Si algo tengo que agradecer -y es mucho- a mi experiencia política, es el de la capacidad que me ha generado para saber de lo irreal -lo que te cuentan algunos- de lo real -lo que no te cuentan, o esconden unos u otros-. A veces me gustaría no tener esa virtud, o defecto -dependiendo del punto de vista que se mire- de saber distinguir una situación de otra.
En política, por el bien de muchos, a veces, se dice lo bueno y se esconde 'lo malo' para uno mismo. Nos creemos que así salvaguardamos a los que queremos y nos castigamos nosotros solos, en esa soledad insensata. Así, también, no dejamos de salvar -una y otra vez- a aquellos canallas que medran sin escrúpulos dejando aturdidos a la buena gente. Porque en política hay, existe, muy buena gente, la mayoría -independientemente de la ideología- pero, desgracidamente, la especie superviviente suele ser -salvo excepciones- los que tienen esa capacidad de aprovecharse de las buenas personas que repito, son la mayoría.

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