para nos despertar a N y A y tras ponerme cuidadosamente la ropa, los calcetines y zapatillas, en ese ritual único que sólo los corredores conocen, bajé a desayunar, esa primera e importante comida del día.
Todo preparado, todo en orden. Cuando me di cuenta eran las siete menos cuarto, hora de salir a buscar a Clemente.
A las 7.15 h recojo a mi primo en su casa y a las 7.35 h habíamos aparcado el coche en los alrededores de la Plaza Castilla y, junto a cientos, nos preparábamos para el inicio de la prueba: III 100 km Madrid - Segovia que, en realidad son 104 km Madrid-Segovia (en 2010 el crono se inicia en el barrio de Fuencarral, 100 km).
La temperatura fantástica, el cielo limpio, la mochila a la espalda, el ambiente buenísimo, la organización muy buena, nervios, charla técnica, miramos al cielo, yo ruego a ese Dios que siempre está, es un momento único de concentración y... a las 8.30 h en punto 1.000 locos corredores salimos contentos, felices, de Madrid a Segovia por las vías pecuarias.
Salimos trotando, pensando muy bien en guardar fuerzas, pisando asfalto hasta el barrio de Fuencarral que atravesamos a ritmo bastante cómodo, disfrutando, con muy buenas sensaciones y así llegamos hasta el primer avituallamiento en Tres Cantos. Algo de fruta, agua -calculo cada sorbo y cada alimento para no quedarme corto y sin fuerzas- y hacia Colmenar Viejo.
El sol subía y el calor apretaba amenazando un día duro de calor.
Llegamos a Colmenar Viejo. Algo más de 25 kms en las piernas. Comenzamos a notar cansancio, también la temperatura y el sol influyen. Volvemos a tomar fruta y líquidos para hidratar. Me tomo un gel de hidratos porque todavía no quiero meter en el cuerpo nada sólido. Es pronto, puedo aguantar.
Y comenzamos uno de los tramos más bellos pero más duros y difíciles para mi, el que nos llevaría hasta Manzanares del Real. Sinceramente que en estos interminables kilómetros pensé no terminaría la prueba, pensé que como mucho llegaría a Cercedilla y me volvía en autobús, pensé que estaba haciendo el gilipollas por allí, a esas horas, por esos montes, sufriendo. Fue pasar el puente medieval, en el km 34, y notar como las piernas no respondían, dolían gemelos, cuatriceps, todo. No recordaba que en la otra edición que participamos lo pasara tan mal por aquí, no estaba dispuesto a sufrir. El calor apretaba. Pensaba en esa cervecita espumosa helada, pensaba en todo lo que podía hacer en vez de estar por allí blincando y dolorido.
Llegamos a Manzanares del Real. Llevábamos un maratón, 42 km. El calor excesivo. Aquí decidimos parar algo más. Comimos algo sólido, medio bocata de jamón y fruta. Y bebí, bebí y bebí para hidratar al máximo. Y nos digimos que adelante, que a Matalpino.
No dejamos de subir y subir bajo un sol que hacía que el cuerpo echara humo. El paisaje en esta zona tampoco es especialmente bello y a veces hasta pensamos ver espejismos. Llegamos a Matalpino y visualizamos esa cuesta interminable de asfalto caliente que llegaba a la plaza y cumplía con los 50 kms. Ufff!!! Arriba, arriba, arriba y... allí estábamos.
Aquí el avituallamiento era glorioso. Fruta en condiciones y en cantidad. Agua fresquita y aquarius que sabía a gloria bendita. Recuperamos fuerzas y sin parar mucho, hacia La Barranca.
El calor y el sol impresionante. Creo superábamos los 30º C en plena montaña. El paisaje inigualable. Es Madrid, es nuestro Madrid, ese que esta ahí, al lado, y casi nunca o casi ninguno disfrutamos.
