Dirigir, en ocasiones, requiere una gran capacidad de equilibrio entre lo que el corazón te pide y las decisiones que verdaderamente has de tomar. Meditar, pensar dos o tres veces, escuchar atentamente y, sobre todo, tratar de marcar la directriz de forma sincera, honesta, pero con pocas palabras (y contundentes), puede ser suficiente para que los que te escuchan sepan y reconozcan que están frente a quien tiene la verdadera responsabilidad en la organización. A veces no es fácil mediar ante un conflicto interno, un conflicto donde llegan a mezclarse, incluso, las relaciones personales. Es posible que los consejos, que el discurso, pueda servir para que piensen de ti que eres un estúpido. Cierto. Pero la mayoría de las veces sirve para hacer ver la importancia de la responsabilidad que debe ostentar cada uno en sus actos.

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