En casi todos los ámbitos de la vida, para alcanzar el éxito, hay que estar dispuestos a asumir riesgos. Y posiblemente, el mayor riesgo, puede ser no asumir ninguno. Hay personas que prefieren no asumir nunca riesgos, esperan que los asuman los que tienen alrededor y, si la suerte les acompaña, aprovechan las 'desgracias' de los demás.

En política, entre otros muchos sectores, sin lugar a dudas, es así.

Pero más tarde o más temprano, si estás paralizado, si no tomas iniciativas, si a la gente no le demuestras que estás ahí, dando la cara, siendo el primero en remangarse; si no eres capaz de aumentar la presión o bajarla con el máximo control, cuando sea necesario, si no estás 'vivo', si no estás dispuesto a dar la cara, a que te la 'partan' de vez en cuando, a recibir críticas más que aplausos... entonces es que no estás. Y si no estás, si no eres, por mucho que quieras, más tarde o más temprano, serás insignificante.

Los demás te van a exigir pero, lo fundamental, te lo debes exigir tu mismo.

Béndita escuela ésta. Ves pasar a unos y a otros. Vas y vienes. Unos están mereciendo, otros sin merecerlo. Al cabo de los años te das cuenta que quedan los que debían estar y estaban, y compruebas cómo aquellos que tomaron prestado, porque no era suyo, porque no lo ganaron, simplemente, desaparecen, vuelven a dónde siempre debieron estar: a la nada.

Y es que en política amigos, tanto interna como externamente, no puedes relajarte jamás.

El trabajo es continuo, el sacrificio no cesa. La vocación te hace dar todo fuera, a los demás, por encima de ti; la exigencia interna te hace no bajar la guardia y duplicar el esfuerzo con el dolor de la crítica, a veces desubicada y desaforada, pero siempre exigente, muy exigente. Es la política. Es ese mundo que apasiona a muchos y del que se aprovechan algunos.

Hay momentos en los que te pierde el desánimo, pero otros, esos instantes en los que ves lo que puedes hacer por los demás, en los que te sube la moral y la ilusión al cielo. Con esos me quedo.

Cuántos merecen estar y cuantos están sin merecerlo. Es mi reflexión.

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