Comenzamos a ver a compañeros corredores que abandonan, que no pueden más. Comenzamos a ver ambulancias o coches de la Guardia Civil trasnportando a otros que han sufrido desmayos o desvanecimientos. Comenzamos a ver a otros tumbados en los lados, tapados con mantas térmicas, tiritando por insolaciones. Nosotros vamos bien, nos hidratamos continuamente. Yo bebo más agua que nunca, no dejo de beber y creo que eso me ayuda a reponer fuerzas.
Hablamos con unos y otros. Unos nos adelantan y a otros los adelantamos, estos vuelven a adelantarnos y a otros les cogemos. Algunos corredores van solos, acompañados de sus propios pensamientos y sensaciones.
Corremos y trotamos cuando podemos. No malgastamos fuerzas, creo de forma inteligente. Estamos bastante mejor, tenemos fuerza aunque los huesos, músculos, pies, ya no dejan de doler. Es un dolor que terminará por formar parte del estado físico y mental.
Subimos las cuestas de La Barranca que parecen interminables, con ese sol encima, picado. Lo superamos y bajamos directos ya a Cercedilla.
En Cercedilla muchos abandonan. Es el km 65 aproximadamente. Nosotros ni siquiera lo dudamos, ni planteamos. Estamos restando. Medimos bien el tiempo. No más de media hora en la parada. Clemente lo organiza a la perfección, ha cogido el liderazgo y marca los tiempos en cada parada. Nos cambiamos de camiseta y calcetines, cogemos el cortafrios y la linterna frontal junto la manta térmica. Decidimos seguir con el pantalón corto, un acierto. Ambos sabemos que comenzamos lo más duro, la prueba real. A partir de aquí ya no hay marcha atrás y la noche acecha. Comemos rápidamente un poco de arroz, bastante rico por cierto, que agradecemos a la organización y a los voluntarios y salimos hacia el Puerto de la Fuenfría para aprovechar al máximo la luz que queda del día.
Comenzar a subir el puerto así, con luz, era dar gracias a Dios a cada paso. Una maravilla natural a nuestro alrededor, un paisaje de enorme belleza a nuestros pies que en la anterior edición no pudimos disfrutar al haber salido de Cercedilla ya en noche.
Conseguimos llegar con luz casi a la mitad del depredador puerto. La noche nos encontró y fue haciéndose con nuestra mente. La oscuridad en plena montaña te hace sentir humillado y respetar: el cansancio, el dolor de todo, los silencios... todo es diferente.
Es aquí cuando la mente juega un papel importantísimo. Ella te va marcando cada paso. Te dice 'anda' o 'párate'. Te saca tus miserias, te hace examinar tu conciencia, buscarte y encontrarte. No tienes escapatoria. Estás tu, la oscuridad, el viento, el sonido de los árboles, el sonido de la naturaleza, contigo mismo.
Gracias a Dios físicamente íbamos bien. Las lesiones, que era mi miedo, no habían aparecido más allá de esos dolores que ya formaban parte de nosotros. Es curioso cómo descubres ciertos dolores desconocidos hasta ese momento, luego te acostumbras y crees que vienen contigo.
Tras coronar el puerto, 80 km, toca bajar. Segovia más cerca... pero lejos.
En mi cabeza mi familia, mi vida, mis amigos. En mi cabeza mi gratitud a Dios por todo, hasta por permitirme llevar al límite mi estado físico y mental. Es la mejor forma de encontrarme con Él. La oscuridad, la soledad, la dependencia de ti mismo, te hace limpiar la conciencia y el alma.
Y a mi lado mi primo hermano, paciente siempre, atento, sin separarse. Preguntándonos mil veces, en esos últimos kilómetros, en esos miles de pasos ¿por qué lo hacemos?
Ya no paramos casi ni en último avituallamiento, La Cruz de la Gallega, que queda. Bebemos y seguimos. Si paramos podemos quedarnos clavados y no ser capaces de movernos.
