No sé quién me decía ayer, que no entiende cómo no puedo mostrar alegría de los males que les ocurre a aquellos que se prodigan, e incluso predican con orgullo, ser mis enemigos. Respondí que, ciertamente, yo tampoco lo entiendo pero que si me paro a pensarlo, tal vez sea fruto de sentir más ese júbilo con todo lo bueno que le ocurre a esas pocas personas que me importan de verdad o aquellos que son mis verdaderos Amigos. Porque, sinceramente, lo verdaderamente triste es sentirse orgulloso de ser enemigo de alguien.

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