Terminamos de bajar, salimos de la montaña y a lo lejos las luces de Segovia. Parece se puede tocar, pero no, quedan cerca de 8 km. 8 km corriendo pueden ser 45 minutos. No me atrevo. Tengo fuerzas pero también miedo a volver a lesionarme como hace dos años y sufrir. Ya no queda nada, no me la juego. No sé si de forma inteligente o no. Prefiero no jugármela. Andando los 8 km se pueden convertir en 1h 40 minutos. Decidimos seguir andando con ritmo, o ese ritmo que creemos llevar.
Unos nos pasan corriendo, otros andando. ¿Cómo puede la gente andar a esa velocidad tras cerca de 100 km? Es impresionante.
Se ha hecho larguísimo pero conseguimos entrar en Segovia. Con rabia, con emociones contenidas. Voy contento, me siento contento y bien. Estoy completamente cansado pero feliz. Ya está. Quedan dos interminables kilómetros por las calles de Segovia pero ya está. Hablamos poco. Los silencios entre los dos marcan lo cansados que estamos. Son diecisiete horas tirando del cuerpo.
"Primo, estamos a 300 m del acueducto de Segovia". A correr, qué cojones, los nuestros. Mover el cuerpo es un verdadero suplicio, es la leche; no llevamos piernas, llevamos dos vigas de hormigón. Escuchamos música, aplausos de algunas personas en la plaza. Pasamos por meta, bajo esas piedras de historia de nuestra España. Se acabó, lo hemos conseguido. El Garmin lo deja claro: 104 km en 17h 50 minutos 10 segundos y el crono oficial también: 17:49:16, 353 y 354 puestos de 578 corredores clasificados. Hemos mejorado el tiempo de la primera edición ya que entonces el crono era de 100 km y aquí sube a 104 km.
Menos de 24 horas es el objetivo. Llegar y llegar ha sido nuestra meta. Felices.
Nos quedaban 500 metros hasta el polideportivo dónde estaban las mochilas. 500 metros de subida para terminar de reventar las piernas y acoplarnos en el autobús que nos devolvería al lugar de salida: la Plaza Castilla.
A las 5h del domingo entré en casa, molido, contento y mejor de lo que esperaba. Me preparé mi horchata, unas galletas, un ibuprofeno. Un suspiro de felicidad. Arriba ellos, esperando en su sueño. Todo el día preocupados por estas locuras mías. Ya estaba en casa. Mi mejor beso para ellos dos, que lo son todo para mi.
Ahí arriba, en lo más alto del monte, Dios te espabila, Dios te da collejas, Dios te sacude. Te hace creer.
Esta vez sí se grabará el 100 en el cuerpo. Esta vez sí será la última... o ¿no?.
Felicidades a los dos.
ResponderEliminarEnhorabuena y gracias por compartirlo. Ha sido chulo acompañarte hasta ese día con los Kms semanales y participar un poco el sábado. A los que seguimos con nuestros retos en maratones creo que se puede intuir algo de ese sufrimiento bello que cuentas. Y también cómo algo (¿desafío? ¿reto?) nos empuja hacia los 100Km. ¿101 de Ronda? ¿104 de Segovia?. LO DICHO, FELICIDADES.
ResponderEliminarMuchas gracias... todo el ánimo y ya sabes: es proponérselo!!!
EliminarA C O J O N A N T E, Felicidades, es la cuarta crónica de la Madrid-Segovia y ya no puedo más sois unos Makinas. El año que viene si todo va bien tengo que estar ahí.
ResponderEliminarLo dicho Felicidades un saludo y ahora a recuperar.
Reconozco las sensaciones de las que hablas, cuando llegamos al limite y lo mantenemos, parece que nada existe a nuestro al rededor, nos quedamos a solas con nosotros mismos, cuando piensas en la hora de ir a correr, tambien te invaden estas magnificas sensaciones, será por eso que nos encanta correr. Enhorabuena Moreno
ResponderEliminarMuchas felicidades por gestionar la carrera de tan buena forma.
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